Y de pronto todo lo que acontece a nuestro alrededor parece detenerse: ¿quién soy realmente?, ¿qué hago aquí?, ¿de dónde vengo?, ¿qué pasará unos segundos después que mi corazón deje de latir y no llegue sangre al cerebro?...
Recuerdo que
de niño me aterrorizaban los funerales y los entierros. En aquella época era
bastante diferente y a las mujeres les daban "ataques" y se
desmayaban llorando por el muerto y luego guardaban luto vestidas de negro y no
se podía poner música si se moría un vecino.
A un soldado
de la Unidad Militar donde yo estaba destacado, se le escapó un tiro y se mató;
y me tocó a mi ir a comunicarlo a los familiares, porque era en las Sierras del
Escambray y el cadáver demoraría en llegar. Aquello fue una tragedia de las
grandes y el padre del chico me dijo: "Ustedes se lo llevaron vivo y me lo
devolverán vivo o los mato". Entonces tuve que ir a casa de un tío del
muchacho para que nos ayudara a calmar al padre. Al llegar el cadáver hubo una
explosión de ataques de histeria de la madre, las hermanas, las vecinas...
Otro
compañero oficial se electrocutó por accidente y durante el tiempo que duró el
velatorio, que entonces se hacía en la casa del muerto, a la mujer le tuvieron
que habilitar unas cajas de refresco vacías para poner encima una silla y no
quitar los ojos ni un segundo de la ventana del ataúd.
Aquella
lúgubre imagen de las pequeñas habitaciones donde se velaba al muerto toda la
noche, estrechas por lo general, con olor peculiar a las flores y las velas.
Luego el rostro de los dolientes transigidos de dolor y desesperación y
aquellas despedidas de duelo, con más desmayos y gritos desesperados, dejó en
mí siempre una mezcla de miedos y "no quiero saber nada de eso"
Recuerdo que un día tomé la decisión de que, mientras no fuera imprescindible,
no iría a más funerales en mi vida. Y si tenía que ir a alguno, iría a diez
fiestas para compensar…
Pero cada
etapa de la vida tiene sus sombras y sus fantasmas y a medida que nos
adentramos en los años, se hace cada vez más evidente que un día seremos los
protagonistas de esos sucesos. ¡O sea que el muerto será uno, vamos!
Hay quienes
no lo enfrentan nunca (también se mueren un día, claro). Se buscan mil excusas
y prefieren hablar de fútbol, no sin antes atacar y decir que tú tienes un
miedo a la muerte que te cagas, y que ellos no tienen ni pizca de eso y por
tanto de eso no hablan.
Respeto
mucho a las personas y me conmueve el sufrimiento humano y mi compasión no da
lugar a la burla o la crítica, ni siquiera a la necesidad de expresar siempre
mi punto de vista, pero observo y percibo muchos indicios de miedos ocultos.
¿Qué
significado tiene el afán desmedido de algunos de atesorar cosas materiales, de
buscar seguridad extrema, de retener, acaparar, guardar, no compartir...?
¿Qué
significado tiene vivir ajeno a todos los Seres que te rodean, a cuales son sus
problemas, sus ideas, sus vivencias?
¿Será
posible que alguien esté tan ocupado siempre que no tenga cinco minutos para
escuchar a esa vecina, solitaria, viuda, a quienes sus hijos no visitan nunca?
¿Será que no
tienes ni un adarme de tolerancia para aceptar sus quejas, su mal carácter, su
expresión sufrida, reflejo de la soledad y los miedos que le atormentan?
¿Serás tan
endeble que no puedas dedicar una hora para escuchar a tus padres, si aún están
vivos, hablar de sus preocupaciones (que seguramente no serán las tuyas) de sus
historias intrascendentes, rutinarias, efímeras, sin interrumpirles, sin
llevarles la contraria, aún sabiendo que puede ser que estén equivocados?
¿Serás tan
pobre que no tengas quince minutos para jugar con tus hijos, con tus nietos y
que prefieras mirar la tele, charlas con amigos de temas banales...?
¿Tendrás tan
ocupada tu mente, tan repletos de preocupaciones los cajones de tu cerebro, tan
escondidos los miedos, que no puedas permitirte un rato de silencio a solas, en
la montaña o en medio de una plaza repleta de gente, para arrojar un poco de
luz sobre quién realmente eres?
¿No dejarás
un pequeño escalón en esa escalera, que son los días vividos, para olvidarte de
"maestros espirituales, guías religiosos, expertos en entender la vida,
videntes, iluminados, ascendidos... " y buscar ahí, en tu pecho?
Nadie mejor
que tú, sabe las ternuras que has experimentado, nadie conoce tus sentimientos,
nadie ha estado tanto tiempo contigo, nadie sabe a que te has enfrentado y has
vencido, nadie sabe a que incomprensiones, a que impaciencia a que intolerancia
has tenido que sobreponerte. A nadie podrás convencer, con nadie podrás contar
a la hora de conocerte, hay oportunidades que tendrás que enfrentar.
Si algo me
ha dado gozo en esta vida ha sido lo siguiente: Buscar en mi interior, meter el
dedo en esos rincones oscuros, encontrar mis pequeñas virtudes, mis dones y
talentos y mis grandes defectos, luego aceptarlos, después hacerles las grandes
preguntas: ¿para qué estáis en mi vida, qué me habéis aportado? Luego
perdonarme y entonces, como por arte de magia, disfrutar observando como se
empequeñecen (claro que aparecen otros), pero es divino el juego.
De esa
manera percibo, observo, que se va esfumando el miedo que es raíz de todos los
miedos: ¡el miedo a la muerte!
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Autor: José Miguel Fernández
Nápoles (josemiguelvale@gmail.com)
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