Apoyar a los
niños y jóvenes en el descubrimiento, reconocimiento y ejercicio de sus dones y
talentos es el sentido profundo y la razón de ser de la educación. De hecho, la
educación se enfoca y dirige hacia los dones y talentos o no es tal... Educación
y educar proceden del verbo latino “educare”, que significa extraer del otro lo
mejor de sí. Por ello, la educación tiene dos fundamentos: colaborar para que
el niño, el adolescente o el joven se conozca a sí mismo; y que, al hacerlo,
ponga en valor sus dones y talentos, sus capacidades y facultades innatas. Sin
embargo, bajo la influencia de la consciencia egocéntrica y el sistema que
sobre ella se ha implantado, la educación no es sino formación, que es algo muy
distinto. Coloquialmente, educación y formación se usan como sinónimos, pero no
lo son; como tampoco es igual educar que formar. Concretamente, formación y
formar derivan de otro verbo latino, “formare”, que admite actualmente una doble
traducción: formar y formatear. La línea que separa ambos términos es fina,
pero trascendente. Formar hace referencia al aprendizaje de técnicas,
herramientas y conocimientos, ligados o no a los dones y talentos de la
persona, para acceder al mercado laboral. Y formatear es lo que se hace en
informática, por ejemplo, con un Cd: borrar los ficheros primigenios que contenía
para sustituirlos por otros. Esto, formatear, no educar, es lo que suelen hacer
los padres y el autodenominado sistema educativo. Se ignoran y desatienden los
ficheros originales del niño, adolescente o joven –sus dones y talentos- y se
imponen en su lugar otros ficheros distintos: sistemas de creencias que actúan
cual “programas informáticos”, desvirtuando y anulando lo que los chicos son,
amoldándolos y sometiéndolos a lo que el sistema social y económico vigente
quiere de ellos y ajustando y encorsetando su comprensión de las cosas y sus
pautas de conducta y comportamiento a las normas y reglas fijadas por ese sistema.
En definitiva, se les transforma en una especie de robots que no hacen cosas
por sí mismos –por lo que son y se mueve en su interior-, sino como acciones y
reacciones mecánicas y automáticas inducidas y provocadas por esos programas
informáticos, por esos sistemas de creencias, con los que se les ha formateado.
Y a esto se llama educación… Así, en vez de colaborar a extraer de los niños y
jóvenes lo mejor de sí, se les aliena y prepara para una vida marcada por el
olvido y la renuncia a lo que verdaderamente son –lo que inexorablemente
conllevará frustración y sufrimiento-, procurando, al unísono, imbuirles una
consciencia egocéntrica hasta convertirlos en esclavos integrales aptos
exclusivamente para trabajar y sobrevivir.
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Una nueva entrega
de Recordando lo que
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