Por aquellos tiempos Medina Runda
parecía un edén. Y eran muchos los peregrinos de las sierras que venían para
buscar en ella la Paz.
Muchos buscaban el consuelo de sus
corazones y el aleteo de sus espíritus porque el viento esparcía por los campos
la voz de Abul Beka El Divino. Y muchos llegaban y se postraban ante él esperando su palabra
como si fuese «el Profeta».
Mas él los levantaba diciendo:
—Hijos de la luna, no os confundáis,
no toméis este mi cuerpo por altar, porque no es merecedor ni tan siquiera de
elevar el incienso. Despertad mejor los altares que duermen en vuestros
corazones y limpiadlos para ofrecer sacrificios.
»Y cuando se unan, uno a uno, todos
vuestros sacrificios, verdad es que hasta el propio Padre Dios bajará halagado.
»No os durmáis en el egoísmo. Porque
os digo que es vuestro mayor enemigo, vencedlo y os trascenderéis como lo hacen
las aves del cielo; ellas no se preocupan de la comida ni de la bebida, ni
atesoran para mañana.
»Hay muchos que guardan el oro como
si con él pudieran comprar la muerte. Y muchos son los que lo malgastan como si
con ello pudiesen alargar la vida. En verdad os digo que no son sino
ignorantes, que no conocen la Verdad.
Y uno le preguntó:
—Dinos, Maestro, ¿cuál es la Verdad
de esto?
—De verdad te digo: aquel que sabe
que todo cuanto tiene no es suyo, sino de los Cielos, está en la Verdad.
»Y la Verdad la plasma y realiza aquel que sabe que es un
vehículo para dar todo lo que tiene a aquellos que lo necesitan.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y de Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en el este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de 2017.
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