Lo conocí una mañana calurosa de verano, paseando por
la exuberante belleza de la naturaleza que generosa regalaba a mis sentidos
aromas, colores, sensaciones hermosas y nuevas. Era mi primera visita a aquel
paisaje espectacular donde el agua de los saltos se funde con el cielo y el
ruido que hace al romper contra las rocas te deja admirando en silencio el
concierto de la Madre Tierra.
Yo era un niño inquieto disfrutando con su madre
cuando algo llamó mi atención, frente a una cascada había un hombre cerca de la
baranda de la pasarela, estaba parado recto, con los brazos al costado del
cuerpo y las palmas de las manos hacia arriba, como esperando recibir algo del
cielo. Quizás para mucha gente pasaba desapercibido pero a mí me atraía algo
especial de aquella persona. Me acerqué despacio pero no mucho y quedé
mirándolo unos segundos. Mi madre andaba por detrás un poco alejada,
controlando mis movimientos pero no interviniendo con ellos. El señor era un
hombre mayor, calvo, de estatura mediana, vestía camisa, bermudas y ojotas,
como cualquier turista en verano. Al acercarme noté que tenía los ojos entre
cerrados como cuando uno quiere ver las cosas borrosas. Mi timidez me hacía
mantener cierta distancia y mientras miraba su rara postura presencié algo
extraño y maravilloso a la vez. Decenas de mariposas coloridas volaban hacia él
para apoyarse en su cuerpo. Las mariposas estaban sobre un montón de floridos
arbustos y se sentían atraídos por este señor calvo. No podía creer lo que
estaba viendo. Me di vuelta para buscar a mi madre y vi que ella también lo
estaba viendo junto a otras personas que pararon su marcha. Las mariposas
volaban de las flores hacia él y por unos segundos se posaban sobre su cuerpo,
luego volvían al arbusto, así varias veces. En un momento, sonriendo gira su
cabeza hacia mí con movimientos muy lentos. Yo no entendía que pasaba pues
muchas veces he querido tomar una mariposa con mis manos y siempre las
encontraba ariscas y este señor las tenía domesticadas, como amaestradas.
-¿Quieres que se posen en ti?- me dijo suavemente
como no queriendo despertar el momento.
Yo asentí con mi cabeza, con la timidez
característica de un crío.
-¿Te gustan las mariposas?- me preguntó.
-Sí, mucho- le contesté ganándose mi confianza.
-¿Cómo puede hacer eso?- le pregunté enseguida
disolviendo definitivamente mi timidez.
-Tienes que compartirles tu Amor- me dijo volviendo
su mirada al frente y tomando aire profundamente logró que las mariposas
volvieran a posarse en él.
-Pero, ¿yo no puedo hacer eso?, yo no sé su idioma,
no sé cómo decirles que se acerquen, que soy su amigo, que no teman, que no les
voy a hacer daño- le contesté desilusionado.
-Presta atención en lo que te voy a compartir y sigue
estos pasos. Lograrás lo que tu corazón quiera- afirmó con dulzura y siguió.
-Siente tu Amor hacia ellas primero dentro de ti.
Para eso debes ser una mariposa, debes creer que puedes serlo. Imagínate
volando con ellas gozando de la Naturaleza, compartiendo ese Amor con otras.
¿Puedes hacerlo?, cierra tus ojos e inténtalo.
-¡Claro!- aseguré con vehemencia. Cuando somos niños
rompemos con facilidad nuestras limitaciones mentales.
Al cerrar mis ojos mi nuevo amigo continuó hablando.
-Lo que decimos es muy importante, por eso no te
limites con tus dichos. Desde el corazón podemos hacer lo que queramos. Cuando
deseas algo profundamente puedes conseguirlo. Pero ten en cuenta algo ante
todo: eso que tú deseas puede ser tan solo un capricho, algo pasajero y la
satisfacción al conseguirlo pasará y si no lo consigues dolerá.
Con mis ocho años yo no entendía muy bien esas
palabras, pero sentí que en algún momento las comprendería completamente. Todavía
con los ojos cerrados seguí escuchando atentamente.
-Te daré una fórmula sencilla para que te des cuenta
de la diferencia entre un capricho pasajero y lo que tu Ser quiere vivir. Debes
preguntarte:
Al conseguir lo que quiero, ¿hago feliz a alguien
más?... la respuesta debe venir de tu Corazón.
En ese momento hizo una pausa en su hablar y sentí la
importancia de lo que me había transmitido.
-No hay nada de malo en satisfacer caprichos, son
experiencias, pero es importante saber la diferencia, ya que tu Ser en algún
momento te lo hará notar.
Él sabía que mucho de lo que me estaba diciendo; yo no
lo entendería en aquel momento, pero era una enseñanza para el camino de la
vida. Inmóvil por aquellas palabras continué atento y en silencio.
-Con nuestras amigas las mariposas es lo mismo,
debemos hacerlas felices y vendrán hacia ti. Ellas deben sentir eso. Transmíteles
con el pensamiento que las cuidarás y protegerás, que quieres ser su compañero
por siempre, y estarán felices por tenerte como amigo. Ese pensamiento sale por
el centro de ti.
Seguí con detalle la información que estaba
recibiendo y la asimilé con naturalidad, quizás el tiempo me diría que
simplemente estábamos recordando algo. Al imaginarme amigo de ellas, amándolas,
compartiendo el momento, sentí un cosquilleo en mi cuerpo y al abrir los ojos
vi que me encontraba envuelto en mariposas y un resplandor de luz blanca me
rodeaba. Eran un montón, mamá se acercó para verme y noté lágrimas en sus ojos,
lágrimas de felicidad. Ella también era feliz en ese momento. En unos segundos
estaba junto a mucha gente y las mariposas poco a poco emprendían su vuelo. Yo
sonriente y feliz gozaba con lo que me pasaba, mi nuevo amigo se alejó entre la
muchedumbre y guiñándome un ojo se despidió marcando mi alma para siempre.
Pasaron los años y crecí. Reconozco que mis
elecciones me llevaron a satisfacer caprichos como decía mi amigo, quizás
necesitaba vivir esas experiencias de las que él me habló una mañana de verano
para que mi Ser me haga notar la diferencia.
Hoy recuerdo aquello vivido de pequeño y llevo esa
enseñanza como mi guía.
Cuando mi Ser resuena con algo, creo que soy capaz de
hacerlo, no tengo dudas, entonces me pregunto ¿hago feliz a alguien más?... y
espero la respuesta de mi Corazón.
Estoy empezando de nuevo y algunas mariposas ya vienen
a posarse en mi ventana.
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Autor: Diego Alcalde (alcalde.diego@hotmail.com)
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