Un día, entre las
manos de la primavera, vi cómo cantaba un ruiseñor y llenaba de armonía mi
corazón y el de todo el valle con su canto.
Y vino hasta él un
águila de las alturas para así decir:
—Quiero que vengas conmigo al filo de la montaña donde esta se besa con
el cielo y deleites a la Gran Águila con tu canto.
Y el ruiseñor le
respondió:
—Si me llevas hasta
allí, mi canto se quedaría en este valle, porque no es sino el valle el que
canta por mi garganta. ¡Ves! Este momento tiene un canto y nunca más habrá otro
momento que tenga igual canto.
Dile a la Gran Águila
que baje al valle si quiere escucharlo y no trate de llevar el valle a la
montaña.
Aún me sorprendo cuando oigo el deseo de la Gran Águila: ¿acaso se ha quedado sorda para no escuchar el canto de la montaña? ¿Ya no oye cómo el viento toca la flauta en las cañadas y en los desfiladeros y cómo el silencio toca las estrellas en las noches de calma?
Aún me sorprendo cuando oigo el deseo de la Gran Águila: ¿acaso se ha quedado sorda para no escuchar el canto de la montaña? ¿Ya no oye cómo el viento toca la flauta en las cañadas y en los desfiladeros y cómo el silencio toca las estrellas en las noches de calma?
Y el águila se quedó
pensativa y después remontó el vuelo avergonzada.
======================================================
Autor: Cayetano
Arroyo
Fuente: Diálogos
con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En
homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente
Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos
de Abul Beka se publica en el este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre
de 2017.
======================================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.