Es bien sabido que la
humanidad, como especie, está en constante evolución. Y aunque se habla poco de
ello, distintas tradiciones espirituales y estudios recientes en el ámbito de
la psicología indican que, como fruto de tal evolución, el ser humano desarrollará un nuevo sentido que se añadirá a los cinco
tradicionales. De hecho, siempre ha habido gente con ese nuevo sentido a flor
de piel, pero se ha tratado de una minoría. La novedad radica en que el nuevo
sentido estará presente y activo, lo empieza a estar ya, en un número
significativo y creciente de personas –al inicio solo de manera testimonial,
aunque se hará cada vez más patente-. ¿En qué consiste este nuevo sentido? En
la posibilidad de percibir el campo etérico y el plano astral.
Numerosas escuelas espirituales -normalmente
en sus círculos más internos o esotéricos- hacen mención a que la vida del ser
humano no discurre solo en el plano físico, sino también en los planos astral y
mental. Esta circunstancia pasa desapercibida para la inmensa mayoría de la
gente dado que mantiene su consciencia completamente enfocada en el plano
físico y solo a veces, por la noche, mientras el cuerpo físico duerme, este
enfoque se traslada al plano astral y se dice entonces que hacemos “viajes
astrales”. Los pocos que se han percatado de esto y han conseguido mover su
consciencia a voluntad de un plano a otro, nos han dado información sobre cada
uno y nos han indicado, por ejemplo, que en el plano astral cabe distinguir
entre un nivel superior y más sutil y otro inferior y de menor frecuencia
vibracional.
¿Qué implica esta percepción del campo etérico
y el plano astral? Pues el arranque y activación de una serie de facultades
psíquicas que ya comienzan a experimentar bastantes personas. A modo de
ejemplo: lo que hoy se llama clarividencia (verbigracia, contactos con el más
allá); percepciones difusas acerca del futuro; vislumbres y reminiscencias sobre
el pasado; movilización de diversas energías; curaciones y sanaciones; y otras
capacidades comúnmente calificadas como paranormales.
Ante la aparición de estas facultades, se nos
ha enseñado -desde los Yoga-Sutras de
Patanjali, que se remontan al siglo III a.C., y aún antes- que resulta
primordial adquirir fundamentos, mediante el estudio riguroso y la
experimentación consciente, acerca de lo que se está haciendo y se pone en
acción. No son un juego ni un divertimiento; y han de ser utilizadas con sentido
común y responsabilidad.
Además, se nos ha advertido de la importancia
de: no obsesionarse con estas facultades, evitando quedar abducidos por ellas y
por el mundo fenomenológico; no efectuar prácticas de estados alterados de
consciencia, sea cual sea el medio o procedimiento (cultos, rezos, cánticos,
ingestión de sustancias…); no caer en el psiquismo, frecuentemente debido a las
influencias en nosotros del plano astral inferior cuando estamos en estados
emocionales perturbados y densificados; ser cautos con asuntos tan delicados y transcendentes
como la energía Kundalini o los Registros Akáshicos, cuya apertura y uso solo
debe hacerse cuando se ha avanzado notablemente en el Sendero espiritual (en
caso contrario, sus efectos puede ser muy nocivos desde el punto de vista
físico y consciencial); no hacer negocio al ejercer y compartir facultades como
las descritas; y no confundirlas con el desarrollo espiritual.
Es
especialmente necesario hacer hincapié en esto último, porque se suele olvidar
que una cosa es la evolución del ser humano como especie y otra su evolución
espiritual. No en balde, esta va unida a la evolución del alma, que va adquiriendo y ganando auto-consciencia por las experiencias
desplegadas en cada una de las vidas o reencarnaciones de la cadena de vidas en
la que se plasma nuestra encarnación en el plano humano.
Y el
paulatino avance en auto-consciencia permite, entre otras cosas, que entren en
acción, como fruta madura y de manera natural, una serie de dones relacionados
con los mundos super-físicos que hasta entonces permanecían durmientes. En
Teosofía, a estos dones se les denomina “Siddhis”, término sánscrito que puede
traducirse como “logros” o “poderes”. En el capítulo o sección III de los Yoga-Sutras de Patanjali antes
mencionados, se describen con detalle estos Siddhis, que nada tienen que ver
con las facultades derivadas del nuevo sentido ya comentadas.
Cada uno de ellos se pone en marcha y se
activa exactamente cuándo corresponde, en función de nuestra evolución espiritual.
Ni antes ni después. Y no hay atajos, por lo que no pierdas el tiempo
buscándolos. Si lo haces, casi sin darte cuenta, caerás el psiquismo y en la
abducción por lo fenomenológico que antes se reseñaba. Además, la persona en la
que los Siddhis se van realmente desarrollando, lo guarda en anonimato y, por
supuesto, no alardea ni hace ostentación.
Y desde luego, para terminar, hay que recordar
que la evolución espiritual no es algo teórico, sino eminentemente práctico.
Algunos de sus signos externos son la armonía y el equilibrio de nuestros
componentes físico, etérico, emocional y mental; la confianza en la vida; la
aceptación –que no es resignación, sino resultado de esa confianza- y la
ausencia de quejas; la acción desde la Sabiduría-Compasión; y la puesta en
práctica en la vida diaria de los consejos de conducta y comportamiento dados
por todas las tradiciones espirituales serias, desde los Paramitas budistas al Yama-Niyama
hinduista.
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Autor: Emilio Carrillo
Fuente: Revista Universo Holísitico. Enero, 2018. Páginas 64 y 65
http://www.holisticoonline.com/este-mes-en-tu-revista/
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