Se ofrece seguidamente el texto completo de la entrevista a Emilio Carrillo, titulada La muerte no existe, publicada en el número de diciembre de
2016 de la revista Tú Mismo:
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-A la muerte
se la niega, estigmatiza, es un tema tabú para la sociedad occidental. Y tú,
Emilio, te animas a hablar de ella abiertamente.
-En la sociedad actual hay un intento de olvidar, ocultar, que la
muerte es un hecho que está en la vida. Pero las personas fallecen, es algo que
se produce a diario. Se han ido introduciendo costumbres, pautas sociales, que
tienen precisamente ese objetivo: que la muerte pase inadvertida. Hoy ya no hay
velatorios en las casas, las personas mueren en los hospitales, de la cama del
hospital pasan al tanatorio, se intenta enterrar lo antes posible. Incluso
existe una práctica bastante extendida de poner en los certificados médicos, si
el deceso ocurre a las 5 de la tarde, que ha sido un par de horas antes para no
esperar y realizar la inhumación al día siguiente. También se ha establecido
que los niños no vayan al entierro de sus abuelos. Es mirar al otro lado. Lo
único cierto en la vida, lo único que puedo asegurar sin ser adivino, es que se
producirá un momento determinado en el que acontecerá eso llamado muerte.
-Lo primero
que dices en tu libro es que “la muerte no es tal”. ¿Puedes explicar el porqué
de esta afirmación?
-Es sencillo. La muerte es
una puerta que se abre para ir de una habitación a otra de la vida. De la
habitación A, un plan físico y material, pasamos a la habitación B, un plano
más inefable, no físico, no material, que también tiene sus leyes, no físicas
pero sí naturales. La muerte es el denominado tránsito, para pasar a lo que se
suele llamar coloquialmente plano de luz. En las charlas digo que somos Conductores
encarnados en un coche para vivir la experiencia humana. A ese Conductor le podemos dar muchos
nombres, alma, energía, espíritu, amor, luz. Qué cada cual, en función de su
corriente cultural y espiritual, lo denomine como quiera. El Conductor ha
existido antes y lo hará después de estar aquí. Para vivenciar, necesitamos un
vehículo, un instrumento que posibilite palpar esta experiencia. Es nuestro yo
físico, mental y emocional, lo que nuestros sentidos corpóreo-mentales perciben
de uno mismo y de otros. Cuando llega ese momento denominado muerte, ésta se
produce sólo para el coche. Para el Conductor no. Y puede plantearse volver al
plano humano con un coche nuevo, que se ajuste a las nuevas experiencias que
quiera vivir. La muerte realmente es un imposible, un fantasma de la
imaginación humana; no hay razón para que le tengamos miedo.
-¿Y cómo lo
sabes?
-Dispongo de tres grandes fuentes, importantes. Para mí la más significativa
es la meditación. Hace muchos años que hago prácticas de introspección, de
meditación, y he conectado profundamente con lo que somos, con ese Conductor
que inevitablemente, olvidemos o no, realmente somos. He recordado su
existencia, que yo soy ese Conductor; me he ido desidentificando del coche y
acercándome al recuerdo de lo que es y lo que somos. En ese recuerdo he
conectado con lo que me gusta denominar la sabiduría innata, que tenemos todos,
me ha mostrado cómo es ese otro plano, lo que se vive en la experiencia de
tránsito, etcétera. Otra fuente, que entiendo como una bendición de la vida
hacia mí, llega a través de un accidente, una caída en una montaña que me
provocó consecuencias físicas. Yo viví el 29 de noviembre de 2010, entre las 4
y las 6 de la tarde, una experiencia cercana a la muerte (ECM) en la UCI de un
hospital. Percibí claramente que salía de mi cuerpo, etcétera. La tercera
fuente es que, a partir de esa experiencia, me interesaron las EMC. Así
encontré que hay muchísimas personas y libros que describen lo mismo que yo
viví. Lo que aquella tarde percibí no tiene nada que ver con una fantasía de mi
mente: hay protocolos, pautas, que se repiten en todos esos otros casos y
circunstancias.
-Aseguras que estamos en el momento justo de incorporar
culturalmente la idea de la muerte, ¿por qué?
-Hay razones desde una perspectiva científica. La medicina ha
avanzado extraordinariamente de mano de la tecnología, con nuevos
descubrimientos, y está haciendo que algo que antes raramente sucedía, hoy acontezca
con mucha frecuencia: personas en la última frontera vital son recuperadas y vuelven
con ECM vividas. En su libro “Yo vi la luz”, un médico sevillano ya fallecido,
Enrique Vila López, recopiló con su mujer, María de los Ángeles Garfia, 120
experiencias que describen lo mismo, con similares protocolos y pautas, personas
de distintos lugares geográficos, de diferente edad y sexo. En paralelo, hay
una razón consciencial: el convencimiento pleno de que la humanidad evoluciona
en consciencia. A veces puede parecer que la humanidad no evoluciona por los
problemas de siempre: guerras, violencia, miseria… Pero detrás de ese bosque
hay una evolución y siento que esto nos está llevando al momento de, por fin, coger
el toro por los cuernos. Es el momento en que la humanidad mire de cara a la
muerte y la comprenda, ayudada por los avances científicos, y pierda -esta
es la clave- el miedo a la muerte.
-Precisamente,
hablemos de plenitud ya que tú dices que no puede basarse en el miedo.
-La libertad es la ausencia de miedo. Una persona libre no tiene
miedo, la libertad completa es la completa ausencia de miedo. Esto estaba en la
comprensión de culturas muy antiguas. Los idiomas europeos como el castellano o
el inglés, en sus raíces, proceden de unas ramas lingüísticas que se conocen
como indoeuropeas, muchas originarias del Medio y Extremo Oriente. En esas
lenguas indoeuropeas la palabra miedo se construía con un prefijo delante de la
palabra libertad. Esto se ha perdido en el castellano en su evolución desde el
latín, pero en inglés, por ejemplo, se ha mantenido: “free” es libre y “freedom”
significa libertad; pero cuando se pone una “a” delante se construye la palabra
“afraid”, es decir, “asustado”, “temeroso” (“to be afraid”: “tener miedo”). El
miedo a la muerte está presente, por eso se mira hacia otro lado. Tener miedo a
la muerte es tener miedo a la vida. Como si un francotirador te fuera a disparar
en cualquier momento, piensas “¿cuándo me va a llegar?”, y te proteges y
siempre andas con cuidado. Pero san Juan de la Cruz, desde su plenitud, dice “…
dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado”. La gente se cuida mucho, se
asegura, quiere controlar la vida, esto es un absurdo porque sabemos que la
vida fluye. No puedes tener plenitud con miedo porque no hay libertad. Y al no
haber libertad, no puede haber plenitud.
-Señalas que
en la raíz del miedo hay “algo” llamado ego.
-Sigamos con el símil del coche y el Conductor. Cuando eres
consciente de la divinidad, infinitud y eternidad de lo que eres, tomas el
mando del coche. Pero lo que le sucede a muchos es que el Conductor está
dormido, olvidado. El coche tiene un sistema operativo, la mente. Y ante la
ausencia del Conductor consciente, la mente enciende un piloto automático, como
pasa en los aviones. Así se sustituye el mando consciente del conductor por ese
piloto automático que es creación de la mente, el ego. El ego es una creación
que pertenece al mundo del coche. Y como todo lo que es el coche, morirá con
total seguridad, tiene fecha de caducidad, y es lógico que tenga miedo a ese
momento.
-En una ECM descubres
que no hay errores en la vida terrenal, según tu experiencia. Si aceptamos esto,
muchos sentimientos de culpa desaparecerían.
-Cuando yo salí aquel día de mi cuerpo visualicé todo lo que había
sido mi vida. Comprendí con absoluta claridad que en ningún momento me había
equivocado en nada, no había cometido error alguno del que arrepentirme o
querer eliminar por un sentimiento de culpa, carga o lastre. Cada persona actúa
en correspondencia con el estado de conciencia que tiene en cada instante.
Además, te das cuenta de que no se trata de un tema de jerarquías, si se es más
listo o más tonto, malo o bueno. No, allí rigen el amor y el respeto al libre
albedrío. En mi caso, comprobé que aquellas cosas que había entendido como
errores abrieron puertas a nuevas vivencias, a nuevas experiencias. Si alguien
dice “yo creo que me equivoqué aquí y aquí, y me arrepiento y ojalá pudiera
quitarlo de vida”, le comento que si realmente lo borrara de su vida, la perspectiva
que tiene ahora la perdería, su estado de consciencia pasaría a ser otro. Por
eso hay que respirar y vivir muy tranquilos.
-Te refieres
a estados de conciencia y no de niveles. ¿No son lo mismo, confundimos los
términos?
-Contemplemos la naturaleza. En la ella, según el dicho andaluz, “ca
uno es ca uno”. A pesar de la mente, no hacemos niveles. Paseas por el campo,
donde hay de todo, animales chicos y grandes, plantas muy pequeñitas y grandes
árboles, el cielo y la montaña, el arroyo y el gran río… Cuando andas por allí
no vas diciendo “fíjate, esto es mejor que esto” o “aquello es peor”. Entiendes
que todo forma parte de un conjunto y cada cosa tiene su sitio. También en el
cosmos y lo que nos rodea. Sin embargo, con qué facilidad en el ámbito humano
nos pasamos la vida haciendo juicios, de nosotros mismos y de los demás. Al
dejar de lado la mente, las jerarquías y los niveles desaparecen. Cada uno está
en su estado de conciencia y proceso evolutivo y no hay más historias.
-Una buena
pregunta que planteas es por qué no vivimos todo de un tirón, evitando las
sucesivas encarnaciones.
-Hay una razón espiritual profunda. Esa ruptura entre las
encarnaciones acelera el proceso consciencial. En el plano de luz tienes una
percepción, una perspectiva amplia de las cosas, ahí se ofrece una ventaja que
no posee una encarnación única, que es evaluar tus experiencias y decidir cuáles
quieres vivir y volver a encarnar y comenzar un nueva vida en consonancia con
ello.
-Comparto
contigo la afirmación de que nadie viene a esta vida a sufrir.
-Y añadiría otra: sufre quien quiere. El sufrimiento es una
elección y forma parte del proceso consciencial. Místicos como san Juan de la
Cruz lo han llamado “la noche oscura”. El sufrimiento, la tristeza, la soledad,
tienen su papel, pero ¡cuidado!: tú eres libre de decir “vale, el sufrimiento
es una vía de evolución consciencial, pero yo voy a evolucionar desde el gozo,
el placer de la vida misma”. La mente, además de ver todo torcido, funciona en
el contraste, en los opuestos, y siempre tiende a ir hacia el lado negativo. En
la cuestión de salud y enfermedad, las personas sanas no valoran la salud que
tienen, los días pasan sin que haya un agradecimiento a ellas mismas y a la
vida por poder disfrutarlos con fortaleza y energía. Pero llega una simple
gripe y ya estás pensando en lo importante que es la salud; y cuando la recuperas,
te olvidas de nuevo.
-Enfermamos
por la mente…
-Sí, cuando te empeñas en vivir a través de la mente. El estado de
conciencia evoluciona por las experiencias del día a día, no por los libros que
leas o los vídeos que veas, que sólo sirven si hay interiorización propia y
puesta en práctica. La mente no computa las experiencias de gozo, como la
salud, pero sí las experiencias del sufrimiento, como la enfermedad. Es como si
hubiera dos zumos: uno de naranja, dulce; y otro de limón, ácido. La mente no
ve el de naranja, así la gente para evolucionar toma mucho zumo de limón. ¡Oye,
déjalo, de lo contrario no te quejes! Valora la salud y evoluciona desde el
gozo. Desde hace mucho tiempo evoluciono desde el gozo, de mi vida ha desparecido
radicalmente el sufrimiento, se acabó. No me inquieto por nada.
-Por eso
afirmas que la iluminación es vivir sin quejas. ¿No hay que ir a un Shangri-La?
Es mucho más económico y simple el trámite.
-La iluminación consiste en darte cuenta de lo innecesario de la
iluminación, porque ya lo estás. Estamos iluminados, es lo que somos; cosa
distinta es que te aferres al coche, te olvides de lo que eres y te lances
buscando la iluminación no sabemos dónde. Como ha dicho Krishnamurti, sé una
luz para ti mismo. La iluminación es ser normal. Cuando una persona se quiere
revestir de “circunstancias especiales”, esa persona no está iluminada. La
iluminación no consiste en levitar, hacer milagros o cosas raras de telepatía,
adivinación, recibir mensajes de vayas saber dónde. Eso no tiene nada que ver
con la iluminación. La persona iluminada es normal, entendiendo como tal a quien
lleva una vida sencilla, con una práctica cotidiana basada en esa simpleza, con
mucha paz, en el aquí y ahora, compartiendo con los demás. Es verdad que en el
lenguaje coloquial hemos terminado confundiendo lo que es frecuente con lo que
es normal. Muchas cosas frecuentes no son normales sino profundamente
anormales; y cosas normales son muy poco frecuentes.
La mayor plasmación práctica en la vida diaria de la iluminación es
vivir sin quejas. Una persona iluminada ha comprendido que lo que ocurre en su
vida y en la de los demás, en la Tierra, en el cosmos, todo tiene su sentido
profundo. No existen las casualidades, todo está lleno de sincronías, en una permanente
relación causa-efecto, y todo tiene su sitio. A partir de esa comprensión real
que no da la mente, sino el corazón, que no es un acto de fe, desaparece la
queja. Te enamoras de la vida, vives la vida como lo que es en su totalidad, no
la divides en partes, no caes en la estupidez del ego de que “esto me gusta y
aquello no”. ¿Tú quién eres para juzgar la vida? Intenta adquirir una
perspectiva más amplia, comprueba que la vida entera es un milagro, en ella
todo lo que acontece tiene ese porqué y para qué, un sentido profundo. Se
confía en la vida, la confianza genera aceptación que no es resignación o
impotencia, la aceptación que deriva de que tú confías en la vida. Esa
confianza genera aceptación, ya no hay quejas.
-También recuerdas
que el núcleo duro de la espiritualidad se resume en aquella frase de “conócete
a ti mismo”. Para qué buscar más…
-Entre otros sitios, la frase estaba colocada en el pronaos del
Templo de Apolo en Delfos, en la Grecia antigua, hace dos mil quinientos años.
Allí la gente se conectaba con lo divino, el oráculo de los dioses. Y los
sabios la pusieron para que la gente se enterara desde el principio: “Oye,
conócete a ti mismo porque eso es la espiritualidad”. Expresado también a modo
de símil, ¿sabes que pondrían hoy esos sabios?... “Recuerda que eres Conductor
y coche, eso es conocerse a sí mismo”. Tienes un yo físico, mental y emocional
y eres divino, infinito y eterno: un ser que procede de donde no hay tiempo y
espacio, pero estás aquí viviendo una experiencia donde hay tiempo y espacio; y
necesitas un vehículo, el cuerpo, la mente… Sin embargo, eres mucho más que
eso.
-¿Quién
decide la hora de hacer el tránsito?
-El coche no se estropea por casualidad, cuando llega al fin de sus
días es porque lo decide el Conductor. Ha llegado el momento de transitar y a
partir de ahí genera un accidente o una enfermedad para desencarnar. El Conductor
lo decide cuando aquellas experiencias para las que había encarnado, las ha
vivido. O también cuando viniste a vivir unas experiencias, pero por libre
albedrío no las llevas a cabo y llega un momento en el que comprendes que ya no
las vivirás, y entonces desencarnas.
-¿Y siempre aparecen
señales que avisan?
-Podemos percibir la llegada de ese momento porque se dan mensajes.
Yo lo viví en agosto de 2010, cuando tuve la claridad absoluta, al hacer
meditación, de que en mi vida iba a ver un vuelco, ocurriría algo que yo
asociaba con el fenómeno de la mal llamada muerte. Igualmente, he hablado de
ello con personas que han vivido ECM´s. Y en muchos libros que recopilan estas
experiencias se menciona. Por eso lo afirmo rotundamente: siempre, siempre, hay
señales que te dicen que ha llegado el momento, que el desencarnar, el tránsito,
está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, vamos en el coche tan apegado a
él, con tanta velocidad, viviendo en una sociedad que rinde culto a la
velocidad, que esas señales las tenemos delante y no las vemos.
-Nos queda
hablar de los enfermos terminales, la esquizofrenia, el alzhéimer, la
bipolaridad, el karma… ¡del Gran Olvido! (risas).
-Sí que quedan cosas fuera, pero para ello está el libro.
-Lo más
curioso es que esto se publica en un mes, diciembre, cuando termina el año.
Alguien pensará “qué manera de terminarlo hablando de estas cosas”.
-Es que esa observación procede del miedo, pero estamos diciendo
que la muerte no existe. ¡Qué mejor noticia para la humanidad en el arranque de
2016!
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