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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de este enlace se puede tener información sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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El imperativo neoliberal
del rendimiento trasforma el tiempo en tiempo de trabajo. Totaliza el tiempo de
trabajo. La pausa es solamente una fase del tiempo de trabajo. Hoy no tenemos
otro tiempo que el del trabajo. Y así lo llevamos con nosotros también a las
vacaciones, e incluso al sueño. Por eso hoy dormimos inquietos. Los agotados
sujetos del rendimiento duermen de la misma manera que se duerme la pierna.
Y la relajación no es más
que un modo de trabajo, en la medida en que sirve para la regeneración de la
fuerza laboral. La diversión no es lo otro del trabajo, sino su producto.
Tampoco la llamada «desaceleración» puede engendrar otro tiempo. También ella
es una consecuencia, un reflejo del tiempo acelerado de trabajo. Se reduce a
hacer más lento el tiempo de trabajo, en lugar de transformarlo en otro tiempo.
Hoy estamos libres de las
máquinas de la era industrial, que nos esclavizaban y explotaban, pero los
aparatos digitales traen una nueva coacción, una nueva esclavitud. Nos explotan
de manera más eficiente por cuanto, en virtud de su movilidad, transforman todo
lugar en un puesto de trabajo y todo tiempo en un tiempo de trabajo. La libertad
de la movilidad se trueca en la coacción fatal de tener que trabajar en todas
partes. En la época de las máquinas, el trabajo estaba ya delimitado frente al
no-trabajo por la inmovilidad de las máquinas. El lugar de trabajo, al que
había que desplazarse, se podía separar con claridad de los espacios de no
trabajo. En la actualidad esta delimitación está suprimida por completo en
muchas profesiones. El aparato digital hace móvil el trabajo mismo. Cada uno
lleva consigo de aquí para allá el puesto de trabajo como un campamento. Ya no
podemos escapar del trabajo.
De los teléfonos
inteligentes, que prometen más libertad, sale una coacción fatal: la coacción
de la comunicación. Entre tanto, se tiene una relación casi obsesiva, coactiva,
con el aparato digital. También aquí la libertad se trueca en coacción. Las
redes sociales fortalecen masivamente esta coacción de la comunicación, que, en
definitiva, se desprende de la lógica del capital. Más comunicación significa
más capital. El círculo acelerado de comunicación e información conduce al
círculo acelerado del capital.
La palabra «digital»
refiere al dedo (digitas), que, ante todo, cuenta. La cultura digital descansa
en los dedos que cuentan. Historia, en cambio, es narración. Ella no cuenta.
Contar es una categoría poshistórica. Ni los tweets ni las informaciones se
cuentan para dar lugar a una narración. Tampoco la timeline (línea del tiempo)
narra ninguna historia de la vida, ninguna biografía. Es aditiva y no
narrativa. El hombre digital digita en el sentido de que cuenta y calcula
constantemente. Lo digital absolutiza el número y el contar. También los amigos
de Facebook son, ante todo, contados. La amistad, por el contrario, es una
narración. La época digital totaliza lo aditivo, el contar y lo numerable.
Incluso las inclinaciones se cuentan en forma de «me gusta». Lo narrativo
pierde importancia considerablemente. Hoy todo se hace numerable, para poder
transformarlo en el lenguaje del rendimiento y de la eficiencia. Así, hoy deja
de ser todo lo que no puede contarse numéricamente.
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Fuente: Capítulo De la acción al tecleo del libro En el enjambre, de Byung Chul Han.
Enviado por: Alberto Chessa (Alberto.Chessa@outlook.com)
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