Tuve que enterrar mi historia.
No me hizo falta cavar, solo echar tierra por encima.
Sacos enteros…
Cuanta más tierra ponía,
Más me acercaba a lo que yo soy
Y nada hay ya de lo que ayer era.
No tuve miedo a desprenderme… ni a desaprender.
Sabía que esa vida no era mía ya,
Que no me pertenecía.
Al enterrar no sentí la pérdida.
Sólo me sentía más libre, liberada.
La vida nueva, la de ahora, es más plena.
Quiero decir, que es más vida.
El Cuerpo muerto dio lugar a una simbiosis.
Ya no era cuerpo ni era tierra.
Era tierra-cielo,
Cuerpo-mente
Se transformó en alma viva.
Imperturbable.
Traspasaba todo como un rayo.
Ya no se podía detener.
Ya no vivía en los detalles,
Ni en los recuerdos.
No sentía ya dolor ni miedo.
Fluía traspasando
Todo lo que iba percibiendo.
Y en ese precioso fluir,
Vivía… siendo.
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Autora: María
Ferrer (mariafconciencia2@gmail.com)
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