Y decía Abul Beka:
—Los árboles dan sombra; mas las sombras se estiran, aunan y
diluyen movidas por el sol, y el árbol sigue quieto.
»Los muros de las casas dan sombras que se extienden hasta llegar a
otros muros. Y después se retiran para dejar que esos otros muros hagan lo
mismo. Así juega el sol todos los días con las calles; pero ellas siguen
quietas e imperturbables.
»Cuando se levanta la mañana, empieza a vivir en el río y el río la
refleja, y todo el día late al son de las ondas, para morir cuando nace la
noche; pero el río sigue igual.
»Mirad la piel de las montañas; cuando nace una estación, le da una
entonación y cuando muere, viene otra entonación distinta traída por la
estación vecina. Y así vienen en oleadas en el tiempo las estaciones cogidas de
la mano; pero las montañas siguen igual.
»Cuando el espíritu se viste y se refleja en este plano de la vida
y toma un cuerpo planetario, no es este, sino su sombra, y a lo más dura el
tiempo que el sol de la vida juega con él. Después se diluye hasta que otro día
de nuevo el sol de la vida arranque una nueva imagen. Así muchos son los que
caen en adorar sus sombras y morir con ellas, para nacer en otra nueva.
¡Qué ilusión es la de morir y nacer cuando el espíritu es no
nacido!
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial
Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de 2017.
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