“Vanidad, pura vanidad. ¡Nada más que
vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el
Sol? Una generación se va y la otra viene; y la tierra siempre permanece… Lo
que se hizo, eso mismo se hará” (Libro
del Eclesiastés, 1, 2-9)… La mente y el ego siempre te impulsan a hacer, a
moverte… Pero, ¿hacer qué?; moverte, ¿hacia dónde?; ¿por qué y para qué?... Date
cuenta: son los programas informáticos –sistemas de creencias- que han
instalado en tu mente desde que naciste los que te empujan a un hacer y a un
movimiento que estúpidamente consideras tuyos, pero que no lo son en modo
alguno: tan sólo son acciones y reacciones mecánicas y automáticas generadas
por esos sistemas de creencias, por esos programas informáticos. Así, te
comportas como un robot y te lanzas inconscientemente a un hacer lleno de
trabajo, fatiga, esfuerzo, debo de, tengo que, obligación, sacrificio, carga…
Se trata de una dinámica de-mente en la que gastas tu energía y dilapidas tu
vida entre sufrimientos. ¡Para ya! Toma consciencia de ella y detenla. Primero,
percátate íntima y definitivamente de la “innecesariedad de hacer”, esto es, de
que no hay exigencia o necesidad alguna de hacer nada: nada que pensar,
construir, destruir, corregir, enmendar, perdonar, lograr, alcanzar, luchar,
conquistar, liberar, dominar, controlar, programar, redimir, despertar, salvar,
alzar, derribar… Nada que hacer que no sea simplemente vivir y gozar de una
Creación construida con la genialidad y la mano de la divinidad que tú mismo
eres. Y a continuación, conociéndote a ti mismo y observándote, siente y
percibe tus dones y talentos –capacidades, facultades, facilidades y
habilidades innatas, no impuestas por otros- y las energías que fluyen
generosamente en tu interior. Canaliza conscientemente hacia el exterior, hacia
tu vida diaria, esos dones y energías a través de un hacer que será ya un
“hacer no haciendo”, pues estará libre de esfuerzo, trabajo y obligación y
lleno de entusiasmo, pasión y con-pasión. Tu Movimiento será reflejo y
resplandor de la Quietud que constituye tu esencia y no el alocado repiqueteo
en el que venías sobreviviendo.
Emilio Carrillo
Sin
mente, sin lenguaje, sin tiempo (http://www.sinmente.com/)
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