¿Es necesario solicitar perdón por evolucionar? Quizá sí, quizá no...
Si
me estoy preparando para correr una maratón, lo lógico y, además, prudente es
dedicarle tiempo al ejercicio y hacerlo muy a conciencia. Porque si no lo hago,
lo más habitual es que o bien no termine la prueba o, si llego, puedo hacerlo en
una condiciones lamentables.
Así
que durante toda esta vida me he dedicado a esta maratón del salto conciencial.
En ese proceso, que fue arduo e intenso, a la vez que placentero cuando percibes
que vas completando pasos y etapas, hubo que dedicarle su tiempo; y si quieres,
cierto esfuerzo con una dedicación, a veces, muy detallada y exclusiva sin
atender a otras que se antojaban algo superfulas como es la indumentaria a
llevar en el tránsito a recorrer.
Lo
que ocurrió, y ocurre en la actualidad a muchas personas, es que cuando estás
en ese proceso de entrenamiento vas observando que otras personas que están en
lo mismo, pero sin la misma dedicación, que no es criticable, van quedando
atrás aunque empezaran al mismo tiempo su puesta en acción. También observas
como otros se van incorporando, de golpe, y mantienen el ritmo como pueden
durante un tiempo, hasta que han de disminuirlo dado que no lo pueden seguir
manteniendo por su falta de preparación previa.
En
todo ello, siempre, se puede encontrar quien te diga que vas muy rápido, que no
es bueno destacarse, que si no has medido bien tus fuerzas, que si pitos y
flautas… Cuando sonaron esos clarines,
ni caso hice, seguí adelante, a mi ritmo, y reconozco que a veces azuzándome un
poco más de la cuenta, pero me sirvió. A día de hoy reconozco que mereció la
pena.
Y es
que esta carrera sin correr, sin prisas, sólo conducido con el palpitar de un
pálpito interno al salto conciencial, requería cierta implicación y, añado, responsabilidad con un compromiso propio que no se quebrara ante agentes
externos perturbadores. Lo que pasó es que llegó el momento en que ya no
iba dentro del pelotón, sino algo adelantado, al inicio; pero algo después, integrado
en grupos pequeños dándonos relevos continuados, hasta que llega el instante en
que das un tirón dado que estás preparado y te adelantas. Y es el momento en
que vas en la carrera algo solo a sabiendas de que delante van unos y detrás
más, pero si miras a un lado y otro, no ves referencias de por dónde van los
demás; y aquí puede llegar eso de la soledad, del pensamiento interno que te
puede desmoralizar. Pero seguí, persistí.
No
se trataba de llegar el primero, al menos para mí, sino de llegar, y cuanto
antes mejor que mejor. Y llegué. Ya
estoy aquí, incluso un poco más para allá de lo previsto; y es tremendamente
jugoso y hermoso, te lo aseguro.
Sé
que en ese proceso muchos seres queridos y amados quedaron atrás, pero no era
por abandonarles, sino porque no podían seguir el ritmo que me apetecía mantener.
Y puede ser que esto sea considerado algo no solidario y, si quieres, te lo
admito, pero tengo la firme creencia y seguridad de que esta carrera, que no lo
fue, sino desafío a culminar, es cuestión de un@ mism@ y que a ello te has de
dedicar pese a quien le pese y sin pesar propio que almacenar, pues hubiera
sido un lastre que transportar a riesgo de no llegar.
Ahora,
todavía, hay quienes corren y van a su marcha en ese caminar a meta segura y
magnífica y ni pretendo animarles ni azuzarles, sólo decirles que sigan
evolucionando sin pensar que han de pedir perdón por ser quienes son en su
propio declinar, que de lo que se trata es de llegar, pues al arribo todo es
gozo y olvido del padecer de lo que quedó atrás.
Pero
si quieres, pido perdón por tanto querer evolucionar hacia lo mejor de lo mejor.
Dedicado
a Hmong, a quien colgada dejé de tanto evolucionar.
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Autor: Deéelij
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