Hablando
con amig@s, familia, gente no tan cercana, en muchas ocasiones, me doy cuenta
de que sale un sentimiento de frustración y quejas de situaciones que han
vivido. Y observando lo que explican, cómo se sienten, me doy cuenta que de
todas aquellas cosas que experimentamos, muchas veces, además de interpretarlo
a nuestra manera, somos selectivos con lo que nos quedamos. Y así no
aprendemos. Y como no lo hemos aprendido, se nos siguen repitiendo situaciones
parecidas una y otra vez para que podamos aprenderlo. Me di cuenta que este
círculo de repetición de experiencias cambia o se transforma en el momento que
somos conscientes del motivo por el que se nos repite.
Por
ejemplo, una persona comienza una nueva actividad, pongamos clases de danza, y
en esas clases conoce gente nueva, disfruta de la experiencia nueva en sí,
tanto por ser nueva, llevarla a cabo con entusiasmo, por compartir esa
actividad con gente desconocida con la que pueden compartir un mismo
gusto. De esas personas, a medida que hay más cercanía, con unas hay más
cercanía y con otras menos, pero en sí, está siendo una experiencia placentera
ya que se disfruta de la actividad en sí y se puede compartir a la par con
personas que tienen la misma pasión.
A medida
que esa actividad pasa de ser algo novedoso a algo rutinario (y lo novedoso
suele ser superficial, puesto que se necesita convivencia y práctica para
conocer a fondo esa actividad), se “cae el velo” de lo nuevo y empieza a
haber “problemas”, porque lo novedoso suele ser maravilloso, se hace con
ilusión y entusiasmo, con “espíritu aventurero” y tras ese primer velo, lo que
queda es la realidad. Y cuando se cae ese velo de entusiasmo, ya sea porque las
clases en sí no te dan los resultados que esperabas, la gente con la que lo
compartías no era lo que al principio parecía, o algunas personas sí, otras no…
aparece un sentimiento de desilusión general por la actividad en sí. Esto nos
ha pasado muchas veces en muchos ámbitos diferentes.
Lo que
pude sacar de esto es… ¿Y si dejo de juzgar la situación como
positiva o negativa? ¿Y si en vez de centrarme en lo que no me ha aportado
recojo lo que he crecido con esa vivencia? ¿Y si en lugar de quedarme con las
diferencias, disputas o con las expectativas sin cumplir me doy cuenta de que
la experiencia en sí, el vivirla, me ha conducido hasta aquí, hasta este
momento de ser consciente? Cuando puedes observar una experiencia vivida
sin juzgarla, sin verla a través de “las gafas de la carencia” siempre se
obtiene aprendizaje, siempre. Y ese aprendizaje que emana, es sabiduría. La
sabiduría viene de la experimentación sin juicio de cualquier actividad
cotidiana.
Y de la
mano de la sabiduría viene el agradecimiento. A veces me han dicho, ¿pero cómo
puedes agradecer eso que te pasó? Si fue una experiencia tan desagradable!! Y
si, en el momento muchas experiencias son desagradables o las percibimos así
cuando llevamos las gafas de la carencia, pero con la distancia y cuando has
vivido repeticiones de experiencias parecidas, y dices… ya basta! Aquí hay algo
que no estoy viendo… se sigue repitiendo el mismo patrón… y decides ver sin
gafas, sin juicio, sólo observando lo que pasó sin añadir sentimientos
calificativos, aparece la consciencia y la comprensión de por qué pasó eso, y
para qué paso… y esa situación que parecía desagradable tiene total sentido.
Sin esa
situación hoy no se estaría en el nivel de consciencia que se está. Y pasas de
rechazar esa experiencia a agradecerla. Sin haberla vivido, hoy no serías lo
que eres. La culpa y el rencor solamente sirven para atrasar el
agradecimiento del momento presente.
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