Llegó cuando me amenazaban lobos hambrientos,
miedos y desconfianzas.
Cuando tenía el agua al cuello.
Vino de donde siempre había estado,
más allí nunca había mirado.
Cuando estaba al borde del barranco
me tendió la mano.
miedos y desconfianzas.
Cuando tenía el agua al cuello.
Vino de donde siempre había estado,
más allí nunca había mirado.
Cuando estaba al borde del barranco
me tendió la mano.
Entró en mí para quedarse,
como si éste corazón fuera su casa.
Ahora va conmigo a todas partes,
se tiende junto a mí de bruces en la yerba
y al amanecer es la primera en saludarme.
Me arrulla para que duerma,
canta, ríe
y habla a veces sin decir palabra.
Me lleva a ver el romper de las olas,
a sentir el batir de las alas de las gaviotas.
Me ha enseñado a sentir las gotas de rocío,
a cuidar los pétalos de las rosas.
En la montaña tiene su reino,
en una cabaña,
en el crujir de los bambúes
cuando los mueve el viento.
En las multitudes no me deja sólo,
ni en las tormentas.
Me ha enseñado a respirar profundo
y a descubrir prioridades.
Sé poco de ella
porque no tiene pasaporte,
ni apellidos,
ni mote,
ni siquiera sé su verdadero nombre.
Sólo sé que algunos le llamamos Calma.
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Autor: José
Miguel Vale (josemiguelvale@gmail.com)
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