Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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28/4/20

El COVID19 y sus efectos sobre la Ecología (Parte 3 de 3)


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Fechas de publicación en el blog:
+Parte 1: Miércoles 15 de abril de 2020.
+Parte 2: Martes 21 de abril de 2020.
+Parte 3: Martes 28 de abril de 2020.

Audios de las tres publicaciones:
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Gaia: una Supraconsciencia que regula el equilibrio intra e interespecies

El esquilmado planeta donde vivimos, Gaia, no solo alberga Vida, sino que, también, y de manera misteriosamente inteligente, “ha gestionado y gestiona” la preservación y el desarrollo de todos los ecosistemas que sobre Ella han existido y, en menor medida hoy, siguen existiendo. La autorregulación planetaria de la Tierra a nivel de su propia biosfera está suficientemente documentada y más que observada científicamente. Cada especie vegetal y animal, de los cientos de miles o millones que pueden existir en algunos casos y en determinados espacios, son eslabones muy importantes dentro de una cadena de interrelación que inciden los unos sobre los otros. Del mismo modo, esa conexión interespecies puede verse afectada por el lugar, la altitud o profundidad y las condiciones atmosféricas y metereológicas de cada momento. Siendo nosotros, sin embargo, una sola especie entre las más de ocho millones existentes, pero, desafortunadamente, la única capaz de producir la extinción de decenas de miles de ellas en todo el planeta y en poco tiempo e, inclusive, la única con capacidad de autodestruirse y aniquilarse a sí misma.
Afortunadamente, Gaia tiene múltiples formas y maneras de defenderse ante los despiadados ataques -mayoritariamente inconscientes- que la raza humana le está infligiendo conforme vamos destruyendo su preciada biodiversidad. Ya hemos superado un umbral muy peligroso para el sostenimiento presente y futuro de los millones de especies que convivimos en este preciado planeta y no es de extrañar que tan maternal Ser Planetario, en estos momentos de crisis pandémica, aparte de darnos una gigantesca lección mostrando, por una parte, su belleza y su alegría, a modo de “sonrisa”, mediante la manifestación exhuberante y alegre de sus múltiples formas de vida ante nosotros, en estos difíciles momentos por los que estamos atravesando como especie, como también, por otro lado, nos está mostrando su “firmeza y compromiso” por defenderse a sí misma preservando a todas y a cada una de las millones de especies que compartimos el mismo Hogar Planetario, incluidos nosotros sus hijos humanos, aunque esto suponga la pérdida de un número reducido de individuos que no sepan o no puedan adaptarse. Esto sería como una especie de “limpieza” o “poda” ecológica.
Por tanto, deberíamos confiar plenamente en la Sabiduría-Compasión de Gaia, podemos aprender muchísimo de Ella y, asimismo, reverenciarla y rendirnos ante su magnificencia. Esto no significa que debamos adorarla ni generar una religión o sectas en base a los principales e innegables atributos que podemos conferirle: Voluntad, Amor, Belleza e Inteligencia, o lo que es lo mismo: Consciencia. Nada de adoración ciega ni de sectarismo interesado hacia la Madre Tierra, que ya los hubo históricamente y aún los sigue habiendo por distintos motivos, principalmente por inconsciencia. Gaia, únicamente nos debería inspirar a observarla, a conocerla, a comprenderla, a respetarla, a ayudarla y, en consecuencia, a evolucionar junto a Ella en Consciencia, a través de sus principales atributos antes mencionados.
Según distintas teorías científicas los virus y las bacterias aparecieron en este planeta hace unos 3.500 millones de años, como la base sobre la que se desarrolló la vida celular para posteriormente impulsarla a formas de vida más complejas. Según se ha podido demostrar, en la Tierra siempre han existido más virus que bacterias y, sin ir más lejos, ya sabemos a ciencia cierta que en nuestros cuerpos hay muchas más bacterias que células y muchos más virus que bacterias. Por tanto, veamos a estos minúsculos seres con buenos ojos y confiemos plenamente en ellos, pues existían mucho antes que nosotros y gracias a ellos, estamos aquí.

Las guerras biológicas y la inoculación del miedo

Cosa distinta es la finalidad de la manipulación genética y la experimentación de laboratorio que hacemos con los virus y las bacterias. Las modificaciones que hagamos sobre ellos y su posterior exposición para el contagio intencionado, bien sea para probarlos o bien como armas biológicas, pueden tener consecuencias desastrosas hasta ciertos límites. Las cepas, víricas o bacterianas, son poblaciones de microorganismos de una sola especie descendientes de una única célula. Si esta primera célula ha sido modificada genéticamente en un laboratorio y luego se experimenta con ella para probar su contagiosidad, puede producir efectos peligrosos sobre la salud de la especie destino, pero como la Naturaleza es muy sabia, el cuerpo etérico del virus o bacteria -el “molde” esencial que lo sostiene- no puede ser modificado desde el plano físico, por lo que tenderán a regresar a su estado original al cabo de multiplicarse durante varias generaciones. En estos casos se habla de mutación natural de las cepas. Lo mismo ocurre con las especies animales sobre las que se han hecho modificaciones genéticas o hibridaciones. Tras varias generaciones éstas regresarán a su especie original como, por ejemplo, los cerdos o los perros que puedan sobrevivir libres en la Naturaleza, tras varias generaciones devendrían en jabalíes y lobos respectivamente. En los planos de existencia más sutiles, los cuerpos etéricos de las especies modificadas e hibridadas por nosotros, siempre tenderán a regresar al estado original de la especie en cuestión, salvo que desde el plano etérico seres de planos superiores intervinieran sobre dichos cuerpos sutiles para consolidar los cambios realizados por nosotros.  
Cosa distinta es, mantener y replicar las cepas modificadas artificialmente y lanzarlas continuamente sobre las poblaciones humanas como arma vírica o bacteriológica. Para ello haría falta fumigar regularmente a las poblaciones diana mediante los llamados chemtrails -estelas químicas que dejan algunos aviones tras de sí-, de lo contrario solo afectaría negativamente a los primeros en tomar contacto con los agentes patógenos. Posteriormente, y dada la altísima velocidad con la que se reproducen los virus y las bacterias, tras varias generaciones, las cepas artificiales perderían su patogénesis y serán cada vez más suaves y menos letales.
Cosa distinta son los efectos del miedo, pánico o terror que este tipo eventos provocan en las poblaciones desinformadas y manipuladas mediáticamente. Puesto que, en una pandemia declarada oficialmente, aunque los virus o bacterias puedan perder virulencia en el plano físico con el paso del tiempo, se podría producir una mayor letalidad no por el virus o bacteria en sí, sino por la poderosa influencia del plano mental sobre los planos emocional y físico, lo que provocaría una rápida bajada de las defensas naturales inmunológicas, sobre todo en las personas más desinformadas y temerosas haciéndolas, por tanto, más vulnerables. Éstas al creerse que los virus y las bacterias son unos “enemigos” invisibles que hay que combatir, somatizarían los mismos síntomas o peores que los huéspedes afectados por los virus inicialmente modificados. Al bajar la barrera inmunológica, otras bacterias u otros virus, distintos a los que se usaron como arma biológica, activarían similares respuestas fisiológicas, inclusive con resultados letales en algunos casos. Por tanto, podríamos concluir en este sentido, que la desinformación y el miedo -muy contagiosos a través de las tecnologías de la información y comunicación- son los principales “enemigos” para la salud y el bienestar de las personas.
Por tanto, los virus no son unos micro-enemigos a los que hay que combatir y vencer, más bien todo lo contrario. Son nuestros mejores aliados para la supervivencia de nuestra especie, perfectamente dirigidos y administrados por Gaia. Y al igual que podemos hacer con el Macro-Ser llamado Gaia, también podemos estudiar y comprender la naturaleza y funciones de los seres vivos más básicos y más antiguos de la Naturaleza. Dejemos de manipularlos para que dejen de perjudicarnos y, en definitiva, empecemos por aceptarlos y respetarlos por su indudable función beneficiosa para nosotros y para todas las especies. Y ante su existencia como forma de vida básica y primigenia, solo queda reverenciarla como parte esencial de Gaia. Su presencia entre nosotros, ya sea artificial o natural, solo nos debe mover a actuar en Consciencia, dejando de prestar atención a los medios de desinformación, informándonos bien y compartiendo información veraz, suficientemente contrastada, sobre todo por nuestra sabiduría interior o intuición. Y a nivel de nuestra salud, simplemente debemos adoptar hábitos saludables para fortalecer nuestro sistema inmunológico y garantizar así, no solo nuestra supervivencia y la de las personas que nos rodean, sino también la Felicidad y la Alegría de Vivir.

Criba porcentual dentro de una especie para su mejor adaptación

Desde un punto de vista más esotérico, abundando un poco más en lo que ya hemos compartido, los virus, las bacterias y sus distintas cepas, tienen una importante función en la regulación sistemática y selectiva de los individuos de cualquier especie en clave de protección y potenciación de su propia evolución, así como del conjunto de especies con las que se interrelaciona. Es decir, estos minúsculos seres, aparecen, se multiplican y se expanden no por casualidad. Gaia o la Vida Planetaria en su conjunto, los usa para proteger y reequilibrar sus innumerables ecosistemas y cada una de las especies que los integran, ya sea en un nivel geográfico limitado o bien a nivel continental o planetario, según sea preciso, a costa, únicamente, de la pérdida de un porcentaje reducido de individuos de la especie que está en plena crisis de adaptación. Ahora, por ejemplo, la Humanidad entera lo está.
Independientemente que este tipo de coronavirus haya sido modificado o no en un laboratorio y su propagación se deba a un escape accidental, o bien intencionado como arma biológica, lo que parece estar claro es que el COVID-19, posiblemente muy contagioso tal y como se dice, tiene un grado de penetración y de afectación celular muy limitado y a la vez muy selectivo, principalmente, en razón al nivel de fortaleza del sistema inmunológico de sus huéspedes. Por tanto, serán mucho más vulnerables las personas más frágiles de salud física y mental y, entre ellas, las más ancianas –los ancianos fuertes y sanos quedarían a salvo-. Sin embargo, ya sabemos que hay factores determinantes de alto riesgo que pueden hacer que el virus cause mayores efectos perniciosos sobre la salud de personas aparentemente fuertes y sin patologías previas, como son el miedo, la ansiedad, el estrés, la depresión, la angustia, la ira y, sobre todo, el pánico o el terror -las máximas expresiones del miedo-. Estas emociones y estados del ánimo, directamente relacionados con nuestro estilo de vida personal y con nuestros pensamientos -y con nuestra consciencia-, van a producir una caída de nuestro sistema inmunológico directamente proporcional a la intensidad de tales emociones y de su duración en el tiempo.
En el caso de los animales, posiblemente ocurra lo mismo, pero, más que por sus estados mentales y emocionales -que también los tienen-, los virus los atacarían más bien en razón a su debilidad física -ellos no son conscientes de lo que dicen los medios de comunicación-, pudiéndose producir, de este modo, una selección natural y una evolución de los más fuertes.

Aseveración y conclusión

Por todo lo explicado hasta ahora, podemos aseverar con gran rotundidad que la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, es una magnífica oportunidad que nos brinda la Naturaleza, ante las incesantes agresiones a las que la estamos sometiendo, para cambiar nuestra percepción acerca de la Madre Tierra, Gaia, Pacha Mama o como queramos denominarla. Por tanto, deberíamos replantearnos muy seriamente cómo vamos a relacionarnos con Ella a partir de ahora.
Para ello, y a modo de conclusión, vemos muy necesario que se reconozca a la Naturaleza -a Gaia- como sujeto político en todos los niveles de gobierno, desde lo local hasta lo internacional, tal y como explica muy bien el catedrático de Filosofía y Política Daniel Innerarity en su artículo El voto de los animales, analizado brevemente en el subepígrafe 5.1 del capítulo de Ecología de esta obra. Igualmente animamos al lector a que lo lea completo en la web www.sociedaddistópica.com, donde esencialmente explica que la política tiene que ser menos antropocéntrica y más biocéntrica y que, de algún modo, la Naturaleza tiene que estar convenientemente representada en nuestras democracias.

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Autor: Manolo López (Coordinador temático de Ecología del
Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica)
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