Un mundo como
el archiconocido, es un mundo de normas. Normas para esto o para lo otro.
Siempre hay normas que cumplir. Ya sea en el ambiente del hogar, en el colegio,
en el trabajo.... Lo curioso es que muchas veces se realizan funciones
aplicando normas contradictorias, sea el ejemplo de que en casa se es sincero,
pero en el trabajo no es necesario, es más, si eres sincero no vendes tu
producto, por tanto has de mentir ¿Absurdo? Absolutamente.
Un mundo con
normas, que además cambian con frecuencia según intereses personales, solo
lleva a más confusión y conflictos sin parar.
Si esto lo
aplicamos a lo que ya hablé en el anterior artículo sobre “la nueva ley”
supone, como ya mencioné, que al no cumplir las normas se ha de sufrir un
castigo o reprimenda, y como mínimo algo te llevas puesto con una cierta dosis
de dolor, y sólo por no cumplir las normas que otras personas dictan para que
te amoldes a ellas sin tener en cuenta tu singularidad personal, y, curioso por
si no te habáis dado cuenta, en la mayoría de las veces no te han consultado
las normas, sólo te las imponen.
Una norma es puesta
para que se cumpla a rajatabla, así de simple y tajante, desde quien dicta la
norma. Esto es no tener en cuenta que cada ser humano es distinto y hace de
forma distinta. Así que si unimos esto a lo mencionado en “la nueva ley”, tenemos que el Amor es la única ley a aplicar. No obstante, podríamos, si se
quiere, buscar una pena para quien no obre en Amor. Así, pues, tenemos una ley
a cumplir que es el Amor y una norma que seguir si no se cumple la ley. Pero
esa norma de “castigo” no es algo que los demás, o alguien concreto, deba
hacerte cumplir. Sería de otro modo. Pongo un ejemplo muy claro: muchas
academias militares poseen códigos de conducta, códigos de honor, normas de
protocolo, decálogos de cumplimiento… en definitiva, un número de leyes que se
ha de acatar y que, si todos lo hacen, funcionan por igual sin producir
deterioro a los demás. En muchas de estas instituciones el incumplimiento de
tales leyes implica la expulsión directa. Otras veces, dependiendo de la
gravedad, se le da una segunda oportunidad al infractor. Hay algunas que tienen
un método de castigo que comparto a la hora de no cumplir con tales leyes
internas, y es que el mismo infractor se impone un castigo; de tal manera que
de no hacerlo él mismo sabe que incumplió la ley y la norma de corrección para
enmendarse, y él mismo es juez y parte en la acción y omisión quedando su
conciencia en mancha, pues siempre le quedará la duda de que alguien le ha
visto y no le ha denunciado. Pero si al infractor le vieran otros faltando a la
ley y que no aplica la norma de corrección, ya sean sus compañeros o sus
profesores, para los primeros queda en deshonor pues es persona en la que no se
puede confiar nunca más, y se le manifiesta.
Visto esto,
ya podemos concluir en esto de una sociedad evolucionada conciencialmente con la única ley del Amor que
conlleva una norma de corrección cuando no se cumple, y que ha de aplicarse a
sí mism@ dado que no obró en Amor. Es sencillo a la vez que simple, si observo
que no obro en Amor (la ley), que he de corregirme (la norma) aplicándome en la
reparación de la falta de Amor, bien sea conmigo o con quien la haya
incumplido, y lo mínimo es pedir perdón además de reparar el tipo de daño que
se haya podido causar.
Si se
consigue en una sociedad funcional en el Amor (no como la actual, disfuncional
en el miedo), vivir con la única ley del Amor aplicando una norma de corrección
cuando no se obre desde el Amor, evidenciaría que ya no se necesitarían ni más
leyes ni más normas; ni más jueces, ni más policías; ni más celdas, ni más
multas. Todo estaría en justicia continuada porque sin reglas, sólo queda
aplicar el Amor, la del Amor no condicionado que da sin esperar.
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Autor: Deéelij
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