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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de este enlace se puede tener información sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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Hemos creado
un mundo de infinitas posibilidades. Cada vez es más fácil compartir ideas e
incluso 'ser' otra persona gracias a la realidad aumentada. Pero el vértigo del
cambio obliga también a ser cuidadosos con las personas menos conectadas.
He aquí algunas cosas que
ya son ciertas hoy en día:
-Las inteligencias artificiales son mejores que nosotros en muchas
tareas y son capaces de entrenarse a sí mismas para alcanzar aptitudes (en
determinados campos como el ajedrez) que nosotros apenas alcanzamos a
comprender.
-La utilización controlada de alucinógenos y otras drogas podría
convertirse pronto en parte de terapias de uso corriente contra la depresión,
el duelo, la ansiedad y otros males.
-Ya están aquí los robots para tener sexo y hacer compañía.
-Ya son posibles formas totalmente nuevas de percepción sensorial,
tales como el North Sense [un chip que vibra cada vez que el usuario se gira
hacia el norte magnético] y el cerebro humano parece lo suficientemente
flexible como para utilizar cualquier corriente de información y forma de
control fiables.
-El genoma humano es ahora objeto de control e intervención.
-El género se está haciendo visiblemente más fluido que nunca y en
la sociedad está surgiendo un lugar para un espectro maravillosamente amplio de
formas de ser (personal, política y sexualmente hablando).
-Parte de ese espectro se podrá explorar con realidades
interactivas virtuales de inmersión, como BeAnotherLab.
-Dispositivos como los móviles y las tabletas se utilizan ya para
contrarrestar determinados tipos de daños biológicos como la pérdida grave de
memoria, algo que hace sólo unas décadas hubiera convertido al enfermo en una
persona dependiente.
-El deporte para personas con discapacidad, ya sea adaptado o
paralímpico, está expandiendo nuestro concepto de salud y cuidado físico en
formas difíciles de imaginar hace sólo unas décadas.
-El aumento de la capacidad neurológica, su mejora a través de las
drogas, el ejercicio o los implantes con actividad mental normal son posibles y
pronto pueden ser la norma.
¿Qué significa vivir en un
mundo emergente como éste? Es vivir en un mundo marcado más por lo que es
posible, la fluidez, el cambio y lo negociable que por imágenes caducas o
capacidades y naturalezas inamovibles. Un mundo de extraordinarias
posibilidades personales y sociales. Compartir es más fácil que nunca, la
solidaridad de grupo más factible y el mapeo comunitario de nuevas huellas
digitales está propiciando que múltiples grupos de población, antes escondidos, inspiren respeto social, comercial y político.
Es un mundo en el que la
inteligencia humana se podrá reparar y reinventar. Y uno cuyos cimientos
rocosos se están volviendo fluidos a medida que las capas digitales aumentan la
realidad con indicadores personalizados. También es un mundo cada vez más
penetrado por un grupo creciente de inteligencias no humanas (pregúnteselo al asistente
Alexa de Amazon, aunque no lo admitirá).
Todo esto difumina las
fronteras entre cuerpo y máquina, entre mente y mundo, entre la realidad
estándar y la aumentada y virtual y entre lo humano y posthumano. Estamos en
la cúspide de esta ola de cambio, el momento en el que, de forma creciente, la
inclusividad de un tipo (extensiones de la libertad personal, social y sexual)
choca con la amenaza de nuevas formas de exclusión, a medida que los
ciberpoderosos, fluidos y conectados, se diferencian cada vez más de los
ciberdébiles, no aumentados y menos conectados. ¿Quizás sea parte del precio
que hay que pagar por toda esa loable relajación social?
Después de todo, hubo una
época en la que los textos académicos eran terreno de unos pocos grupos de
humanos envidiablemente bien posicionados. Al final (y con la invención de la
producción en masa a bajo coste) el potencial transformador del texto se
liberó y transformó el mundo.
Hay que saborear este
momento, incluso si, mientras tanto, llamamos a tener cuidado y ser precavidos
con la velocidad, la naturaleza y el alcance de estos cambios. Este proceso
implica acostumbrarnos a la extraña naturaleza y la capacidad de penetración de
muchas de las nuevas subinteligencias que ahora nos rodean. Son algoritmos que hablan
con nosotros, que nos observan, que negocian por nosotros, que nos buscan
citas, que sugieren qué podríamos comprar, vender o ponernos. Son algoritmos
que acumulan información sobre nosotros, y que, poco a poco, irán penetrando en
todos los entornos construidos por el hombre, desde puentes a carreteras,
pasando por ciudades y dispositivos inteligentes de menor entidad.
Aun así, todavía no son
inteligencias como la nuestra. Pero parte de su mayor potencial reside en la
forma en que nosotros, los humanos, podríamos cooperar con ellas para formar
nuevos sistemas híbridos que sacaran lo mejor de cada uno. Además, un mayor
conocimiento y una mejor comprensión de la mente y el cerebro están ayudando a
romper las viejas fronteras entre lo psicológico y lo físico, conforme
aprendemos no sólo lo importante que es el cuerpo para la mente, sino también
cómo el cerebro ayuda a predecir y construir el mundo de la experiencia humana.
Ahora atisbamos los
próximos pasos en la evolución cultural y cognitiva humana y continuamos la
tendencia que comenzó con la llegada del lenguaje humano y la (mucho más
tardía) invención de la escritura y del almacenamiento externo y la transmisión
de ideas. Estos nuevos pasos apuntan a una era de fluidez y exigen respuestas a
una serie de preguntas y temas que hay que tratar en conversaciones como esta.
Las dos preguntas más importantes son: ¿cómo deberíamos gestionar este espacio
abrumadoramente grande de posibilidades humanas? Y, ¿qué precio estamos
dispuestos a pagar por el camino?
La primera es una cuestión
de práctica; la segunda, de ética. En términos prácticos, en un mundo con
tantas posibles maneras de ser, tantas mejoras y aumentos, y tantas prácticas
sociales, no será fácil decidir cuál es la nuestra. Aquí, la realidad virtual inmersiva
podría jugar un papel importante, al permitir la exploración barata y fácil,
aunque algo superficial, de múltiples formas de ser. Por ejemplo, BeAnotherLab
utiliza realidad virtual inmersiva, con monitorización corporal, para
experimentar (hasta cierto punto) cómo es ser más alto, más bajo o incluso de
otro género.
Desde el punto de vista
ético, necesitamos preguntarnos qué desigualdades y costes acarrearán los
aumentos de algunos para todos los demás. Necesitamos plantearnos si estamos
dispuestos a tolerar cierta desigualdad como parte del proceso de lanzamiento a
un mundo más fluido e interconectado. Somos conscientes de los problemas con la
privacidad y el derecho de control (incluyendo tráfico y venta) de nuestros
datos personales. Pero, al no saber exactamente dónde acaba nuestro ser
protegido y dónde comienza el mundo a nuestro alrededor, el poder legislativo y
el político lo pasa mal para decidir (por ejemplo) si la información almacenada
en nuestros teléfonos se parece lo suficiente a la información almacenada en
nuestras cabezas como para darles la misma protección. Hoy, la ley, la
educación y las políticas sociales van por detrás de muchas olas de cambio
interrelacionadas.
Lo que está en juego es qué
somos nosotros, los humanos, y en qué nos convertiremos.
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Autor: Andy Clark (Profesor de Lógica y Metafísica en la Universidad de Edimburgo)
Fuente:
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