El sistema socioeconómico vigente, por su visión
egocéntrica, economicista y materialista de la existencia, persigue y consigue
atar la vida de las personas al trabajo. ¿Cómo lo logra? Muy sencillo: debido a
las reglas y creencias que el sistema implanta y a la usurpación por unos
cuantos de la riqueza social y los recursos colectivos, se hace depender del desempeño
de un puesto de trabajo la obtención de los ingresos precisos para cubrir tanto
las pocas necesidades vitales básicas como las muchas creadas artificialmente
por el propio sistema. Es así como, finalmente, se encadena al ser humano al
ejercicio cotidiano de unas actividades laborales (físicas y/o intelectuales)
alienantes y alejadas de sus dones y talentos innatos. Sin embargo, por efecto también
del citado sistema de creencias, la mayoría de las personas, lejos de ver el
trabajo como la obligación impuesta que obviamente es, lo conciben como un
derecho y como tal se proclama solemnemente desde las instituciones que el
sistema genera, gobierna y gestiona. A partir de ahí, quedan convertidas en
esclavos integrales que, desde el disparatado convencimiento de que trabajar es
un derecho y no una imposición, se auto-explotan voluntariamente a sí mismos y caen
en un doble desatino: reclamar (a los políticos, a esas instituciones…) que
alguien cree un puesto de trabajo para ellos y sus seres queridos (el esclavo pidiendo que alguien, por favor, le esclavice); y organizar y programar
su vida y su existencia no en función de ellos mismos (sus sentires, sus
capacidades creativas, sus prioridades vitales…), sino de ese trabajo, con su
consiguiente dedicación horaria, que otro le proporciona y de la retribución
que este estima oportuno darle… ¡Uuuffff!... Para un momento y respira: ¿tan
ciego estás como para no ver lo tremendamente absurdo de todo esto? Abre tu
consciencia… Lo real es que nadie ha encarnado en el plano humano para venderse
como fuerza de trabajo. Y lo real es que a lo que el ser humano tiene
verdaderamente derecho, recordando a Paul Lafargue, no es al trabajo, sino a la
pereza, sabiendo que esta no es vagancia ni indolencia, sino el libre ejercicio
y el compartir libre y con entusiasmo de los dones y talentos que cada uno atesora para gozarlos y ponerlos en común con los demás… Con estas bases, el quid de la cuestión no radica en trabajar o no (hazlo
si así lo consideras necesario), sino en ser consciente de que no naciste para
ello y evitar que la actividad laboral te lleve al olvido de tus dones,
talentos y auténticas capacidades.
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Una nueva entrega
de Recordando lo que
Es se publica en
este blog cada domingo.
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