Inocentemente puse un vídeo
de Emilio Carrillo, donde le daba un repaso a todas las esferas de la
existencia, la vida, la muerte, el más allá y el más acá. Cuando desperté por
la mañana, Emilio Carrillo todavía estaba allí. El sistema automático de
reproducciones de la conocida web lo había mantenido hablándole a mi
inconsciente toda la noche.
Antaño la maldición de las
celebridades era que las palomas de las plazas y los parques las cubrieran en
efigie con todas sus blancuzcas deposiciones. Sic transit gloria mundi. La búsqueda de los honores se concretaban
en un sucio busto aupado en una peana en un rincón cualquiera de la ciudad.
Hoy en día el célebre
(incluso a su pesar) está destinado a perorar sin término en las pantallas de
los ordenadores y los dispositivos móviles.
Emilio Carrillo es un
portento, un animal de galaxias, un ser humano que habla de las vidas
anteriores y de los entremundos al concluir esta y comenzar la siguiente, y de
las otras esferas posibles donde nuestra alma deambuló o deambulará un día al
abandonar esta transitoria anatomía.
Lo más sorprendente de
Emilio Carrillo no es su biografía, ni siquiera su currículum vitae, sino la
vertiginosa metamorfosis desde vicepresidente de la Diputación de Sevilla,
desde segundo teniente de alcalde de la capital hispalense, desde profesor de
Economía en la Facultad
de Derecho de aquella ciudad. Se le cayó el pelo, se le escurrieron las carnes.
Un día leyó un libro
hermético, tuvo un accidente de excursionista en Morón de la Frontera y amaneció
maestro espiritual. Así son las cosas. Ha ocurrido miles de veces. Recuerda en
todo a las historias búdicas, de cuando personas de toda condición se
enfrentaban con la verdad del Iluminado y, de repente, en un chasquear de
dedos, tenían la cabeza rapada, un cuenco de pedigüeño en una mano, el bastón
de peregrino en la otra, y vestían las túnicas azafranadas.
A Emilio Carrillo todavía
no le han salido los hábitos de franciscano pero, en su sencillez, viste ropa
de franquicia, como probablemente tú y yo. Porque me lo figuro, como a todo
conferenciante, planteándose qué ropa se pone ese día ante el auditorio. O tal
vez decida que no merece la pena preocuparse por eso, pues si la carne es el
ropaje del espíritu, pues el ropaje de la carne es ya casi nada.
Emilio Carrillo, y otros
tantos como él, representa la verdadera España, la que hasta ahora poco ha
aflorado, la de Miguel de Molinos, Servet, salidíes y alumbrados, criptojudíos
y todos los heterodoxos, hasta ahora masacrados, silenciados o autosilenciados
por la plasta imperante de la falsa típica España y, sobre todo, la
falsa típica anti-España.
Discursos sorprendentes
Si grande es la
horizontalidad y la libertad y democracia mediática que está suponiendo el
viraje de las comunicaciones desde el papel y las ondas herzianas a la red
electrónica y mundial, en España está siendo una revolución completa, pues ya
no hay un estamento, más bien añejo y rancio (en nombre de la Iglesia o de la Ciencia ), que controle lo
que merezca ser conocido por la ciudadanía y lo que no. Y ahí aflora con fuerza
todo tipo de informaciones novedosas y audaces, discursos valientes y
sorprendentes como el de Emilio Carrillo.
Pero ahora, como profe,
como teacher de yoga, lo
que me corresponde señalar es la diferencia entre discursos como el de Emilio
Carrillo y en general todos los discursos de sabiduría por un lado y la ciencia
del yoga por el otro.
Pero antes de hablar de las
diferencias, quiero hablar de las similitudes, pues lo que hablan Emilio
Carrillo y otros como él se ha oído, en efecto, de un modo o de otro, en los
ámbitos del budismo, la meditación y el yoga desde hace milenios. Desde el
punto de vista del yoga, a lo de Emilio se le llamaría jñana yoga, o sea,
el yoga del conocimiento, si bien actualizado con la gracia bética y la
oratoria senequista.
Los discursos y los miles
de libros de sabiduría hablan del qué, del por qué y del para qué. En cambio
la práctica del yoga, como decía Swami Rudradev, se centra sobre todo
en el cómo.
Una y otra vez los
profesores de yoga que merezcan tal nombre se empeñan en explicar, aclarar, dar
pistas acerca de cómo, a través de la práctica de asanas y pranayamas, las
personas pueden elevar su bendita energía (prana-shakti), cómo
serenarse, cómo ganar equilibrio, claridad mental, cómo lograr aceptación y
contento, cómo superar los temores ganando ánimo y valentía, cómo superar la
desidia, alcanzar alegría de vivir y un largo etc. de todas las virtudes que
los maestros de sabiduría como Emilio Carrillo incansablemente predican.
Precisamente la gran
aportación de Buda, como ese grandísimo yogui que era, consistió no tanto en
abundar en el qué, el por qué y el para qué de los sutras, sino en difundir una
bendita técnica (la meditación) que nos permitiera a todos, cada cual por sí
mismo y en solidaridad con todos, alcanzar los sublimes logros: compasión,
dicha y esclarecimiento.
En las miles de horas de
vídeo y millares de libros de sabiduría el lenguaje es la palabra. En la
práctica del yoga el lenguaje es del cuerpo.
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Autor: Joaquín García Weil
Fuente: http://yogasala.blogspot.com
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