¿Qué
ser humano conoce a la perfección el inmenso cúmulo de leyes que existen en su
país? No creo que ni el más erudito de los letrados llegue a tanto. Es más, lo
que hacen es consultar las leyes cuando le son necesarias para dictaminar
veredictos. Hasta el Tribunal Constitucional, cuando da una sentencia, no es
unánime, aunque haya una mayoría que acuerdan en una dirección interpretando, a
su manera, la llamada “ley suprema del estado”
¿Qué sociedad puede estar viviendo en un
sistema donde es imposible conocer todas las disposiciones que se dictan bajo
la premisa de que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento?
¿Acaso no es condenar a alguien, de antemano, si no cumple con una ley que ni
siquiera sabía que existía? Obviamente, así se comenten “infracciones” sin
saberlo y el sistema judicial no tiene nada que ver con la justicia, sino con
la aplicación de leyes y poco más.
Pero
no pretendo hacer un ejercicio reflexivo sobre el sistema judicial, la justicia
y las leyes, sólo he dado esta entrada para llegar a una conclusión. Y la
conclusión es saber qué ley es la que imperará en una realidad coherente y
cuerda, pues lo anterior es hablar de realidades de incoherencia a base de
locuras manifiestas donde un montón de “legalidades” son las que se han de
seguir aunque sean inmorales y contradictorias.
Así
que te preguntarás qué ley es esa que anuncio que ha de imperar en una realidad
cuerda y coherente. No me iré por las ramas, pues ya podrías haber acertado de
qué va esto, supongo. La única ley posible en una sociedad coherente y
cuerda es la “ley” del Amor. Así de sencillo. Sólo nos basta con una ley, pues
todo lo demás sobra en abundancia dado que sólo produce carencia. En cambio, el
Amor, que se regala sin medidas (Amor incondicional), produce abundancia, cura
cualquier herida si es que las hubiera y suaviza cualquier roce si se pudiera
llegar a producir. Porque una sociedad que vive en el Amor incondicional no
necesita más ley que esa. Dado que el Amor todo lo puede, todo lo cuida, todo
lo colma, todo lo da… no es necesaria más ley que esa, que es la suprema LEY.
Ley que jamás en el pasado social se ha tenido en cuenta. Ley que no castiga
nunca, como en las leyes antiguas (siempre de sometimiento), que implica el
pago de algo, una pena a saldar por algo, y todo ¿todo por qué? Sencilla la
respuesta: todo porque no se obró en Amor. Porque si se obra en Amor y desde
el mismo, nada perjudicial se puede provocar en nadie ni en nada.
Agustín
de Antioquia ya lo dijo: Ama y haz cuanto quieras. ¡Fíjate! Es súper sencillo
atenerse a esa ley, que además es perfecta e inmutable.
Así
que sólo nos queda crear una nueva sociedad empezando por aplicar la ley
suprema del Amor incondicional. Y todo será un Amor que no limita, que no fuerza, que con condiciona. Sencillísimo y sin complicaciones. Fácil y sin disgustos.
Hermoso y sin malos olores. ¿Visto? Pues a Ser en Uno el Amor
incondicional.
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Autor: Deéelij
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