Hasta el momento actual, las sociedades, los
países y naciones han necesitado de quienes les gobierne, y aunque no es nuevo,
tampoco es algo que me haya inventado.
Que
alguien gobierne a alguien tiene dos derivas: la primera, que el gobernado se
ve incapaz para liderar su propia vida necesitando de alguien que lo haga en su
lugar; la segunda, que es dónde radica el auténtico drama, en que ese que gobierna a
los demás se convierte, o más bien se erige, en un líder al que seguir,
proclamar y, en muchas ocasiones, adorar.
Por
tanto, la problemática estriba en que, al parecer, más bien porque así se ha
hecho creer sin discusión posible en la educación recibida, existen personas,
determinadas, no sé sabe porqué, que son los únicos líderes capacitados para llevar
al rebaño a pastar donde mejor le plazca dado que el rebaño no sabe a dónde a
de ir a pastar, ni dejar de ser rebañote nadie. Pero a esto se le añade otro
problema mayor que es el siguiente: quien se atreva a disentir del sistema de
ser gobernado por un líder puede ser llevado a la ridiculez más absoluta, como
mínimo. Así que también se enseñó a estar callado sin rechistar tanto si gusta
como si no, se enseñó a que un líder ha de estar ahí arriba “velando” por el
bien de los demás.
Todo este conjunto de memo ideas
preconcebidas, únicas de una realidad ya caduca, condujeron, en el pasado,
no tan lejano, a que las sociedades se estrellasen, una y otra vez, contra el
mismo muro en el que topaba el líder de turno. Tras el brutal golpe, la única
solución que quedaba, al parecer, era elegir a otro pastor de manadas, que no
era más que otro lobo disfrazado de corderito, que les volvía a realizar la
misma jugada, se tardara más o menos tiempo: repetir el mismo proceso de ser
guiado por alguien cegado de poder sobre los demás, llevándolos a un abismo.
¿Se
ha aprendido de eso con los años? Evidentemente no. Los remanentes palpables de
esa forma antigua de malvivir prosiguen, aunque cada día con menos crédito por
parte de las masas que empiezan a cuestionarse, en lo interno primero, y luego
en público sobre el acierto de continuar con la tendencia reflejada.
Pase lo que pase en el futuro, más próximo o
lejano, con esas formas caducas de gobierno, la cuestión que quiero plantear es
que un ser humano de una realidad de 4D ha de tomarse en serio ser su propio
líder. Es muy posible que muchas personas hayan iniciado ese proceso de
reconversión, y es cierto que así se va mostrando, pero llevará tiempo que sea
la nueva constante a la que tienda una sociedad de 4D.
Cuando
un ser de 4D empieza a notar sus procesos internos, lo primero que salta es el
cuestionamiento a las formas externas en las que estaba inmerso, pues no le
conducen a la felicidad prometida. Obviamente esto desemboca, inmediatamente,
en una profundización interna de reflexión sobre la necesidad de que alguien
sea quien le diga cómo ha de ser o hacer en su vida. Justo en ese instante, el
ser de 4D empieza a tomar las riendas de su vida convirtiéndose en su líder.
Ahora,
ser de 4D, porque para el de 3D todo esto le suena a antisistema, has de
preguntarte, muy seriamente, si vas a seguir tras de algun@s que se designan
los únic@s viables que tienen las soluciones a tu vida, o tú eres la solución a
tu vida siendo tu verdadero y auténtico líder.
En
una realidad de 4D asentada, la sociedad está repleta de líderes, tantos como
habitantes existen. Porque se llega al momento en que el uso pleno de la
libertad en total responsabilidad apoyada en el Amor es el mejor de los
recursos para liderar una vida y apoyar el liderazgo individual de los demás.
En
verdad, un líder no necesita de quienes le sigan, sino que él/ella siga siendo
su propio y exclusivo líder.
Conclusión: ¿En esta realidad de 4D se siguen
necesitando de líderes que te conduzcan a ti y, por extensión y/o añadidura, a los demás?
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Autor: Deéelij
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