¿En Silicon Valley están muy locos?
–¡Ja, ja, ja! Depende. Algunos, como este alemán Peter Thiel, quien
creó PayPal y que ahora está con Trump, él está un poco loco. Pero la verdad es
que no son locos, son un poco arrogantes. Pero son arrogantes con
justificación, porque realmente cambian el mundo, mucho más que un gobierno.
Por eso también les llegó pésimo lo de Trump. Estaban muy enojados, no podían
creer que se usó su tecnología para poner a un fascista en el poder. No, la
verdad es que todavía están muy confundidos con eso. Bueno, dicen que la caída
viene después de la arrogancia.
Algo que cuesta asimilar es que los datos, al crecer tanto, ya se
explican a sí mismos, descubren solos sus relaciones causa-efecto. Como el
traductor de Google, que se pegó el gran salto cuando le quitaron las reglas de
traducción y empezó simplemente a comparar datos.
–Y con eso, además, ya puede traducir entre dos idiomas aunque
nadie en el mundo hable esos dos idiomas. Te cuento un caso. ¿Te acuerdas de
ese juego para Atari y PC, parecido al pimpón, en que tenías que mover una
barrita hacia los lados para achuntarle a una pelota que rebotaba arriba en
unos bloques? Y sacabas puntos al ir destruyendo esos bloques.
Sí.
–Bueno. Al DeepMind, un programa de IA que usa el Deep Learning, lo
pusieron frente a ese juego y le dijeron “tienes que ganar puntos”. Pero no le
dijeron cómo se ganan los puntos. Ni siquiera le dijeron “vas a ver una
barrita, una pelota y unos bloques arriba”. Solamente le dieron la capacidad de
reconocer pixeles. A los diez minutos, el DeepMind casi no agarraba la pelota,
porque no entendía frente a qué situación estaba. Después de dos horas, jugaba
al nivel de un experto. Y a las cuatro horas, mejor que cualquier ser humano.
Pero no sólo por su precisión técnica, sino porque descubrió una estrategia
para ganar que poca gente descubre. Es decir, sólo correlacionando movimientos
de pixeles y puntos ganados por azar, llegó a innovar y ser más creativo que la
mayoría de los humanos. Es lo mismo que hace la IA con el ajedrez. Se suponía que Go era el juego
en que nunca iba a pasar a los humanos, muchísimo más complejo que el ajedrez.
Bueno, DeepMind le ganó hace medio año al campeón de Go. Entonces sí, la
información se autointerpreta y son mejores que nosotros.
¿Es cierto que las grandes compañías ya toman decisiones sin saber
por qué las toman? Sólo porque la
IA ve los datos y les dicen “hagan esto”.
–Claro, y está perfecto. Además, las relaciones de causalidad, muy
filosóficamente, nunca las podemos conocer. Como decía Popper, sólo podemos
descartar causas: tú no puedes saber si realmente X causó Y, sólo puedes
comprobar que Z no causa Y. Pero estas correlaciones nos sirven para explicar y
predecir. Ahora, si tú cambias el sistema que produjo estos datos, ahí te
puedes equivocar muchas veces. Pero ese ya es otro problema.
Pero también sería un problema si, por ejemplo, llegáramos a meter
preso a alguien porque su conducta en Facebook, según un programa, predice que
es un potencial asesino.
–Sí, pero esto también lo hacen las personas. Si un psicólogo dice
que eres un peligro para la sociedad, también te pueden encerrar. Y la verdad
es que la IA es
muchas veces más exacta que un psicólogo. Al final, el juego con la tecnología
siempre ha sido ver cuáles tareas se pueden automatizar y cuáles se quedan con
nosotros. Los primeros imperios, por ejemplo, su gran innovación fue hacer
canales de agua para sus plantaciones. Así ya no necesitaban usar un tercio de
su fuerza laboral en ir cada vez al río y traer agua. Imagínate, qué brutal: un
tercio de la gente quedó desempleada. ¿Pero qué hicieron con ellos? A la mitad
los convirtieron en soldados y empezaron a dominar a otros pueblos. A otros los
hicieron arquitectos y constructores y crearon las ciudades y templos más
grandes de la humanidad. Otros se hicieron artistas, otros empezaron a
escribir… ¡a escribir, hueón, no tenían nada más que hacer! Y es así como las
sociedades han avanzado, ahorrando tiempo y automatizando tareas. Si un robot
reconoce células de cáncer, te ahorras al médico. En San Francisco hay una
farmacia donde no hay ninguna persona trabajando: yo soy un robot, tú me das
una receta, yo te mezclo un poco de este polvo, un poco de este otro, lo pongo
en una caja y te lo doy. Además el robot sabe exactamente qué interacción hay
entre qué medicamentos, más que ningún farmacéutico. Más del 50% de los
actuales empleos son digitalizables, incluso escribir noticias rápidas, como
sabrás. Y ya no hablamos de reemplazar a los obreros, como en la revolución
industrial, sino también los trabajos de la clase más educada: médicos,
contadores, ¡abogados, hueón! Hay una aplicación en el teléfono que te dice
cuánto estás obligado a pagar si te divorcias, según los detalles de tu caso.
Te ahorraste mil dólares de abogado por pedirle ese estudio. Claro, es brutal.
Pero esto ya ha pasado antes y no fue el fin de la historia. Inventaron hueás
nuevas tan locas como escribir, que antes nadie tenía tiempo de pensar en eso.
Lo que sí sería nuevo, y es el gran miedo cuando se habla de la
“era de la singularidad” que supuestamente viene, es que el robot pase a
decidir por nosotros. En el fondo, que nos ganen.
–Claro, es la pregunta: si va a ser “el Terminator contra
nosotros”. Mira, la singularidad viene. O ya está acá. Trata de deshacerte de
tu celular por un año. Ya estamos fusionados con esta tecnología, como sociedad
y como especie. Nuestra distribución de recursos ocurre básicamente en la
bolsa, y acá el 80% de las transacciones de la bolsa son decididas por IA. El
99% de las decisiones de la red de electricidad son tomadas por IA que localiza
en tiempo real quién necesita energía. Y si tú me dices “mira, Martin, recién
descubrimos una especie donde un sistema que se llama IA distribuye el 80% de
los recursos y el 99% de la energía”, yo diría “bueno, IA es una parte
inseparable de esta sociedad”. Y ya no se puede deshacer, no se puede
desenredar. Tú podrías irte a la cordillera, dejar tu celular atrás y nunca más
tener interacciones digitales, pero ya no serías parte de nuestra sociedad.
Dejarías de evolucionar con nosotros. El punto aquí es que la especie humana ya
evoluciona en convergencia con la tecnología, que en algunos aspectos ya es
mejor que nosotros… no en todos. De nuevo, la pregunta es qué cosas dejamos a la IA y qué cosas no.
Mientras eso lo decidamos nosotros y no ellos, si aprenden a
pensar por su cuenta.
–Sí. Y si me preguntas a mí, digamos, filosóficamente, lo que creo
que está pasando es que efectivamente estamos creando una supraespecie, otra
especie superior. Pero la verdad es que no tengo tanto miedo de eso.
¿Por qué no?
–A ver… Normalmente entendemos que la selección natural, cuando hay
dos especies, elige a una de las dos, la famosa “supervivencia del más apto”,
¿no? Pero también hay ejemplos de simbiosis en que las dos especies se
fusionan, y yo creo que en este caso las dos especies se van a fusionar. Pero
ya hablamos tanto que no sé si vale la pena explicar todo esto…
Parece que sí.
–Quizás para entenderlo hay que mirar cómo funciona la vida, los
sistemas vivos. Como sabes, existen diferentes niveles de abstracción: abajo
tienes partículas subatómicas que interactúan para formar átomos; los átomos
forman redes para crear moléculas; las moléculas, para crear células, y las
células se ponen en redes –cada una con su respectiva pega– para crear
organismos. Después los organismos se ponen en redes para crear sociedades. Y
ahora, ¿qué viene después? Sociedades que se ponen en red a través de la
tecnología para crear algo superior. El punto es que cada uno de esos niveles
cree funcionar con sus propias leyes, y no saben que gracias a esas leyes se
han formado otras leyes que han creado un nivel superior. Mis células no saben
que yo tengo conciencia. Se encuentran y dicen “mira, ahí hay una bacteria, ¿la
atacas tú o yo?”. Piensan que son bastante libres, ¿no? Pero los grandes
números crean una estadística confiable de que esa bacteria va a ser atacada, y
gracias a la estabilidad de esos promedios es que mi sistema tiene la tranquilidad
para crear lo que llamamos conciencia. Y lo que creo que va a terminar haciendo
la digitalización es convertirnos a nosotros en células de un organismo mayor.
¿Cómo?
–A medida que la IA
empiece a organizarnos, a programar a la sociedad. Y va a poder hacerlo porque
si bien tú y yo creemos ser muy distintos, el funcionamiento de la sociedad,
con los grandes números, consigue promedios muy estables. Entonces este
organismo puede sobrevivir, hasta que yo me imagino que va a poder producir una
conciencia. Pero nosotros ni vamos a saber que esa conciencia existe. Por eso
te digo que no va a ser “Terminator contra nosotros”. Es un supraorganismo con
el que nos estamos fusionando, y la digitalización es como el aceite que nos
une. La verdad es que normalmente no hablo de esto en entrevistas públicas,
pero eso significa para mí la singularidad: estamos convergiendo con la
tecnología para crear un ente superior, que se llama sociotecnología,
tecnosociedad o como lo quieras llamar.
¿Por qué no te gusta hablar de esto en entrevistas?
–Porque es muy loco, ¿no? Es muy profundo y hay gente que se
preocupa más de la cuenta. Prefieren hablar del robot de Amazon que les mandó
un paquete equivocado. Nos descoloca que nos hablen de un chip implementado en
el cerebro, pero ya todos usamos tecnología para aumentar nuestras capacidades.
No es en ningún caso el fin de la humanidad, es la evolución que sigue su
camino. Y la manera en que esto ocurra va a depender de nosotros. Entonces nos
conviene entender que tenemos por delante una gran responsabilidad, porque
nosotros diseñamos las instituciones que van a definir el futuro de estas
convergencias.
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