Un
atardecer se encontró un zorzal con un jilguero.
—Hermano, dime: ¿dónde aprendiste las leyes de la
melodía y del canto? Yo por más que esfuerzo las notas de mi garganta lo único
que consigo es lanzar sonidos monótonos y nada armónicos.
Y el
jilguero le dijo:
—¿Es que no sabes de todas las generaciones en que
mis antepasados estudiaron y filtraron el viento de nuestro respirar hasta
lograr que saliera transformado en un trinar armónico? Tus antepasados apenas
prestaron atención a ello, porque más bien estudiaron el cómo pasar
desapercibidos.
»Tú haces de tu historia algo monótono y yo hago
de mi historia algo poético; pero ambos cantamos la misma historia.
»A ti te
aprecia el hombre porque le ofreces en tu cuerpo un buen bocado para satisfacer
su hambre.
»A
mí me aprecia el hombre porque le ofrezco una buena melodía para alentar sus
días llenos de monotonía. Al morir, tú con tu cuerpo y yo con mi canto,
alegramos al hombre en su diaria muerte.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en el este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de 2017.
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