Sin un caminar ni ir a parar a lugar concreto, sin tan siquiera tener propósito alguno lo vi. Vi llegar en vorágine abrumadora torbellinos de vientos arrastrando multitudes de exabruptos bramado en ímpetus incandescentes, que pese a su luz impactante sólo acontecía una sombra de quejidos que se evaporaban en su avance a ninguna parte.
Aquello seguía persistiendo
en el instante pese a que ya no era, porque simplemente fue un ardor de aquel
momento que aún much@s viven en una desesperanza repleta de una esperanza
baldía ya acontecida que quiere seguir teniendo lugar sin cabida. Ese viento
tormentoso permanecía deslizándose por mis lados sin que pudiera ni por un
asomo escoltar un solo segundo de cada uno de mis momentos perdurables,
inaccesibles, propios, inigualables. No había comparativo, ni siquiera era
posible darle una mención a su resoplar, pues tan sólo describo lo que pasa y pasó,
lo que vi y se fue, lo que es y ya dejó de ser. Pese a ello la vorágine
insistía pesadamente, aconteciéndose, mareándose sin poder embriagarme en su
borrachera tormentosa. Tan solo apuntó a decir:
..- ¡Ei! ¿Acaso nada de esto va contigo?
Pero no obtuvo una
respuesta, si así lo esperaba. Exclusivamente le dejé decir, pasar y ser lo que
no es en su deambular extinguido, ya ido en sí sin mí para nada en particular.
Sin embargo, le vi. Y sin sentirlo, le sentí. Le dejé y me dejó sin que me abrazara
en modo alguno. No obstante, en su partida, donde le vi tal como al ojo del huracán, consiguió exclamar algo más:
..- ¿Por qué tal desapego a tu vida?
Cuánta razón tenía. Razón
en lo que preguntó, pues en nada importaba mi vida... ni mi existencia más allá de
esta vida. Razón en que no le acompasaba en su declinar. Razón no le faltaba y
en su razón se perdía, queriendo tener una razón en su bailar perdido y
finalizado. Y es que ese viento no podía verse en su fin, en su decadencia
perfecta, dejando paso a un nuevo viento de radiante paz que le empujaba
ahogándole en la nada. Una paz que todo lo cubría y mantenía... Incluso a ese
viento ya olvidado y pasado le mantuvo hasta que llegó su permanencia
inmediata, inacabada, dejándose en su paso la abertura y apertura a un golpe de
mar tocando a estrellas en bemol incrementada, en solfa imantada y en silencio
acallado.
Al poco, o casi al unísono,
un acantilado de roca espumosa abrazaba, engullía sin permitir ahogo, impacto o
aniquilación posible. Y, sin caminar, no ir a parar a lugar concreto, en una
concreción me manifesté a un ladito.
Entonces te vi. Te vi
perdida, hermana mía. Te vi perdido, hermano mío. Os vi perdidos en pérdidas; y
perdidas en lo perdido. Vi. Pero no me viste. Grité a ti, pero no escuchaste
debido a que aquel viento aullador te había taponado los sentidos de tu
esencia sin forma.
Toqué el acorde de piano
pactado, el timbal acrisolado, el tambor sin combate y el saxo sin final.
Pruebas hice con el chelo, clamé con flauta armoniosa, caricias con el flautín
realicé… hasta llegar a componerte una sinfonía que no te colmaba ni
despertaba. Te vi pero no viste, ni oíste, ni sentiste al estar perdid@. Lloré
sin llorar; y eso que te avisé.
¡Qué difícil es dejar de
interpretar el papel estelar de tu vida cuando no sabes a ciencia cierta que no
tienes vida, sino que eres esa vida... la misma vida que se ha perdido en una
vida!
Vi, viste y no viniste,
aunque, cuando lo hiciste, pasaste como sombra ya ida, no recogida.
Te vi, te veo... y no hay
forma de que veas ni me veas.
P.D.: Cuando te apegas, no pegas; y cuando
pegas, te apegas apestando a apego. En este hacer de apegos a una vida que no
tiene tránsito ni permanencia, te pierdes en el huracán del no gozo. Pero
cuando te desapegas a todo, entonces, sólo entonces, puedes ser lo que viniste a
no hacer. Y es ahí cuando me ves. Te vi en su instante; y te veo en tu instante... y, sin embargo, aún no me ves... ni te ves.
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Autor: Deéelij
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