Junto a la especulación cortoplacista, la seña de identidad más relevante del sistema socioeconómico
tras su mutación es la crisis sistémica. Porque no estamos ante una crisis,
sino ante una mutación. Pero, debido a esta, el sistema ha integrado a las
crisis como parte consustancial de su ADN. Para entenderlo hay que romper con
los antiguos clichés y modelos de análisis. Ahora el sistema, lejos de huir de
las crisis y debilitarse con ellas, las provoca y las utiliza como espoleta de
su imparable y desaforada dinámica, cuyo fin es el completo dominio sobre
ciudadanos, empresas y Estados a escala total y global. Por paradójico que
resulte, la crisis sistémica –la que se despliega a la vez y con fuerza en
ámbitos muy diversos- se ha convertido en la columna vertebral que lo sostiene
y expande su poder y capacidad de control, plasmándose en crisis tan variadas e
intensas como estas:
+crisis económico-financiera,
con un endeudamiento masivo e impagable (200 billones de euros, el triple del
PIB mundial) y un sistema monetario que sólo es una entelequia virtual, pues ni
el dinero (billetes) emitido por las autoridades monetarias ni el dinero
bancario (creado por la banca privada través de los apuntes contables de sus
transacciones en cadena) cuentan con respaldo real alguno;
+crisis
alimentaria, que mantiene en la hambruna a cerca de mil millones de personas
mientras en los países desarrollados se practica un consumo desatinado que
provoca el derroche de un ingente volumen de recursos, obesidad epidémica (tres
millones de personas mueren por su causa cada año) y la acumulación anual de
15.000 millones de toneladas de basura;
+crisis
política, con el vaciamiento de la democracia y gobiernos, da igual su color
político, que son simples marionetas del verdadero poder, el financiero,
al que los Estados están sometidos por la acumulación de una colosal deuda pública
que ese mismo poder se encarga de provocar, financiar y refinanciar;
+crisis
humanitaria, con un flujo migratorio continúo de una enorme cantidad de gente
desplazada (obligada a abandonar su tierra y sus hogares por el hambre, las
guerras -por ellas hay 50 millones de refugiados- y la superpoblación) y la
desaparición forzada de culturas y comunidades enteras;
+crisis
ecológica y energética, que repercute en el hábitat de supervivencia de la
Humanidad y causa la pérdida de biodiversidad y la desaparición de 50.000
especies cada año (cifra 10.000 veces superior a la tasa natural de extinción);
y
+crisis
social, que se manifiesta en la educación, las relaciones entre padres e hijos
y de parejas, el ostracismo de las personas que por su mayor edad cuentan con
más experiencia, en múltiples niveles…
Y es crucial percatarse de que la crisis sistémica no es señal,
como suele pensarse, del colapso del sistema surgido de la mutación, sino de su
éxito. Se mueve
en ella cual pez en el agua. No en balde, el desconcierto, la inseguridad y el
miedo configuran el caldo de cultivo perfecto para la culminación de su
dominio. Y el escenario idóneo para que la lucha contra él sólo sirva
para fortalecerlo: de hecho, el propio sistema promueve, usa y manipula a su
favor los movimientos “alternativos” o de teórica “oposición”. Además, gracias
a las nuevas tecnologías y al “Big Data” (almacenamiento y procesamiento de
enormes cantidades de datos para detectar patrones, gustos y hábitos personales
y colectivos, saber cómo incidir en ellos, descubrir tendencias y efectuar
predicciones), avanza en el control de la psique y las emociones de las
personas para que se perciban a sí mismas como individuos aislados y
enfrentados y olviden que son una red humana en interacción y mucho más que su
yo físico, mental y emocional.
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Una nueva entrega
de Recordando lo que
Es se publica en
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