Era una máquina, no lo sabía.
Se había convertido en un
replicante de la vida.
Un fiel reflejo de una humanidad perdida.
Bien ajustado al molde.
Abanderado de una ignorancia
repartida.
Todo estaba estructurado.
No tenía salida.
Sus programas respondían
con eficacia a unas necesidades ficticias.
Y él, perdido, seguía replicando por
una libertad desconocida.
Enarbolando pancartas de igualdad.
Defendiendo proclamas
mil veces defendidas.
El sistema operativo lo mantenía en la lucha.
En la
guerra contra sí mismo, que de antemano perdía.
Lo suyo era pelear.
¿Contra qué? ¿Contra quién?
¡Qué más
da!
La batalla era el estado donde permanecía.
Y así, luchando sin cesar, desgastó su armadura, su
espada...
hasta sus razones más combativas.
Dejó de pensar.
Su programa entró
en barrena colectiva.
Dejó de funcionar.
La lucha cesó y la paz inundó su vida.
La máquina colapsó, recuperó la iniciativa.
Volvió a ser
humano.
El replicante fue retirado.
Las banderas no existían.
==================================================
Autor: Juan Luna
==================================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.