El árbol que existía ayer,
ya no es.
Parecía fuerte y, por eso,
eterno.
Sin embargo, sucumbió entre
los vientos de la evolución...
Cayeron sus hojas,
aun las que se agarraban
fuertemente a los tallos.
Quedaron las ramas y el tronco
desnudos en la noche.
Pero detrás de todo este
vacío,
apareció una luz rojiza de
amor y confianza:
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Autora: Concha Redondo (concharedondo@gmail.com)
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