29/8/14
Ni esto ni aquello
En
este mundo de Esencialidad
no
existe ni el yo ni nada que no sea yo.
Para
entrar directamente en armonía con esta realidad,
cuando
las dudas surjan simplemente di: «No dos».
En
este «no dos» nada está separado,
nada
está excluido.
No
importa cuándo ni dónde:
iluminación
significa entrar en esta verdad.
Y
esta verdad está más allá del aumento o
la
disminución en el tiempo o el espacio:
en
ella, un solo pensamiento dura diez mil años.
Esencialidad:
tal es la naturaleza de las cosas
Esencialidad
(tathata) consiste en vivir en este mundo y con este mundo tan profundamente
que el mundo desaparezca y tú te conviertas en la esencia. Y la actitud que la
caracteriza e identifica es la aceptación: vivir sin conflictos ni quejas desde
el discernimiento de la naturaleza de las cosas… Es viviendo así como, de
pronto, acontece la transformación. Mientras estés luchando, tu energía se
divide. Pero una vez que aceptas, se hace una en tu interior y la propia
liberación de energía se convierte en una fuerza curativa que no viene de
afuera. Es así como la esencialidad incide sobre la enfermedad física, la
mental y, finalmente, la espiritual, aunque lo aconsejable es empezar por el
cuerpo y, si tienes éxito con él, intentarlo en los otros niveles.
Cuando algo
vaya mal en el cuerpo, relájate y acéptalo. Di para tu interior, sintiéndolo
intensamente: “Tal es la naturaleza de las cosas”. Si las cosas que han nacido
tienen que morir, algunas veces tendrán que enfermar. … Acéptalo, no te
identifiques con ello. No hay de qué preocuparse: no te está ocurriendo a ti; está
sucediendo en el mundo de las cosas… Cuando no luchas, transciendes. La
aceptación es la transcendencia. Y esta transcendencia se convierte en una
fuerza curativa. De repente, el cuerpo empieza a cambiar.
Lo mismo
ocurre con las preocupaciones mentales, las tensiones, las ansiedades, la
angustia… ¿A qué se debe que te preocupe algo? A que no puedes aceptar el hecho
porque tienes algunas ideas que imponer a la naturaleza. Por ejemplo, te estás
haciendo viejo y eso te preocupa. Te gustaría permanecer siempre joven; ahí
está la preocupación… ¿Qué es lo que muestras con tus preocupaciones? Que no
puedes aceptar lo que está ocurriendo.
El mundo de
las cosas es un flujo y en él nada es permanente. Si esperas permanencia de un
mundo donde todo es impermanente, te crearás preocupaciones. Por ejemplo, te
gustaría que este amor fuera para siempre. Sin embargo, nada puede serlo en
este mundo; todo es momentáneo. Esta es la naturaleza de las cosas, su esencia.
Bien… Ahora sabes que ese amor ha acabado y ello te causa tristeza. Vale,
acepta la tristeza. Si estás tembloroso, acepta el temblor; si te apetece
llorar, llora. ¡Acéptalo! No lo reprimas, no disimules, no trates de fingir. No
puedes luchar contra los hechos, acéptalos.
Y si lo haces
gradualmente, estarás constantemente dolorido y sufriendo. Pero si los aceptas
sin queja alguna, no desde la impotencia, sino desde la comprensión, se vuelven
esencialidad. Entonces ya no estás preocupado, ya no hay problema, porque el
problema no era causado por el hecho en sí, sino debido a que no podías
aceptarlo de la forma en que estaba ocurriendo: querías que fuera a tu manera.
La
vida no va a ser como tú quieras
La vida no va
ser como tú quieras, sino como la propia vida quiera. Y ante este hecho cierto,
tú mandas. Si lo rechazas, sufrirás. Si lo aceptas desde la consciencia, tu
vida se convertirá en éxtasis… También Buda tuvo que morir, pero lo hizo feliz
al ser consciente de que lo que ha nacido tiene que morir: el nacimiento
implica la muerte; así son las cosas. Si mueres preocupado y sintiéndote
desdichado, te perderás lo que la muerte puede ofrecerte, la gracia que se
manifiesta en el último momento, la iluminación que sucede en el tránsito. Mueres;
morirás muchas veces y seguirás perdiéndote lo mejor de ello.
Si puedes
aceptar la muerte, abres la puerta del tránsito con una bienvenida en tu
corazón. Y la calidad del fenómeno cambia inmediatamente. De repente eres
inmortal: el cuerpo se está muriendo, pero tú no. Ahora puedes darte cuenta de
que sólo se abandona la vestimenta, no el contenido; el coche en que has
encarnado para vivir la experiencia humana, no el conductor, no la consciencia,
que permanece en su iluminación; y más aún, porque en la vida muchas fundas la
cubrían, pero en la muerte está desnuda y libre.
No obstante, para
esto hay que embeber la actitud de la esencialidad, no un mero pensamiento
mental o una filosofía: tu vida entera ha de transformarse en esencialidad. Ni
siquiera hace falta que pienses en ello: sencillamente se vuelve algo natural… Comes
en esencialidad, duermes en esencialidad, respiras en esencialidad, amas en
esencialidad, lloras en esencialidad… Se convierte en un hábito y no necesitas
preocuparte por ello… Es tu forma de ser… ¡Aceptas!
Es cierto que
el término “aceptar” conlleva cierta carga -por ti, no por la palabra- porque
sólo aceptas cuando te sientes impotente, cuando no puedes hacer nada… En el
fondo todavía deseas; piensas que de haber sido de otra forma hubieras sido
feliz, pero ¡qué le vas a hacer! Lloras desconsoladamente y pasas muchas noches
preocupado, con pesadillas y sufrimientos... Finalmente, el tiempo es el que te
cura, no la comprensión. Y el tiempo es necesario sólo porque no comprendes, sino
te curarías inmediatamente.
Así que, poco
a poco, las cosas se difuminan, se pierden en la memoria cubiertas por el
polvo. Y todavía algunas veces duele la herida porque vas cargando con el
pasado… Fuiste niño; el niño todavía está ahí. Luego un muchacho; el muchacho
todavía está ahí con todas sus experiencias… Capa sobre capa, todo está ahí. Es
por eso que en ocasiones retrocedes: si te ocurre algo y te sientes desamparado,
empiezas a llorar como un niño. Has retrocedido en el tiempo, el niño ha salido
a la superficie. ¿Por qué llevamos toda esa carga? Porque en realidad nunca
aceptas nada. Si aceptas el fenómeno, la situación, la vivencia o el hecho no
quedará nada con lo que cargar. Pero si
aceptas porque te sientes impotente, cargarás con él… Cualquier cosa que esté
incompleta permanece para siempre como una carga; cualquier cosa que esté
completa se abandona. Porque la mente tiene una tendencia a cargar con las
cosas incompletas con la esperanza de que algún día surja la oportunidad de
completarlas. Aún esperas que regresen los días que ya se han ido. No has
transcendido el pasado. Y a causa de ese pasado tan pesado, no puedes vivir en
el presente.
Cuando
aceptas en esa actitud de esencialidad no hay rencor, no te sientes impotente.
Sencillamente entiendes que así es la naturaleza de las cosas. Por ejemplo, si quiero
salir de una habitación lo haré por la puerta, no atravesando la pared. Esta es
la naturaleza de la pared: impedir el paso; esa es la naturaleza de la puerta,
que pases a través de ella. Pues bien, acepta las cosas como a la pared y la
puerta… Si puedes mirar con claridad no harás cosas como intentar traspasar la
pared… Observa las cosas y si hay algo es natural no trates de forzar en ello
algo que sea innatural.
¿Por qué no
miras los hechos tal como son? Porque tus deseos están demasiado presentes. Por
eso te has convertido en una persona tan impotente. Supera la impotencia: ante
cualquier situación, no desees nada, pues el deseo te llevará por el camino
equivocado. Mira los hechos con toda la consciencia de que dispongas y, de
repente, se abre una puerta y ya no pasas a través de la pared, sino por la
puerta, sin un rasguño. Y ya no cargas con nada.
Y la
esencialidad es comprensión, no un destino sin esperanza. Así que esta es la diferencia.
Hay gente que cree en el destino o que dicen “Dios ha querido que fuera así”, pero
en el fondo mantienen un rechazo y utilizan esas tretas para maquillarlo y
consolarse a sí mismos. Sin embargo, la actitud de la esencialidad no es fatalista
ni conlleva ningún Dios o destino. Dice: mira las cosas tal como son, comprende,
y comprobarás que hay una puerta… Siempre hay una puerta…
En
la esencialidad desaparece el yo y, con ello, el otro
“En este mundo de Esencialidad no existe ni
el yo ni nada que no sea yo”… La mente siempre divide: el otro y yo. Y en
ese mismo instante el otro se convierte en enemigo. Algunos son más hostiles,
otros menos, pero el otro siempre es enemigo… Llamas amigo a aquel que es menos
hostil contigo y enemigo a aquel que lo es más, pero con el otro forzosamente tiene
que haber competición, celos, lucha… También peleas y compites contra tus
amigos, aunque de una manera “amistosa”. Sin embargo, una vez que te has
fundido en la esencialidad, en el discernimiento de la naturaleza de las cosas,
no existe nada que sea tú, ni nada que no seas tú; no hay ni yo ni nada que no
sea yo.
Cuando el
otro desaparece, el yo también desaparece, porque son dos polos de un mismo
fenómeno. Aquí adentro está el ego y ahí afuera está el otro: dos polos de un
mismo fenómeno. Si desaparece un polo, si el “tú” se disuelve, el “yo” desaparece
con él… Y ojo, no puedes hacer desaparecer al otro, sólo puedes hacerte
desaparecer a ti mismo. Si tú desapareces no hay ningún otro; cuando se
abandona el yo, no hay tú. Es la única manera. Pero intentamos justo lo
contrario: matar al “tú”. Mas al “tú” no se le puede matar, ni poseer, ni
dominar. El “tú” siempre seguirá en rebelión porque está esforzándose en
matarte a ti. Ambos lucháis por el mismo ego; él por el suyo y tú por el tuyo. ¿Cómo
vas a destruir al otro? El otro es inmenso… es todo el Universo. Céntrate en
una dimensión diferente: abandona el yo.
Sin embargo, lo
que haces es ayudarlo a permanecer. Por ejemplo, aferrándote a tus quejas,
rencores, enfermedades… La gente se apega a todo lo que molesta. Se quejan,
dicen que les gustaría curarse, pero en el fondo no es así porque si se curarán
ellos no estarán ahí, el yo desaparece… Fíjate como la gente se aferra a sus
heridas. Hablan acerca de sus enfermedades y defectos más que de ninguna otra
cosa. Escúchalos y te darás cuenta de que lo están disfrutando… Su enfermedad,
su ira, su odio, sus problemas, su egoísmo, su ambición… Es una locura: están
pidiendo deshacerse de esas cosas, pero, observa sus caras, lo están
disfrutando. Y si realmente desaparecieran, ¿con qué disfrutarían? Estarían tan
ociosos que se suicidarían.
Indaga en tu
interior y te darás cuenta de que todas tus desgracias existen porque tú las
apoyas. Sin tu apoyo nada puede existir. Existen porque tú les das energía. ¿Quién
te obliga a ello? Hasta para estar triste se necesita energía. Es por eso que
después de la tristeza te sientes tan agotado… Durante tu depresión no estabas
haciendo nada, estabas simplemente triste y tendrías que haber salido de ella
pletórico de energía. Pero no, porque todas las emociones negativas necesitan
energía y te agotan.
Si eres
feliz, de repente, toda la existencia es feliz contigo y el mundo entero fluye
hacia ti con energía y ríe contigo. Pero cuando estás alimentando tu tristeza y
apatía, se abre un espacio entre tú y la vida. Entonces todo lo que hagas tendrá
que depender de tu energía y la desperdiciarás, la agotarás… Pero lo haces
porque cuando estás ofuscado y negativo sientes más ego… Cuando estás triste,
enfadado, egoísta, disfrutando y jugando con tus heridas, intentando ser un
mártir, entonces generas un espacio entre tú y la existencia. Te quedas solo y
ahí te sientes yo. Y cuando te sientes yo, toda la existencia se vuelve hostil
contigo. En cambio, cuando estás contento, feliz, extasiado, no hay yo, el otro
desaparece; estás en contacto con la existencia, no separado.
Cuando
aceptas la naturaleza de las cosas y te disuelves en ella, vas con ella. No das
ningún paso propio, no tienes ninguna danza propia, ni siquiera una
cancioncilla; la canción de la totalidad es tu canción, la danza del todo es tu
danza, tú ya no estás aparte.
Simplemente sientes: “El todo es. Yo sólo soy una ola, que viene y se va, que
llega y se marcha, siendo y no-siendo. Yo voy y vengo, el todo permanece. Yo
existo a través del todo, el todo existe a través de mí”… Algunas veces toma
forma y otras no. Algunas veces surge en el cuerpo y otras desaparece del
cuerpo. Tiene que ser así, porque la vida tiene un ritmo. Algunas veces tienes
que estar activo y en movimiento -una ola- y otras te vas a las profundidades y
descansas, inmóvil.
La muerte es un
cambio de ritmo moviéndose hacia lo otro. Pronto nacerás más vivo. La muerte es
una necesidad: el polvo que se ha acumulado a tu alrededor tiene que lavarse; es
la única manera de rejuvenecer. ¿Por qué crear un conflicto? Tú no mueres, sólo
caen las hojas viejas para hacer espacio a las nuevas. Mueres aquí, naces allí:
de la forma a la sin-forma, de la sin-forma a la forma; del cuerpo al
no-cuerpo, del no-cuerpo al cuerpo; movimiento, quietud; quietud, movimiento… Este
es el ritmo. Si te fijas en el ritmo no te preocupará nada: confía… Entonces tú
no estás ahí, ni tampoco hay ningún otro. Los dos han desaparecido, ambos se
han convertido en el ritmo del uno. Ese uno existe, ese uno es la realidad, la
verdad.
“No
dos”
“Para entrar directamente en armonía con esta
realidad, cuando las dudas surjan simplemente di: No dos”… Cuando surja la
duda, cuando te sientas dividido, cuando veas que está apareciendo una
dualidad, di para tu interior: “No dos”. Y hazlo con plena consciencia,
inteligencia y comprensión… Siempre que sientas que el amor está surgiendo di
“no dos”, de otra forma el odio estará esperando; y cuando veas que el odio
está surgiendo di: “No dos”. Siempre que sientas un apego hacia la vida di “no
dos”; y también cuando sientas miedo a la muerte… Si alguien te ha insultado y
te ofendes di “no dos”, porque el que insulta y el que se ofende son uno. Ese
hombre no te ha hecho nada a ti, se lo ha hecho a sí mismo… El asesino y el
asesinado son uno, ¿por qué preocuparse?; ¿por qué adoptar puntos de vista?; ¿por
qué no fundirse en el otro? Porque el otro también soy yo; y el otro y yo también
son Eso. Sólo existe el uno.
Siempre que
se te plantee una confusión, dudas, una división, un conflicto, siempre que vayas
a escoger algo, recuerda: “No dos”. Tienes que hacerlo con comprensión, con
consciencia. Si lo haces mecánicamente significa que en otro nivel permaneces
en el yo, en el ego, luchando, violento, agresivo. Y las agresiones no están
solamente en la guerra… La agresión es muy sutil, está en tus gestos. Fíjate:
si estás dividido en yo y tú, tu mirada es violenta. Y cuando gritas, siempre
que te enfadas, el motivo suele ser algo insignificante. Vas acumulando
agresividad y de ahí, de pronto, desde esa ira acumulada, sale la agresión por
algo sin demasiada importancia.
Di: “No dos”
y entonces no hay nada que elegir, nada que te guste o te desagrade, puedes
bendecir todo… Vas donde la vida te lleva; confías en la vida. Y la confianza
no es una postura intelectual. Es una respuesta total al sentimiento de que
sólo existe el uno, no dos… Repite silenciosamente: “No dos” y observa lo que
ocurre. El conflicto desaparece. Aunque sólo desaparezca por un momento, será
un gran fenómeno. Estás cómodo, de pronto no hay enemigo en el mundo, de
repente todo es uno.
“En este
“no dos” nada está separado, nada está excluido. No importa cuándo ni dónde,
iluminación significa entrar en esta verdad”… Iluminación significa entrar
en esta verdad de “no dos”… Siempre que te sientas dividido, que estás a punto
de elegir, que te gusta una cosa en contra de otra, que empieza a aparecer y
acumularse la tensión… di “no dos”. La tensión se relajará y la energía será
reabsorbida, transformándose en bienaventuranza.
Sexualidad:
la energía acumulada y el tercer ojo
La vida te va
llenado de energía. Y siempre que la energía acumulada es demasiada, el tercer
ojo lo siente y empezarás a percibir que hay que hacer algo. A este tercer ojo
los hindúes le han llamado el ajna chakra, el centro de mando, donde se dan las
órdenes, la oficina desde donde el cuerpo recibe las órdenes… La Naturaleza ha construido
un proceso: en cuanto acumulas demasiada energía, el tercer ojo presiona el
centro del sexo, ambos se unen y empiezas a sentirte sexual. Se trata de un dispositivo
automático creado por la
Naturaleza en el cuerpo. Y a partir de ahí, existen dos
caminos en la gestión de esa energía interior acumulada: descenderla o
ascenderla.
Descenderla
significa desahogarte. Así es como para la mayoría de la gente funciona el
sexo: una medida de seguridad, porque se puede acumular tanta energía que puedes
estallar. El sentimiento de sexualidad no es más que un dispositivo para
evidenciar la acumulación de energía. Y una de las maneras de usar tu energía
es sintiendo placer a través del desahogo.
La otra forma
es decir: “No dos”. Yo soy uno con el Universo. ¿Dónde desahogarla?; ¿con quién
hacer el amor?; ¿dónde echarla? No hay ningún lugar distinto a mí, yo soy uno
con el Universo. Entonces, al no hacerla descender del tercer ojo, al no
desahogarte, empieza a ascender. Y llega así al último chakra, el séptimo
centro, situado en la cabeza por encima del tercer ojo y al que los hindúes
llaman sahasrara: el loto de los mil pétalos.
Estos son los
dos caminos posibles para usar tu energía interior acumulada. Cuando la haces
descender, hay placer. Cuando no te desahogas y permites que ascienda desde la
compresión consciente del “no dos”, la energía alcanza el sahasrara y hay
bienaventuranza. Y ten en cuenta que el placer y el sentimiento de bienestar que
el descender la energía provoca sólo puede ser momentáneos, pues el desahogo es
pasajero y genera una sensación efímera. Sin embargo, la bienaventuranza puede
ser eterna, porque la energía no se descarga sino que se reabsorbe. El centro
de la descarga es el sexo, el primer centro o chakra; y el centro de la
reabsorción es el séptimo, el último. Ambos son los extremos de un mismo
fenómeno energético. Desde un extremo, al desahogarte, la energía se descarga;
te sientes relajado porque ahora no hay energía para hacer nada y te duermes.
Es por eso que el sexo ayuda a dormir. Y si te vas al otro extremo, en el que
la energía se reabsorbe, el loto de los mil pétalos se abre y sigue abriéndose
y abriéndose. No tiene fin, porque la energía vuelve hacia el interior, es
reabsorbida.
Puedes llegar
desde el sexo a la superconsciencia. Este loto de mil pétalos es el centro de
la superconsciencia. Así que cuando vuelvas a sentirte sexual di “no dos” con
comprensión, consciente, en alerta. Y de pronto sentirás que algo está pasando
en la cabeza: la energía que solía caer hacia abajo se está moviendo hacia
arriba. Y una vez que alcance el séptimo centro, será reabsorbida. Entonces te
vas convirtiendo en más y más en energía; y la energía es deleite, éxtasis. Ya
no hay necesidad de descargarla porque ahora eres el ser infinito... Puedes
absorber el infinito, el todo, y aún quedará espacio… Este cuerpo es estrecho;
tu consciencia, inmensa. Este cuerpo es una taza pequeña; un poco más de energía
y se desborda. Tu práctica sexual es el desbordamiento de la taza, del cuerpo
estrecho. Pero cuando el sahasrara se abre, un loto de mil pétalos se abre en
tu cabeza; y va abriéndose y abriéndose sin fin. Aunque el todo se derrame
sobre ti, todavía quedará un espacio infinito.
Se dice que
un buda es más grande que el Universo. No su cuerpo físico, por supuesto, pero
el Buda sí lo es porque el loto se ha abierto. Ahora este Universo no es nada;
millones de Universos pueden caer en él y ser reabsorbidos. Puede seguir
creciendo. Es perfecto y todavía sigue creciendo. Esta es la paradoja; porque
nosotros pensamos que una perfección no puede crecer. La perfección también
crece; crece hacia ser más perfecta y más perfecta. Sigue creciendo porque es
infinita… Este es el vacío del que habla Buda: shunyata. Cuando tú estás vacío,
todo el Universo puede caber en tu interior y todavía queda un espacio infinito,
más Universos pueden caber en ti.
Tú
eres el todo
“Y esta verdad está más allá del aumento o la
disminución en el tiempo o el espacio”... Para esta verdad el tiempo y el
espacio no existen. Ha ido más allá, nada la limita. Es más grande que el espacio
y el tiempo… “En ella, un solo
pensamiento dura diez mil años”; y un simple movimiento, eternidad… Puedes
ver el cuerpo tuyo o de alguien, pero el cuerpo no es tú ni él: somos la consciencia
que no podemos ver. El cuerpo nace y muere; la consciencia no ha nacido nunca y
nunca morirá. Esta consciencia iluminada es la mismísima raíz de toda la
existencia; y también su florecimiento. No se puede decir dónde se halla esta
consciencia porque ¡está en todas partes! Mejor aún: “todas partes” están en
ella.
Ambos, el
tiempo y el espacio existen en la consciencia y esta consciencia no existe en
el tiempo y el espacio. No podemos decir en qué momento del tiempo existe esta
consciencia iluminada. Sólo podemos decir que todo el tiempo existe en esta
consciencia. Esta consciencia es más grande; y tiene que ser así. ¿Por qué?... Puedes
observar el tiempo y decir: “Es por la mañana, o es mediodía o ahora es por la
tarde. Ha pasado un minuto, un año o una era”. Este observador, esta
consciencia, tiene que ser más grande que el tiempo, sino ¿cómo podría
observarlo? El observador tiene que ser más grande que lo observado. Tú puedes
ver el espacio, puedes ver el tiempo; por lo tanto, ese que ve dentro de ti debe
ser más grande que ambos.
Una vez que
ocurre la iluminación, todo está en ti. Todo empieza a moverse en ti… Los
mundos surgen de ti y se disuelven en ti porque tú eres el todo.
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Fuente: Extracto del capítulo 9 de “El Libro de la Nada ”, de Osho, realizado por
Emilio Carrillo.
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27/8/14
La reencarnacion (la experiencia de Emilio Carrillo)
Sobre estas líneas se ofrece el vídeo (duración: 00:02:41) de la canción La reencarnación (la experiencia de Emilio Carrillo) que ha compuesto y canta José Luís Corcoles y Emmanuel me ha hecho llegar desde México.
LA REENCARNACIÓN
ES SÓLO UNA CREENCIA,
PERO CUANDO LA VIVES
PASA A SER UNA EXPERIENCIA.
ALGUIEN ESA EXPERIENCIA HA VIVIDO:
ESE ALGUIEN SE LLAMA EMILIO CARRILLO.
ES SÓLO UNA CREENCIA,
PERO CUANDO LA VIVES
PASA A SER UNA EXPERIENCIA.
ALGUIEN ESA EXPERIENCIA HA VIVIDO:
ESE ALGUIEN SE LLAMA EMILIO CARRILLO.
HA PODIDO COMPROBAR
QUE VIVIÓ EN OTROS MUNDOS,
QUE VIVIÓ EN OTROS MUNDOS,
QUE CONOCIÓ OTROS SITIOS,
QUE CONOCIÓ OTRO Y OTRA GENTES...
QUE CONOCIÓ OTRO Y OTRA GENTES...
Y ES QUE EXISTE UN PLANO
DESDE EL CUAL NOS DESPLAZAMOS
Y QUE, POSIBLEMENTE,
HEMOS LLEGADO MUCHAS VECES
DESDE OTRO PLANO A ESTE PLANO;
QUE CADA VEZ ELEGIMOS NUESTROS PADRES,
NUEVOS DONES Y TALENTOS
QUE SON LA EXPRESION DE NUESTRA DIVINIDAD.
NUEVOS DONES Y TALENTOS
QUE SON LA EXPRESION DE NUESTRA DIVINIDAD.
EL TALENTO SE DEBE EXPRESAR Y COMPARTIR,
QUE ES LO QUE HAGO YO
CON MI POBRE TALENTO
QUE ES LO QUE HAGO YO
CON MI POBRE TALENTO
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25/8/14
La coherencia del corazón
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Vídeo producido y enviado por: Óscar Castaño
Vídeo producido y enviado por: Óscar Castaño
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22/8/14
Vivir en la fe verdadera
Considera inmóvil el
movimiento
y en movimiento lo
inmóvil,
y ambos, estado de
movimiento
y estado de reposo,
desaparecen.
Cuando tales dualidades
dejan de existir
la propia Unidad no puede
existir.
Ninguna ley o descripción
es aplicable a esta
finalidad suprema.
Para la mente unificada,
en armonía con el Camino,
cesan todos los esfuerzos
enfocados hacia uno mismo.
Las dudas y las
vacilaciones se desvanecen,
y vivir en la fe
verdadera se vuelve posible.
De un solo golpe somos
liberados del cautiverio;
nada se aferra a nosotros
y
nosotros no nos aferramos
a nada.
Todo está vacío, claro,
autoiluminado,
sin el empleo del poder
de la mente.
Aquí, el pensamiento, el
sentimiento,
el conocimiento y la
imaginación no tienen ningún valor.
La
verdad sólo puede ser el todo
La mente sólo
percibe un extremo, sólo puede ver un polo, mientras que la realidad es bipolar.
Lo cierto es que en ese extremo se esconde el otro, pero la mente no puede
penetrar en él. Y a no ser que veas ambos opuestos juntos, nunca te será
posible ver lo que es. Lo que sea que veas será falso, pues será la mitad. La
verdad sólo puede ser el todo. Conocer la verdad es conocer la totalidad en
todas las cosas.
El movimiento
es imposible sin algo inmóvil dentro de él. Siempre que amas, el odio, el polo
opuesto, está presente, porque el amor no puede existir sin el odio. No depende
de tu gusto: ¡es así. Pero la mente puede ver sólo uno de los polos: cuando ve
el amor, deja de ver el odio; cuando se aferra al odio, deja de ver el amor. Y
si quieres ir más allá de la mente, tienes que ver ambos extremos, los dos
opuestos. Es exactamente igual que el péndulo de un reloj: mientras va hacia la
derecha está ganando ya impulso para ir hacia la izquierda.
Mientras
estás vivo, almacenas energía para morir; y cuando estés muerto, energía para
renacer. Si sólo ves la vida, te estarás equivocando. ¡Ve la muerte oculta en
la vida por todas partes! Y si lo ves, también podrás ver su reverso: que en la
muerte se esconde la vida. Entonces ambas polaridades desaparecerán. Y cuando
las ves en su unidad, la mente desaparece.
En el momento
en que has elegido el amor, has elegido el odio. Y si te aferras a la vida, te
estás aferrando a la muerte… La mente existe en una parte de la polaridad y
trata de hacer que esa parte sea el todo. La mente dice: “¿Cómo voy a odiar a
esta mujer? Cuando yo amo, amo; el odio es imposible”. La mente parece lógica,
pero está equivocada. No se puede odiar a una persona sin amarla. Van juntos,
son dos aspectos de la misma moneda. Tú miras una cara, la otra está oculta
detrás (pero esta ahí, siempre esperando).
¿Qué
ocurriría si la mente pudiera ver a ambas juntas? Todo se volvería absurdo,
ilógico. La mente sólo puede vivir en un marco lógico, sencillo, negando lo
opuesto. Si permites que entren en concurso cosas ilógicas, la mente desaparece…
Cuando miras la forma en que la vida se mueve y vive, que es a través de los
opuestos, tienes que abandonar la mente. La mente necesita demarcaciones
claras, cosa que la vida no tiene. No puedes encontrar nada más absurdo que la
vida, que la existencia… Si te reúnes, tan sólo te reúnes para separarte; si te
gusta una persona, te gusta tan sólo para que te disguste; si eres feliz, tan
sólo eres feliz para plantar la semilla de la infelicidad.
¿Qué hacer? A
la mente no le queda nada que hacer. La mente simplemente desaparece. Y se
constata que la vida no es absurda –lo parece por la excesiva lógica de la
mente-, sino un Misterio y un Milagro… La vida siempre envuelve al opuesto...
Disfruta el momento e inmediatamente llorarás; ríe y justo tras la risa están
las lágrimas esperando brotar. No queda nada por hacer, así es como son las
cosas.
Considera
inmóvil el movimiento y en movimiento lo inmóvil
“Considera
inmóvil el movimiento...” Cuando veas algo que se está moviendo, recuerda,
hay algo dentro de ello que es inmóvil. Y todos los movimientos conducirán a lo
inmóvil. Estás corriendo, sencillamente, para descansar en alguna parte. Así
que correr lleva a descansar, el movimiento lleva al estado de inmovilidad.
Y esa
inmovilidad ya está ahí. Cuando estés corriendo, algo dentro de ti no está
corriendo. Tu consciencia permanece inmóvil. Puedes moverte por el mundo entero,
pero algo dentro de ti nunca se mueve, no puede moverse, y todo movimiento
depende de ese centro inamovible. Te involucras en toda clase de situaciones y
emociones, pero algo en ti permanece sin comprometerse, sin involucrarse. Y
toda esa vida de compromisos tan sólo es posible por ese elemento que no se
involucra.
Y “Considera inmóvil el movimiento y en
movimiento lo inmóvil”… Y cuando veas algo estacionario, no te dejes
engañar: es estacionario, pero ya se está moviendo. Nada es estático y nada
está en movimiento absoluto. Todo es ambas cosas: en parte está en movimiento y
en parte está estático. Y lo estático es la base de todo movimiento.
Cuando veas
algo estático, busca en su interior y verás que, en alguna parte, el movimiento
ya está ocurriendo. Si ves algo que se mueve, busca lo estacionario en ello. Lo
encontrarás siempre, con absoluta certeza, porque un extremo no puede existir
solo… Por ejemplo, un bastón tiene obligatoriamente dos extremos. Si tiene un
extremo entonces el otro tiene que estar ahí; puede que esté oculto, pero es
imposible que un bastón tenga sólo un extremo.
Todo lo que
ha nacido ha de morir, todo lo que ha sido hecho tiene que ser deshecho, todo
lo que se ha juntado tiene que separarse, toda reunión es una separación, toda
llegada es una salida… Mira a ambos simultáneamente e, inmediatamente, la mente
desaparecerá. Puede que te sientas un poco mareado, porque la mente ha vivido
con demarcaciones lógicas. Admite ese mareo, deja que ocurra. Pronto
desaparecerá y te afianzarás en una nueva sabiduría, en una nueva visión de la
realidad que es la totalidad. Y en esa totalidad tú estás vacío. No hay
opiniones acerca de esto; ahora sabes que todas las opiniones son falsas.
La
mente no puede ver la totalidad, sólo aspectos de ella
Mahavira vislumbró
siete posturas sobre todas las cosas. Primero dice sí, que no es la verdad, sino
un aspecto. Luego dice no, que no es la verdad, sino otro aspecto. En tercer
lugar dice sí y no, sí a ambos -si y no-, otro aspecto. Seguidamente dice sí y
no, no a ambos; cuarto aspecto. En quinto lugar dice sí más sí y no, ambos sí; otro
aspecto. A continuación, no más sí y no, ambos si, sexto aspecto. Y,
finalmente, no más sí y más ambos no; séptimo aspecto.
Siempre que
dices sí, es la mitad. En cierto sentido una cosa es, pero en otro ya está en
camino de ser no-existencial… “¿Este niño está vivo o muerto?”. En cierto
sentido este niño sí está vivo (primera postura) y en cierto sentido no
(segunda), porque este niño va a morir. Es más, no sólo va a morir, de hecho,
por estar vivo, ya está muerto (tercera postura: ambos, vivo y muerto, sí). La
muerte está ahí oculta, es parte de él… ¿Pero cómo puede un niño estar de ambas
formas, vivo y muerto?; porque la muerte niega la vida y la vida niega la
muerte. Por eso hay también una cuarta postura: él no está de ambas maneras,
ambos no.
La mente no
puede ver la totalidad, sólo aspectos de ella. Si yo te doy una piedrecita,
sólo ves una cara, la otra está oculta; si miras a la otra, entonces la
primera, de nuevo, estará oculta. Ni siquiera puedes ver en su totalidad una
piedrecita que puedes poner en la palma de tu mano… La mente no puede ver nada
completo, sólo la mitad; la otra mitad es una suposición.
Esta lógica
de siete pliegues es para la mente como una danza derviche: le produce mareo.
La danza derviche es un método físico para marear a la mente, mientras que este
es un método mental para provocar lo mismo. Si continúas haciéndolo, el mareo
seguirá apareciendo durante unos días; luego se calmará. En el momento en que
el mareo haya desaparecido te darás cuenta de que la mente ha desaparecido,
porque ya no hay nadie que se maree. Entonces llega una claridad, miras a las
cosas sin la mente. Sin la mente se revela el todo; y con el todo viene la
transformación.
La
palabra “unidad” es parte de la dualidad
“Cuando tales dualidades dejan de existir, la
propia Unidad no puede existir”… Usar la palabra “unidad” es también parte
de la dualidad. Si no hay dualidad, ¿cómo va a haber unidad? La naturaleza de
la existencia es no-dual, advaita, no dos. Nunca se puede decir “uno”, como
mucho “no dos”. Puedo decir lo que la realidad no es: no es dos.
Cuando no
puedes ver el amor separado del odio, ¿qué significado darás al amor? Si
alguien me pidiera que escriba un diccionario, ¿qué significado le daría a
amar? Los diccionarios sólo son posibles si el amor y el odio son diferentes,
opuestos… ¿Cómo podría definir el amor? (porque el amor también es odio); ¿cómo
la vida? (porque la vida también es muerte); ¿cómo a un niño? (porque un niño
también es un viejo); ¿cómo la beldad? (porque la beldad también es fealdad)…
Las fronteras desaparecen y entonces no puedes definir ninguna cosa porque
todas las definiciones dependen de los opuestos.
Todo hombre
es una mujer, toda mujer es un hombre. En esta existencia no puede existir nada
sin su opuesto. Tú has nacido de dos personas: una era hombre y la otra mujer.
Llevas a ambos en tu interior. Si una mujer se vuelve feroz, es más feroz que
cualquier hombre; si está enfadada, ningún hombre puede competir con ella. ¿Por
qué? Porque su mujer, en la superficie, está cansada y su hombre está siempre
descansando y más lleno de energía. Y cuando un hombre se entrega o se vuelve
muy amoroso es más femenino que cualquier mujer, porque surge la mujer que está
siempre descansando oculta…
Todo se funde
en lo opuesto. Cuando lo percibes, toda lógica parece inútil y la mente se
marea. Y cuando ves a través de todas las dualidades, dejan de existir; porque
el amor es odio. La palabra correcta sería “amorodio”; no dos palabras, sino
una. Lo correcto sería “vidamuerte”, “hombremujer” o “mujerhombre,…; no dos
palabras, sino una, juntas.
Pero entonces
también la unidad deja de existir. El dos desaparece; como consecuencia el uno
también. Es por esto que, cuando llegas a realizar la verdad, no es ni uno ni
dos: es vacío… Cuando el dos desaparece, también el uno se diluye y sólo queda
nada. Esta nada es la cima suprema de la iluminación, cuando lo ves todo vacío…
cuando todo se vuelve vacío.
Todos
los esfuerzos cesan
¿Qué vas a
tratar de conseguir en este vacío? No hay ninguna meta a la que llegar, nadie
para poder alcanzarla… Todos los esfuerzos cesan. “Ninguna ley o descripción es
aplicable a esta finalidad suprema. Para la mente unificada, en armonía con el
Camino, cesan todos los esfuerzos centrados hacia uno mismo”… Esta es la
paz de Buda, el silencio total; porque no hay nada que alcanzar, nadie para
alcanzarlo, ningún lugar donde ir, nadie que vaya. Todo es vacío. De repente,
todos los esfuerzos desaparecen. No vas a ninguna parte. Empiezas a reír,
empiezas a disfrutar de este vacío. Entonces no hay ningún límite para tu gozo,
van cayendo sobre ti bendiciones.
Si la
existencia es sentida como vacío, nadie puede perturbar tu felicidad, porque no
hay nadie para perturbarla. Eres tú; es tu dualidad lo que te perturba. Si
puedes ver que lo opuesto está oculto, de pronto no pides nada, no buscas nada,
porque sabes que pidas lo que pidas, vendrá lo opuesto, te será dado lo
opuesto. Entonces ¿para qué pedir nada?
“Cesan todos los esfuerzos enfocados hacia
uno mismo” cuando este vacío es visto como tal. La mente que quiere lograr cae,
desaparece entre el polvo… “Las dudas y
las vacilaciones se desvanecen y vivir en la fe verdadera es posible”… Normalmente
lo que se enseña en las iglesias y templos no es fe, sino credo: “¡Cree en
Dios!”. ¿Pero cómo vas a creer? Porque cada creencia alberga en sí su propia duda.
Por eso insistes en decir: “¡Yo creo plenamente!”. ¿Por qué este énfasis? Muestra
es que en algún lugar hay una duda oculta y la estás escondiendo con la palabra
“plenamente”. Por eso los creyentes no quieren oír nada que vaya en contra de
sus creencias: siempre tienen miedo de que pueda tocar la duda oculta y esa
duda se desarrolle.
Creyentes que
se vuelven incrédulos, incrédulos que se vuelven creyentes... ¡cuántos cambios!
¿Por qué? Porque lo otro está ahí oculto. La creencia alberga en sí la duda, al
igual que el amor alberga en sí el odio y la vida alberga en sí la muerte.
Entonces, ¿qué es la fe?
La fe ocurre
sólo cuando la dualidad ha caído; no es una creencia en contra de la duda.
Cuando ambas, creencia y duda, han desaparecido, ocurre algo que es fe, que es
confianza. No confianza en un Dios, porque no existe la dualidad, tú y Dios. No
se trata de que confíes, porque tú ya no estás; porque si tú estás entonces
habrá otros. Cuando todo es vacío, la confianza florece; el vacío se convierte
en el verdadero florecimiento de la confianza. La palabra budista shraddha (fe,
confianza) es muy diferente al de la palabra “creer”. No hay nadie para creer,
nadie en quien creer; todas las dualidades han caído. ¿Qué puedes hacer
entonces? Simplemente confías y fluyes con la corriente. Te mueves con la vida,
reposas con la vida… flotas en el Río de la Vida.
Si la vida
trae nacimiento, confías en el nacimiento; no te quejas. Si trae muerte,
confías en la muerte; no dices que eso no está bien. Si trae flores, de
acuerdo; si trae espinas, de acuerdo. Si la vida da, así es; si la vida quita,
así es. Esto es confianza. No hacer una elección por tu cuenta y dejarlo todo a
la vida, lo que sea... No desear ni hacer demandas e ir donde la vida te lleve,
pues ahora sabes que, en el momento que exijas, el resultado será lo opuesto.
Intenta
entender esto: todo lo que desees irá hacia su opuesto. Entendiendo esto, los
deseos desaparecen. ¡Cuando el desear desaparece llega la confianza! Confiar
significa ir por la vida sin ninguna expectativa, sin ningún deseo o demanda
por tu parte. No pedir, no quejarse. Aceptando lo que sea que ocurra. Y esto no
es algo que tú hagas. Si lo estás haciendo tú, entonces hay rechazo. Si dices:
“Sí, aceptaré”, has rechazado. Dices: “Aceptaré lo que sea que ocurra”, pero
detrás de esto hay un profundo rechazo.
La confianza
ocurre viendo la realidad de que lo opuesto está implicado en todas las cosas.
No es que digas: “Acepto”; no es que aceptes por impotencia. Es simplemente que
lo opuesto está implicado en la naturaleza de las cosas. Mirar los hechos, la
verdad, en el fondo de tu ser, te da confianza… Si me doy cuenta de que he
nacido, entonces es un hecho que voy a morir. Esto es sencillamente un hecho.
No lo acepto porque no hay rechazo; simplemente confío. Cuando confié en nacer,
la vida me dio el nacimiento; y yo confié. La vida me traerá la muerte; y yo
confío.
Lo
desconocido está siempre ahí. Confiar significa entrar en lo desconocido, sin
hacer ninguna demanda. Entonces no puedes ser desgraciado y la felicidad incausada
va inundándote. ¿Cómo puedes ser desgraciado si no demandas nada?; ¿quién te va
a hacer desgraciado si no demandas nada? La vida parece tan desgraciada porque,
pidas lo que pidas, la vida parece ir exactamente en el sentido contrario. Si
no demandas nada, la vida se convertirá en una bendición; cualquier cosa que
ocurra es divina.
Y cuando te
adaptas tan profundamente a la vida, las dudas, la incredulidad, desaparecen. Surge
una fe que no es una creencia, que no necesita de ningún Dios en el que creer. ¿Para
qué un Dios?; ¿no es suficiente con la existencia?; ¿para qué personificarla?...
¿Qué son tus dioses? Tus proyecciones. Y ¿por qué proyectas? Porque quieres
estar protegido. Sin un Dios te siente desamparado; sólo quieres que alguien te
ayude. Al pedir ayuda, tú mismo te estás creando sufrimiento, pues ocurrirá lo
contrario. Sentirás que Dios no te escucha a pesar de que has hecho todo por tu
parte.
Desconfianza
significa que tienes que imponer algunas ideas. Te crees más listo que la
propia vida. Eso es incredulidad. Quieres imponerte a ti mismo. Y confianza
significa: “Yo no soy nadie, voy donde la vida me lleve, donde sea (hacia lo
desconocido, luz o oscuridad, muerte o vida). Donde me lleve, estoy preparado.
Estoy siempre listo, me adapto”. ¿Pero cuándo te adaptas? Sólo cuando cesa la
dualidad; cuando puedes ver y el propio ver se convierte en el final… el final de
los deseos, de las demandas.
De
un solo golpe
“De un solo golpe somos liberados del
cautiverio”… No se trata de un asunto gradual, no es poco a poco. Cuando
ves la verdad, de un solo golpe eres liberado.
Y no es
cuestión de hacer esfuerzos, pues cualquier cosa que hagas lo harás con la
mente y la mente es la causa de todas las desgracias. De hecho, todo lo que
hagas con la mente supondrá un esfuerzo, la reforzará aún más y será una
elección desde dos polos opuestos. Así te irás liando cada vez más. Por tanto, no
es cuestión de qué hacer, sino de cómo ver sin mente, sin elegir. La cuestión
no tiene que ver con el hacer ni con la acción, sino con la cualidad de la
consciencia. Cómo estar más alerta y consciente, esta es la única cuestión.
Cómo ser tan consciente que puedas ver más allá de la mente, de modo que los
opuestos se conviertan en uno y las dualidades cesen.
En una aguda
penetración de consciencia desaparecen tanto los pecadores como los santos,
porque ambos pertenecen a la dualidad. Y Dios muere y el Diablo también, porque
ellos pertenecen igualmente a la dualidad, los ha creado la mente. Dices que
Dios es amor y el Diablo odio, que Dios es compasión y el Diablo violencia y
que Dios es luz y el Diablo oscuridad. ¡Qué idiotez!, porque la oscuridad y la
luz son dos aspectos de la misma energía. Al igual que bien y mal, correcto e incorrecto,
moral e inmoral… son polaridades de un solo fenómeno. Y ese fenómeno es la
existencia… Dios, Diablo… la existencia es ambos… El día y la noche, el cielo y
el infierno… todo, está junto. Y cuando ves esto, ¿dónde está la elección?, ¿qué
sentido tiene elegir algo o pedir algo? Todas las demandas cesan. Surge la fe,
aparece la confianza. En el vacío de la verdad, donde la dualidad cesa y ni
siquiera puedes ver que uno es, florece un fenómeno desconocido: la confianza.
Observa,
estate más alerta
“Nada se aferra a nosotros y nosotros no nos
aferramos a nada. Todo está vacío, claro, autoiluminado, sin el empleo del
poder de la mente. Aquí, el pensamiento, el sentimiento, el conocimiento y la
imaginación no tienen ningún valor”… Entonces uno vive… Uno, solamente, ¡vive!
Uno respira, solamente respira. Sin imaginación, sin pensamiento, sin mente.
Confías en la existencia y entonces la existencia confía en ti. Este encuentro
de confianzas es la bienaventuranza suprema, el éxtasis, el samadhi.
Tienes que
ver, tienes que observar la vida; hazte un observador, mira en todas las cosas.
Cuando estás en tal equilibrio y tranquilidad, cuando no demandas amor, cuando
no quieres estar lejos del odio, cuando no te aferras a nada y nada se aferra a
ti, de repente ni amas ni odias; de golpe, se acaba la dualidad… Estarás vacío…
No habrá ni amor ni odio, pues sólo puede haber uno cada vez. Ambos juntos, se
niegan entre sí. De repente, ninguno de los dos está ahí; solamente quedas tú,
en total soledad. No hay nada, ni rastro de nada. Este es el vacío, shunyata.
Y si puedes
verlo en una dualidad -por ejemplo, en vida-muerte o en amor-odio-, lo has
visto en todas las cosas, entrando en una cualidad completamente diferente de
la existencia y llenándote de Confianza. No es algo en lo que tengas que creer,
una doctrina; no tiene nada que ver con ningún Dios. Tiene que ver con tu
consciencia. Plenamente alerta, viendo a través, te vuelves libre; y de un solo
golpe.
No pienses en
ello, intenta verlo en la vida. Será doloroso porque cuando estás sintiendo
amor no quieres pensar en absoluto en el odio. En realidad tienes miedo de que,
si piensas en el odio, todo este éxtasis de amor desaparezca. Cuando estás vivo
no quieres pensar en absoluto en la muerte, pues tienes miedo de que, si
piensas demasiado en ella, no te sea posible disfrutar la vida… Sin embargo, en
algún sentido, el miedo es conveniente. Ciertamente, si te vuelves consciente
de la muerte no te será posible disfrutar de la vida en la forma en la que
hasta la viniste disfrutando. Pero, sé sincero, ¿esta forma ha sido realmente
dichosa?, ¿no es verdad que ha estado llena de sufrimiento?
Si piensas en
el odio mientras haces el amor no te será posible disfrutarlo de la forma que
lo has estado disfrutando hasta ahora. Pero en realidad, ¿es un gozo o una
obsesión?, ¿has disfrutado realmente del amor? Si lo hubieras disfrutado
hubieras florecido, tendrías una fragancia diferente y no la tienes; tendrías
una diferente iluminación del ser y no la tienes. Entonces ¿qué clase de gozo
ha sido este amor, esta vida y todo lo demás? No, simplemente has estado
engañándote.
Tu amor no es
otra cosa que un tóxico, una droga. Caes en él por unos momentos y lo olvidas.
Luego llega el odio y caes en la desdicha. Y de nuevo, porque estás infeliz,
buscas amor. Pero tu amor no es otra cosa que caer en un sueño profundo. Este
ha sido tu patrón. Todo lo que llamas felicidad no es otra cosa que caer en el
sueño… De nuevo vuelve el odio, de nuevo entra el mundo y las preocupaciones y
de nuevo vuelves a la rueda. Esto es lo que has estado haciendo durante innumerables
vidas.
Ahora, mientras
experimentas el amor, observa, no tengas miedo, cómo se va convirtiendo en
odio. Mientras estás vivo, observa cómo vas yendo hacia la muerte; observa cómo
tu juventud se va convirtiendo en vejez. ¡Mira lo opuesto!... Se necesita
valor, porque no reforzarás los viejos patrones. Por el contrario, los
destruirás… Y alcanzarás una tranquilidad que transciende los dos opuestos y de
un solo golpe: por primera vez serás un alma libre; tú eres la propia libertad.
Por esto a este estado supremo se le llama moksha, libertad.
No hay que
hacer nada. Sólo tienes que darte más cuenta de tus quehaceres, hacerte más
consciente. Esta es la única meditación: estate más alerta. En un momento de
aguda consciencia, la consciencia se convierte en un arma y de un solo golpe se
rompen todas las cadenas.
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Fuente: Extracto
del capítulo 8 de “El Libro de la
Nada ”, de Osho, realizado por Emilio Carrillo.
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20/8/14
Vi, viste y no viniste
Sin un caminar ni ir a parar a lugar concreto, sin tan siquiera tener propósito alguno lo vi. Vi llegar en vorágine abrumadora torbellinos de vientos arrastrando multitudes de exabruptos bramado en ímpetus incandescentes, que pese a su luz impactante sólo acontecía una sombra de quejidos que se evaporaban en su avance a ninguna parte.
Aquello seguía persistiendo
en el instante pese a que ya no era, porque simplemente fue un ardor de aquel
momento que aún much@s viven en una desesperanza repleta de una esperanza
baldía ya acontecida que quiere seguir teniendo lugar sin cabida. Ese viento
tormentoso permanecía deslizándose por mis lados sin que pudiera ni por un
asomo escoltar un solo segundo de cada uno de mis momentos perdurables,
inaccesibles, propios, inigualables. No había comparativo, ni siquiera era
posible darle una mención a su resoplar, pues tan sólo describo lo que pasa y pasó,
lo que vi y se fue, lo que es y ya dejó de ser. Pese a ello la vorágine
insistía pesadamente, aconteciéndose, mareándose sin poder embriagarme en su
borrachera tormentosa. Tan solo apuntó a decir:
..- ¡Ei! ¿Acaso nada de esto va contigo?
Pero no obtuvo una
respuesta, si así lo esperaba. Exclusivamente le dejé decir, pasar y ser lo que
no es en su deambular extinguido, ya ido en sí sin mí para nada en particular.
Sin embargo, le vi. Y sin sentirlo, le sentí. Le dejé y me dejó sin que me abrazara
en modo alguno. No obstante, en su partida, donde le vi tal como al ojo del huracán, consiguió exclamar algo más:
..- ¿Por qué tal desapego a tu vida?
Cuánta razón tenía. Razón
en lo que preguntó, pues en nada importaba mi vida... ni mi existencia más allá de
esta vida. Razón en que no le acompasaba en su declinar. Razón no le faltaba y
en su razón se perdía, queriendo tener una razón en su bailar perdido y
finalizado. Y es que ese viento no podía verse en su fin, en su decadencia
perfecta, dejando paso a un nuevo viento de radiante paz que le empujaba
ahogándole en la nada. Una paz que todo lo cubría y mantenía... Incluso a ese
viento ya olvidado y pasado le mantuvo hasta que llegó su permanencia
inmediata, inacabada, dejándose en su paso la abertura y apertura a un golpe de
mar tocando a estrellas en bemol incrementada, en solfa imantada y en silencio
acallado.
Al poco, o casi al unísono,
un acantilado de roca espumosa abrazaba, engullía sin permitir ahogo, impacto o
aniquilación posible. Y, sin caminar, no ir a parar a lugar concreto, en una
concreción me manifesté a un ladito.
Entonces te vi. Te vi
perdida, hermana mía. Te vi perdido, hermano mío. Os vi perdidos en pérdidas; y
perdidas en lo perdido. Vi. Pero no me viste. Grité a ti, pero no escuchaste
debido a que aquel viento aullador te había taponado los sentidos de tu
esencia sin forma.
Toqué el acorde de piano
pactado, el timbal acrisolado, el tambor sin combate y el saxo sin final.
Pruebas hice con el chelo, clamé con flauta armoniosa, caricias con el flautín
realicé… hasta llegar a componerte una sinfonía que no te colmaba ni
despertaba. Te vi pero no viste, ni oíste, ni sentiste al estar perdid@. Lloré
sin llorar; y eso que te avisé.
¡Qué difícil es dejar de
interpretar el papel estelar de tu vida cuando no sabes a ciencia cierta que no
tienes vida, sino que eres esa vida... la misma vida que se ha perdido en una
vida!
Vi, viste y no viniste,
aunque, cuando lo hiciste, pasaste como sombra ya ida, no recogida.
Te vi, te veo... y no hay
forma de que veas ni me veas.
P.D.: Cuando te apegas, no pegas; y cuando
pegas, te apegas apestando a apego. En este hacer de apegos a una vida que no
tiene tránsito ni permanencia, te pierdes en el huracán del no gozo. Pero
cuando te desapegas a todo, entonces, sólo entonces, puedes ser lo que viniste a
no hacer. Y es ahí cuando me ves. Te vi en su instante; y te veo en tu instante... y, sin embargo, aún no me ves... ni te ves.
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Autor: Deéelij
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18/8/14
Audio de la “Noche Oscura”, de San Juan de la Cruz
Voz: Manuel López Castilleja
Música: Peter
Kater - Tender Truth
La
noche oscura, Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de
la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación (No-dos).
En
una noche oscura, con ansias en amores inflamada, (¡oh dichosa ventura!) salí
sin ser notada, estando ya mi casa sosegada.
A
oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, (¡oh dichosa ventura!) a
oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
En
la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra
luz ni guía sino la que en el corazón ardía.
Aquésta
me guiaba más cierta que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien
me sabía, en parte donde nadie parecía.
¡Oh
noche que me guiaste!, ¡oh noche amable más que el alborada!, ¡oh noche que
juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!
En
mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo
le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
El
aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi
cuello hería, y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme
y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo, y dejéme, dejando mi
cuidado entre las azucenas olvidado.
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Enviado por: María
Ferrer Martos
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