Tres recipientes:
Un vaso, una regadera de jardín, un tobo. Todos contienen agua. Tres destinos
diferentes: uno para el consumo humano, otro para regar las plantas y otro para
limpieza de la casa y sus enseres.
El agua para
consumo humano, directo o a través de los alimentos, recorre un camino:
torrente sanguíneo, venas, arterias, células, tejidos, órganos; cumple una
función y luego por diferentes mecanismos, sale del cuerpo físico y vuelve al
ciclo hidrológico.
Igual sucede con
el agua cuyo destino es abastecer a las plantas; es absorbida por raíces y
hojas, recorre un camino, por xilemas y floemas, células, cumple su función (fotosíntesis,
respiración, transporte y absorción de nutrientes), luego sale de las plantas
por diferentes vías y vuelve al ciclo hidrológico. Se repite el caso para el
agua destinada para la limpieza: recorre un camino, platos, cucharas, ollas,
pisos, paredes, etcétera; cumple su función y luego, por diferentes vías, retorna
al ciclo hidrológico.
En los tres casos,
el agua es la misma: 2 átomos de hidrógeno y 1 de oxígeno, en estado líquido,
cristalina, olor y sabor neutro. La única diferencia es que ocupan recipientes
diferentes y están destinadas a fines diferentes. El origen es el mismo:
Embalses, ríos, mares, lagos, calderas, desde allí se evapora el agua, va a la
atmósfera, se condensa, precipita. Un ciclo constante. Pero siempre H2O.
El
agua no es el vaso, no es la regadera, no es el tobo. Esos son los envases que
la contienen y que servirán para los usos a la que fue destinada. Esos envases
tienen fecha de vencimiento, una vez salida el agua de cada recipiente, dicho
recipiente tendrá otro uso: más agua, basura, tierra, etc., pero en algún
momento desaparecerán y también tendrán su ciclo de acuerdo a la naturaleza de
cada material.
El agua se amolda
a cada recipiente, pero no se identifica con el recipiente, no es el recipiente.
Este símil se adecua para explicar o quizás percibir la naturaleza humana o la
vida en general. La vida es el agua, no desaparece jamás, es un ciclo
permanente, va y viene. En este sentido, los recipientes son los diferentes
cuerpos donde la vida se aloja. La gran mayoría de los humanos, cree, según un
sistema de creencias, que es el envase, por eso todo lo vuelca a lo material.
La sociedad actual, sus pautas culturales, esquemas y leyes morales, la
economía, la salud, la ciencia, la tecnología, la educación, etcétera, todo tiene
un matiz material, físico, mental, emocional, egóico. Sí, porque al creerte que
eres el recipiente, aparece o se manifiesta el ego que justificará que eres el
envase. Quizás por eso, en nuestra cultura hablamos del vaso de agua, el tobo
de agua, la regadera de agua, confundiendo el agua con el recipiente. El agua
no es el recipiente, el recipiente no es el agua.
La gran mayoría
se cree que es el recipiente; es decir, el cuerpo físico, el cuerpo emocional,
el cuerpo mental, y del mismo modo, el nombre
que tiene, los títulos, las posesiones materiales, la opinión que los demás
tienen de él, o la que él tiene de sí mismo y vaya usted a saber cuántas cosas
más. La gran mayoría ha olvidado que, como el agua se individualiza dependiendo
de su uso, la vida también lo hace de esa manera. La vida es una sola, igual
que el agua, pero se individualiza en diferentes formas, formas que son los
recipientes. Mientras estemos en los recipientes y cumpliendo el uso para el
cual se nos ha destinado, somos una individualidad de la vida, pero siempre
retornamos de la vida particular a la vida general, como lo hace el agua en su
ciclo. Las moléculas de agua que estuvieron en el vaso, llegarán al océano, a
las nubes, precipitarán como lluvia, nieve, hielo...
Esto también es
interesante, desde el envase no podemos percibir las otras dimensiones de la vida
(en el caso del agua, fase liquida, fase gaseosa, fase sólida). La gran
mayoría, aparte de creerse que es el recipiente, sólo puede percibir la fase
sólida de las infinitas dimensiones. En este caso solo la tercera dimensión, el
mundo de las formas, amén del espacio y el tiempo, que son una ilusión, al
igual que creerse que se es el recipiente.
Si llevamos este símil al plano humano, podemos
comprender parte del misterio de la vida. La vida se individualiza y esa
individualización a veces es un mendigo, otras un agricultor, otras un ladrón,
otras un comerciante, otras un poeta, un albañil, un carpintero, portero, una
mujer, un hombre, un sexo diverso, astronauta, un contador de chistes, un
músico, actor de teatro, profesor, científico, filósofo, un religioso. Pero eso
sucede para cada individualidad que se clasifica por especie. En el caso de los
animales, igual que el agua de los recipientes, que en algún momento es para tomar,
en otro momento será para lavar la ropa, en otro momento será para regar las
plantas, una vez será un tigre, otras un gato, una paloma, una hormiga, un
escarabajo, una vaca, una ballena y sigue la lista.
Pero es que
también se da en los vegetales, unas veces será maíz, otras caraotas, planta
medicinal, una hierba, un arbusto, un árbol, una planta trepadora, una
ornamental, una planta carnívora, una planta venenosa y sigue la lista.
Igual sucede con
los minerales metálicos y no metálicos: piedra, cuarzo, aluminio, oro, plata,
hierro, estaño y sigue la lista.
Una cosa es la
apariencia y otra la esencia, una cosa es el recipiente y otra el contenido.
Vivimos una sociedad de envases y recipientes, una sociedad de apariencias. Desde
la perspectiva de los recipientes, inventamos verdades para ignorar LA
REALIDAD.
Hacernos
conscientes que somos el agua y no el recipiente, y que el agua contenida en
cada envase, en esencia es la misma, nos llevará a recordar otra perspectiva
que nos permitirá percibir y contemplar LA REALIDAD. No es nada nuevo esto.
Nuestros Maestros y Maestras Pueblos, nuestra Mística Memoria Cosmocultural, lo
ha percibido desde la noche de los tiempos. A la luz de la alborada
consciencial actual, nos corresponde recordarlo...
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Autor: Héctor
Rodríguez (forimakius@gmail.com)
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