Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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21/6/20

Hipótesis alternativa: la fe Universal (Enseñanzas Teosóficas: 175)


La Ciencia avanza mediante el contraste de hipótesis[i]. Ante una realidad esquiva, se enfrentan dos planteamientos, el que se quiere demostrar como cierto (hipótesis nula) frente a su alternativa (hipótesis alternativa), que niega la primera. Más o menos.
Yo soy o me considero un cristiano de frontera, es decir, un cristiano que, compartiendo la fe de mis padres con la Comunidad eclesial, sin embargo, acaso por acontecimientos vividos en mi juventud, siempre me ha preocupado lo que les sucede a los humanos que viven “fuera de los muros de la diócesis”, es decir, a los otros Santos de Dios, los no bautizados en la fe católica que, por cierto, son bastantes más del 80% de la población mundial. Mi encuentro con la filosofía oriental vivida por mí en San Francisco, California con diecisiete años, al leer el librito de Krishnamurti “A los pies del Maestro”, regalo de un grupo de Hare Krisna que conocí en la plaza Girardelli Square, mientras en España se emitía la serie “Kung fu”, me generó un salto cuántico a nivel espiritual, en el que el pensamiento de Teresa y Juan de la Cruz, que ya conocía y sentía hondamente, se daba la mano con el de Buda o Lao Tse, para enojo, sin duda, de nuestros exégetas y hermeneutas.
Y descubrí que la vida mística es simplemente universal, que no tiene fronteras religiosas. Así que, desde muy joven, me cuestioné si la espiritualidad y la religiosidad eran lo mismo o no. Me cuestioné si podía existir una fe Universal y si esta era compatible con la fe de catecismo, la de la Iglesia católica. Y esa pregunta se la hice a un sacerdote que nos dio en ICADE, hace muchos años, una conferencia sobre no recuerdo qué tema en concreto, pero yo le formulé esta misma pregunta, si existía o podía existir una fe Universal, asumible por todos los pueblos de la tierra. Su respuesta fue, como siempre, ambidiestra y bicóncava, es decir, ni sí ni no, sino todo lo contrario, aunque en ella se resbalaba (al menos para mí) la idea de que, entre esa fe universal y los seres humanos, se interponían las religiones, altamente especializadas en separar al mundo con un mismo Dios.
Ahondando en esta idea, que me dejó preocupado, descubrí otra idea inquietante, de un conocido teólogo español, de cuyo nombre no logro ahora acordarme, que es la de “eclesiastizar la fe”, es decir convertir el mensaje de Jesús en un conjunto de códigos canónicos que convierten la fe en una adhesión incondicional a ese conjunto de códigos, que basados, ciertamente, en el mensaje de Jesús, se convierten en exclusivos, excluyentes y biunívocamente asociados a una organización religiosa; de ahí la importancia capital de los actos sacramentales, que son la base y cimiento de la Iglesia.
Y la hipótesis nula ha sido la de asociar el mensaje de Jesús, o Fe Universal, a ese conjunto de códigos canónicos que aprendemos en el catecismo que la Iglesia católica ha ido elaborando a lo largo de dos mil años. Bajo esa hipótesis nula, se ha llevado a cabo la evangelización, desplazando la fe de los infieles (consideradas falsas y paganas) por la fe verdadera de la Iglesia.
En su aventura americana de colonización, la cosa tuvo relativo éxito, porque se pudo desplazar la fe de los considerados salvajes en sus dioses, por la verdadera fe católica o cristiana, si incluimos a los protestantes anglosajones. Pero peor fue el resultado en Oriente, donde se trató de expulsar la fe del hindú o budista o sintoísta y sus paganas divinidades, por la fe católica. Ahí la Iglesia pinchó en hueso, porque fue a dar con una cultura bastante más evolucionada y antigua a nivel espiritual que la de los pobres indios americanos.
Al final de los tiempos, los actuales, nos encontramos con un mundo convertido en un puzzle de religiones, cada cual excluyente de las demás, donde sí, como diría aquel cura en ICADE, la Fe Universal es un desiderátum bastante imposible, porque está bloqueada por los rígidos códigos religiosos.
Evolucionar en la espiritualidad, de una fe de catecismo a la mística, supone sacar los pies del plato, tanto que decirlo abiertamente es como cantar la Traviata. Por eso, cuando te obligan, como en política, a tomar partido (o dentro o fuera, o izquierda o derecha), abrazar la hipótesis alternativa y proclamar, acorde con la Filosofía perenne, y decir que mi fe es Universal, y la comparto con todos aquellos que aspiran a una espiritualidad no-dual, donde Dios y Jesús y la Trinidad (por cierto, idea que no es originaria del cristianismo, sino que ya residía en las culturas orientales[1]),  es dar el cante y que te miren con recelo.
Pero la lectura de la “Filosofía perenne” de Aldous Huxley, la increíble obra del maestro benedictino y también maestro zen Willigis Jäger “La ola es el mar”, y volver a leer a San Juan de la Cruz, me devolvieron la paz al hacerme comprender que el Universo, ese infinito océano de estrellas, no puede estar atomizado en creencias incompatibles entre sí.
La Fe Universal en Dios, es una verdad absoluta, aunque muy incómoda para los líderes religiosos. Si esto es cierto, me pregunto si los apóstoles supieron entender el mandato de Jesús de “id y predicad”. ¿Qué debían haber predicado, sus palabras o nuestro elaborado catecismo? ¿Era justo desplazar y destruir las ancestrales creencias de los “salvajes infieles” por las nuestras, bastante más elaboradas y cultas?
Pero, si creo firmemente en que Dios se manifiesta permanentemente en el mundo a lo largo de la Historia, concluyo que “todo está bien”. De una forma u otra, todo es correcto tal y como se han desarrollado los acontecimientos, así como también está bien, la situación actual con un 80/20 de evangelización mundial.
Me quedo con la creencia de que, para el nivel evolutivo de la consciencia de los seres humanos, en nuestra quinta raza raíz, la era de las religiones, como camino hacia la Divinidad, ha sido conveniente y necesaria; pero estamos en el umbral de que quede definitivamente superada, con el próximo final de “esta generación” (Mt 24, 34). Creo que estamos, la Humanidad entera, como el joven rico ante el dilema que le planteó Jesús “déjalo todo y sígueme” (Mt 19, 21).
Puede que esta idea sea demasiado agresiva para el común de las gentes, por eso no suelo compartirla abiertamente.  Pero esta es la idea que desde que fui consciente en mi adolescencia, de las sendas de la vida interior, de la vía directa de relación mística del alma con Dios, la he convertido en el Centro de mi Vida, “la amada en el Amado transformada”. El Cantar de los Cantares.
Y cuando llegas a esta intuición profunda, todo lo demás sobra.
Sólo el hecho de vivir en comunidad me induce a participar de la fe de las gentes. Creo ser un buen católico, como sería un buen hindú, de haber nacido en la India.


[1] En el ámbito hindú, a Dios Padre se le conoce como Brahm, el Dios trascendente, el Creador de todo. Pero también se le conoce como Vishnu, el avatar encarnado y también como Shiva o dios interior, el inmanente.


[i] Hipótesis alternativa
Muchas veces me he cuestionado por qué no termino de abrazar abierta y plenamente los planteamientos del catecismo católico, con todos sus múltiples aspectos credenciales. De alguna forma me ha hecho sentir muy incómodo. Leyendo la vida de los santos, todos sin excepción han vivido el centro nuclear de la fe católica. Así que, según esta evidencia, jamás podré aspirar a la santidad católica, por mi inevitable tendencia a ver y aceptar como plenamente legítima las creencias y la fe de “los paganos” de las demás religiones. Creo profundamente en “Todos los Santos de Dios”, personas de buena voluntad y sincero corazón que creen en Dios.


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Autor: José Alfonso Delgado
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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