—Qué
grandes son tus plazas y tus calles. Más grande es tu silencio, tu palpitar, tu
atmósfera acariciante y cálida, como una madre.
»Medina
Runda, Medina... Tú estás en la soledad y la alegría de mi corazón.
Así hablaba Abul Beka a sus
hermanos, cuando vino al grupo uno tambaleándose porque había ya mucho alcohol
en su cuerpo y el espíritu se le salía.
Y todos lo apartaban y le
daban de lado. Y el poeta se acercó a él y, trayéndolo al centro, dijo:
—¿Por qué negáis el calor a
aquel que más lo necesita?
»¿Acaso creéis que ha bebido
por otra cosa que por olvidar la frialdad de la vida? ¿Porque ha habido
debilidad en él le echáis? ¿Porque ha querido soñar despierto y ha tratado de
trascender el umbral de su destino?
Y mirándole fijamente le
dijo:
—Hermano,
no dejes que te venza la hilaridad de la vida, porque tú eres la vida.
»No dejes que te venzan las
pesadillas, porque pasan.
»Y no olvides que también el
hierro, cuando se le golpea en el yunque, se retuerce y grita, protesta y
llora. Mas después, cuando moldeado se hace objeto útil, todo él es alabanza
para aquellos golpes que antes maldecía.
»Vete,
pues, a tu casa y medita sobre esto y no bebas más. Los golpes de la vida harán
también de ti un objeto útil donde pueda beberse algún día la Luz.
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Autor: Cayetano
Arroyo
Fuente: Diálogos
con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En
homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente
Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos
de Abul Beka se publica en el este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre
de 2017.
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