Todo nuestro ser ha de reconstruirse o regenerarse en el proceso de
auto-transformación. En la tradición cristiana, esto se recoge y simboliza en
la necesidad de “nacer de nuevo”, recordando otra vez, las palabras de Cristo
Jesús en su diálogo con Nicodemo. Y en la budista, esto se recoge y simboliza
en la denominada doctrina del “trikaya”, esto es, la adopción de tres
“vestiduras” o “ropajes” en el transcurso del citado proceso.
Vamos a centrarnos seguidamente en el “trikaya”, cuya base
espiritual se encuentra en el hecho de que cada Budhha se manifiesta en tres
planos de la realidad: el universal, el ideal y el individual. Y como dentro de
todos los seres humanos se halla la semilla búdica o crística, cuando esta semilla
brota y surge en nosotros se manifiesta igualmente en esos tres planos:
+La
manifestación en el plano universal, también llamado de la Realidad Última, se
plasma en el vehículo que se conoce como “cuerpo de la Verdad”.
+En el
plano de lo ideal o espiritual, que es la expresión creativa del plano anterior,
la vestidura es el “cuerpo de Bienaventuranza”, de donde nace toda verdadera
inspiración.
+Y en el
plano de lo individual, el ropaje en el que cristaliza es el “cuerpo de
transformación”, que es la transformación de la inspiración en forma visible,
convirtiéndose en la personificación humana capaz de actuar en el mundo.
Como se deduce de lo expuesto, estos
tres planos no son compartimentos estancos y, vistos desde el punto de vista de
la experiencia, los dos primeros están contenidos en el tercero. De hecho, los
Mahatmas y Bodhisattvas moran en el “cuerpo de la transformación” y viven el
escenario humano encarnados en tal estado: lo divino y lo sensible, mente y
materia y todas las dualidades se funden en sintonía y el Bodhisattva percibe
esto de manera intuitiva.
La experiencia en la reencarnación
Aunque no seamos enteramente conscientes, avanzamos continuamente en
el proceso de desarrollo y cristalización de las tres vestiduras referidas en
el epígrafe precedente -auténticos “poderes” que tenemos en nuestro interior- a
través de todas las experiencias que vivimos, de la totalidad de nuestras
acciones, reacciones y omisiones, de todos nuestros pensamientos, palabras y
emociones.
Y tenemos que tener claro es que nuestro objetivo no es simplemente
“liberarnos”, por más que esto no sea nada sencillo, sino efectuar una
transformación interna que se muestre precisamente a través del “cuerpo de
transformación”, transfigurándonos en la personificación misma de la
Sabiduría-Compasión.
Como antes se apuntaba, las tres vestiduras representan poderes
latentes dentro de nosotros mismos: los “poderes deíficos” a los que se refería
el Mahatma K.H. en su primera carta a A.P. Sinnett. De su desarrollo depende la
evolución de cada ser humano y de la humanidad en su conjunto. Y tal desarrollo,
con la auto-transformación que implica, depende de las elecciones que vayamos
realizando en el Sendero de nuestra evolución espiritual, así como de la gran
elección Monádica que efectuamos hace eones de tiempo.
En los seres humanos que han avanzado de modo muy notable en ese Sendero
–se les suele llamar grandes adeptos-, estas vestiduras se revelan
autoconscientemente y van actuando paulatinamente. En cambio, la inmensa
mayoría de los seres humanos solo las vamos tejiendo de una forma inconsciente.
Y es así como vamos preparando la tela en que la Mónada estará conscientemente
activa y con una personalidad purificada por medio de la cual puede
manifestarse.
Y para realizar la naturaleza triple de nuestra capacidad de Buda
interno tenemos que experimentar una especie de “calentamiento”. ¿En qué
consiste? En la experiencia de la encarnación: estamos realmente en el horno de
la encarnación. Y algún día, en nuestro proceso de auto-transformación, en esta
vida o otra, habremos de enfrentarnos a las aflicciones de nuestra naturaleza
psicológica o “klesas”.
Las klesas
Las klesas constituyen las causas
subyacentes y fundamentales del sufrimiento humano. Obscurecen nuestro poderes
deíficos y constituyen obstrucciones que hay que arrancarse de uno mismo. El
tirón puede resultar doloroso, pues las experiencias de purificación configuran
una especie de horno en el que se va quemando lo más burdo de nuestra
naturaleza.
Son cinco las klesas principales que impiden
la transformación de la consciencia. La primera es Avidya o falta de
consciencia, el no conocer lo noumérico, lo real, que subyace a toda
experiencia fenoménica. Y de ella surgen las otras cuatro: egoísmo (Asmita),
apego a los objetos de placer (Raga), repulsión de todo cuanto ocasiona dolor
(Dvesa) y deseo de una existencia sensible y separada (Abhinivesa). Esta última
es la más absorbente de todas las cadenas que nos atan a la ronda del
nacimiento y muerte.
Aquí-ahora y sufrimiento y actuar con base en lo
que seremos
En nuestro avance en el sendero, el sufrimiento tiene su papel. A
la mente concreta le cuesta trabajo percibirlo y aceptarlo. Pero, como enseñó
Pseudo Dionisio, “no sólo hemos de aprender la verdad, hemos de sufrirla”.
No en balde, el sufrimiento nos despierta nuestra condición y también estimula en
nosotros una simpatía y una comprensión compasiva por todos los que conocen el
dolor y la adversidad.
Sabiendo lo anterior, en el aquí-ahora de nuestra encarnación
(nariz vertical), debemos aceptar los sapos, recurriendo a la metáfora de los
cuentos infantiles, que aparecen en nuestra vida. Y al abrazarlos, en vez de
rechazarlos, comprobaremos que son auténticos regalos (un príncipe, una
princesa…) de la vida (que somos nosotros mismos) en aras al impulso de nuestro
proceso espiritual.
Y junto a la nariz vertical, mirada horizontal: hay que actuar
desde la toma de consciencia sobre lo que llegaremos a ser algún momento en el
desenvolvimiento del aquí-hora. Esto es, tenemos que aprender a actuar
basándonos en lo que seremos, no en lo que hemos sido.
El karma nos libera
Cuando entendemos la naturaleza
creativa de la ley de compensación, nos damos cuenta de que el karma no solo
encadena, sino que también libera.
Se suele pensar que el karma es algo
que produce ahora efectos provenientes del pasado y nos ata. Sin embargo, la
misma raíz “kri” es la de lo creativo.
El sendero de pesares es, en verdad, un
camino de bienaventuranza, el bendito orden subyacente del Cosmos. Este, en su
esencia misma, es bienaventuranza (Ananda), además de consciencia y ser.
Cierre
El cuerpo de un Ser
iluminado es su creación consciente. En cambio, el de un ser no iluminado, es
la creación de sus pulsiones y deseos subconscientes. Ciertamente, los dos son
maya, pero el uno es consciente y el otro inconsciente; el uno es dueño de maya
y el otro su esclavo.
El camino hacia el estado de consciencia del Ser iluminado está
siempre abierto a todos los que buscan. Nos toca a nosotros prepararnos para
entrar en el sendero que lleva a la transformación interna.
Es con el fin de poner en
funcionamiento auto-consciente esta esencia triple viva de la constitución de
cada ser humano que los Maestros de Sabiduría y Compasión, cuando se hallan en
el umbral del Nirvana, renuncian voluntariamente a ese elevado estado y
regresan para guiar y enseñar a los seres humanos.
Y no olvidemos nunca que somos
herederos de la sempiterna Sabiduría. Han existido siempre aquellos que fueron
sus guardianes y que siguen siéndolo. Busca las manos de aquellos pocos que
están dispuestos a tomar la antorcha, a convertirse en parte de ese muro
guardián de la humanidad y que la protege de más penas y dolor.
Nosotros podemos emprender el proceso
de auto-transformación. Pero para esto tenemos que encarnar y podemos
participar de la gran Celebración Cósmica que es la vida misma, sin comer ya el
“pan de la adversidad”, ni beber las “aguas de la aflicción”, sino compartiendo
con toda la existencia las Bendiciones de la Luz, el Amor, la Comprensión, la
Paz y la Compasión.
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Autor: Joy Mills (extracto del capítulo 5 de su libro "De la Transformación
interna a la eterna")
interna a la eterna")
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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