Así meditaba Abul Beka:
—Hermano pájaro y hermana nube. Hermano árbol y hermana flor.
Hermano cielo y hermano sol.
»Hermana llanura, que acaricias mis pies cansados. Hermana agua,
que en la lluvia alimentas los campos, y en ellos alimentas mi boca.
»Hermanas estrellas, que animáis mi pecho y mi corazón, y en el
sueño de la vida me alentáis. Cuántas...! ¡Cuántas veces he caminado con
vosotras y a vuestro lado buscando la luz! Sois mis hermanas de viaje y cuando
nadie me miraba, vosotras estabais conmigo y lavabais mi frente.
»¡Cuántas veces, hermano monte, me diste calor en tus laderas y
cuántas me hablaste al oído sobre aquellos tiempos en que aún eras un tierno
valle! Me diste tu mano de siglos para apoyarme cuando mi alma sentía
desaliento en aquellos atardeceres de mi infancia, en que aún buscaba y creía
que el conocimiento estaba encerrado en las semillas, o bajo las hojas del
jardín, o en el interior de los olmos.
»Muchas tardes andaba «el camino viejo», creyendo que los pasos de
mis pies me podrían acercar a él.
»O me subía hasta las copas del nogal para alcanzar las estrellas
cuando venían de noche. O le preguntaba a los pajarillos sobre sus secretos.
Pero no los entendía. Y conforme iba creciendo, sentía que me alejaba más y más
de aquellos mis hermanos. Hoy los he vuelto a encontrar después de mucho
tiempo. Hoy ya sé lo que me quieren decir.
»Y de verdad os digo que si pudiese transcribir aquello que me
hablan al lenguaje de los hombres, sería algo así: «Paz... Paz y amor. Paz y
amor».
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial
Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de 2017.
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