¿Quién
gana algo en una competición?, ¿de veras que alguien gana algo?, ¿quién? Quizá
respondas que el primero y, a lo mejor, el segundo y el tercero. Pero, ¿eso es
ganar?... ¿Qué se gana, una medalla, dinero, reputación…?, ¿qué se gana que con el
tiempo no se pierda?
Da
igual lo que se gane en una competición, sea el valor que se le quiera dar a lo
que obtenga. Porque ganar una carrera de galgos no es importante para quien
gana un torneo de ciudad de tenis, por ejemplo, pero al revés es igual; va en
función del valor que se le dé a la competición para nos y otros.
Toda competición es relativa. Incluso una
competición mundial. ¿Por qué? Porque con el tiempo se suele olvidar y siempre
llega alguien que gana en menos tiempo, que da más espectáculo… Stop. Ésta es
la clave: el espectáculo que conlleva la competición.
Si
la vida es una competición es, por consiguiente, un espectáculo. Por tanto,
cada vez que compites estás ofreciendo un show, una función, una representación…
siempre para alguien, que es quien gana algo: la muestra del espectáculo. En
concreto: la ridiculez de la competición, desde mi punto de vista.
No
hay que enfocar esto a nivel deportivo exclusivamente, sino a nivel social, laboral, personal, al nivel en que se compita. Os habéis
empeñado y habéis aprendido el adoctrinamiento de la competición como modus
vivendis. Vivís para competir, para dar espectáculo. Sois el show terrenal.
¿Os
suena de algo eso de “Si no se juega a lo que digo me llevo mi pelota” o “No
juego si no se juega a lo que quiero”?
Cuanto
más compites menos ganas. ¿En cuantas carreras (competiciones) has participado
y cuántas has ganado? En los negocios ocurre igual, en la política, en todo.
Cuanta más participación menos ganancia. Cada vez que no eres el primero o
ganas, literalmente ha perdido. Dicho de otra manera, no ganas nada, más que
dolor, sufrimiento, desgaste, humillación, oprobio, Dime ¿qué ganas? Si hay
sinceridad en la respuesta será un NADA. La competición es la muerte de vuestra
sociedad. Jamás ha llegado a nada, siempre acaba perdiendo. Cuantas más
guerras, menos se gana, más se pierde. Porque aunque el conflicto lo gane uno, ¿cuántos
son los miles que han perdido la vida, y las miles de familias destrozadas?
Sigue
compitiendo, a ver que ganas. A lo mejor ganas una mala pensión para la vejez.
Pero justo en ese momento, de la vejez, te des cuenta que no merecido la pena
la lucha, la competición. Pero no te preocupes, todo esto se acabará pronto, y ya
no habrá más competiciones. Entonces te puedes preguntar aquello de: ¿de que te
sirve ganar el mundo si pierdes tu alma? Porque en verdad pierdes el alma en
una competición continuada como es la vida tal y como la tenéis planteada en la
Tierra.
Tienes una oportunidad magnífica: deja de
competir y habrás ganado, seguro. Sólo cuando dejas
de competir y medirte con los demás, ganas.
Enfoquémoslo
por otra vertiente. Se trata de superarse, no de disputarse. Se trata de
alcanzar tus logros independientemente de lo que hagan los otros. Esta es la
cuestión, la superación, no la disputa. ¿Por qué? Porque cada uno es distinto a
los demás. Cada cual tiene unos talentos, virtudes, capacidades distintas. Sólo
has de lograr el mayor mejor desarrollo personal de tus habilidades, sólo eso.
Si
te sigues empeñando en la competición solo será un oponerse a lo que los demás
hagan. Pero si se muestra lo que uno es capaz, la cosa cambia, pues entonces
cada individuo mostrará lo mejor de sí sin tener en cuenta a nada ni nadie con
quien competir, y en ese sacar lo mejor hay un gran disfrute. Se disfruta en
uno al superarse a sí cada día, y se disfruta con la muestra que ofrecen los
demás en el mismo afán sin que haya una medida de competición, sino un
gratificante asombro de lo que cada uno puede dar.
Competir lleva a la frustración y no se gana nada.
Competir
es una disputa sin fin y sin ganadores.
Competir
es un desgaste de fuerzas, de energías y de sin sabores.
Competir
fomenta las diferencias, favorece la disputa y el desencuentro.
Supérate,
disfrútate y que cada cual sea cada cual.
La
grandeza de un ser humano se puede medir, si quieres, en la nobleza de sus
actos mostrados sin el afán de humillar a nadie.
Serás
más grande y mejor en tanto en cuanto saques lo mejor de ti mismo en busca del
logro personal, de la superación individual.
Si
dejas de competir, ganas. Esta es la clave.
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Autor: Deéelij
Fuente: De
su libro Alas sin plumas (Ediciones
Ende, 2016):
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