Un día iba Abul Beka paseando por el zoco, donde hay manos que dan
y toman pero esclavizadas por las cadenas del dinero.
Y se acercó uno de los muchos que allí había y, poniéndose delante,
le dijo:
—¿Por qué alteras nuestras cabezas? Déjanos en la paz de nuestras
ignorancias y en la profundidad de nuestras cegueras. ¿Qué traes a nuestras
bocas llenas de hambre o a nuestras manos llenas de llagas?
Y después empezó a injuriarle.
Y Abul Beka, sereno como una tarde de primavera, le dijo:
—Hermano, si en algo es verdad aquello que de mí dices, pido al
Cielo que me perdone. Más aún, pido todavía más al Cielo que te perdone si
eres tú el equivocado.
»Has de saber que nadie te obligó a escuchar mi voz. Y así como yo
no obligo a que nadie me siga, tampoco tú debes impedir que lo hagan aquellos
que lo deseen en sus corazones. Mas no trates de cerrar tus ojos cerrando
también los de aquellos que te rodean.
»Y no olvides que no todo lo bueno se ha de comer, porque también
has de alimentar a otras partes de ti mismo que no son el cuerpo físico.
»Ni tampoco olvides que no por pararte en el sendero de la vida y
contentarte con la ignorancia, no te exigirás algún día avanzar.
»Aquel día volverán a tu memoria mis palabras de hoy y entonces ya
las verás vivas. Pero no por ellas, sino porque tú ya vivirás.
======================================================
Autor: Cayetano
Arroyo
Fuente: Diálogos
con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En
homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente
Pérez Moreno,
un texto
extraído de los Diálogos de Abul Beka se
publica en el este blog todos los
miércoles
desde el 4 de octubre de 2017.
======================================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.