¿Cómo dar
luz, cuando dentro sientes un vacío tremendo, una oscuridad infinita?
¿Cómo, en
un momento, se pasa de la calma más sosegada a la angustia más descarnada?
Me
encontré malherida, indefensa…
Frente a
las fieras que me veían como presa fácil…
Me
fallaron las fuerzas.
Pensé que
me iba a desmayar de tanto dolor,
Que no
sería capaz de soportarlo.
Aquella
ansiedad, no se calmaba…
No
encontraba la paz que antes veía en lo pequeño.
No sabía
pensar por mí misma.
Había
delegado esa misión en otros…
Y ahora
estaba completamente desconectada de mí.
Los
minutos, las horas… eran eternos en ese malestar.
El reloj y
el calendario se aliaban contra mí…
No se
movían… adrede.
De repente
al fondo, de entre las tinieblas, emergió una luz…
¡La
necesitaba! Corrí tras ella, era mi oportunidad…
Vino a mí,
“- María, no te afanes…”, era Teresa.
“Nada te
turbe, nada te espante
Todo se
pasa.
Dios no se
muda, la paciencia todo lo alcanza.
Quien a
Dios tiene, nada le falta.
Eleva tu
pensamiento, al cielo sube.
Por nada
te acongojes, nada te turbe.
Y venga lo
que venga, nada te espante.”
Ahora ya
sé…
Aunque
todo lo pierda…
Sólo Dios
basta.
Sentí de
nuevo una calma infinita.
Se hacía
la luz… cada vez más fuerte.
“-No
temas, María!”
“-Gracias,
aDiós…, Teresa!”
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Autora: María Ferrer (mariafconciencia2@gmail.com)
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