Vivir en el Gran Camino
no es ni fácil ni
difícil,
pero aquellos que tienen
una visión limitada
son miedosos e indecisos:
cuanto más se apresuran,
más lentos van,
y el apego no tiene
límites;
estar apegado, aunque sea
a la idea de la iluminación,
es desviarse.
Deja que las cosas sean a
su manera
y no habrá ni ir ni
venir.
Obedece a la naturaleza
de las cosas (tu propia naturaleza)
y andarás libre y
tranquilo.
Cuando el pensamiento
está cautivo, la verdad se oculta,
pues todo es oscuro y
confuso,
y la gravosa práctica de
juzgar
trae consigo irritación y
hastío.
¿Qué beneficio se puede
sacar
de las distinciones y las
separaciones?
Si deseas ir por el
Camino único,
no desprecies ni siquiera
el mundo
de los sentidos y las
ideas.
En realidad, aceptarlo
plenamente
es idéntico a la
verdadera Iluminación.
El hombre sabio no
persigue ninguna meta,
pero el tonto se encadena
a sí mismo.
Hay un Dharma, una
verdad, una ley, no varias;
las distinciones surgen
por las tenaces
necesidades del ignorante.
Buscar la Mente con la mente
discriminatoria
es el mayor de los
errores.
Eres
el camino y la meta
El
entendimiento en sí mismo es la verdad. Decir que a través del entendimiento se
alcanza la verdad no es cierto, porque no hay otra verdad que el propio
entendimiento… Entiendes..., entonces te has convertido en la verdad. La verdad
no está en algún lugar esperándote: se revela a través de tu entendimiento, se
revela dentro de ti.
Siempre que
haya una meta, el camino hacia ella podrá ser fácil o difícil. Pero la verdad
no es una meta; ¿así que cómo va a ser fácil o difícil? Hay gente que afirma
que la verdad es muy difícil y otros sostienen que es fácil. Ambas posturas son
incorrectas y nacen en la mente: ¿es difícil?, entonces la mente puede
encontrar técnicas, caminos y medios, para hacerla fácil…Pero ¿hay acaso una
meta? Este es el quid de la cuestión. Si hay una meta, en algún lugar, en la
lejanía, entonces hay posibilidad de hacer caminos, medios, vehículos... más
fáciles. Sin embargo, no hay una meta, así que ¿cómo va a ser fácil o difícil?
Y si no hay una meta, ¿cómo va a haber un camino? Y si no lo hay, ¿cómo va a haber
métodos y técnicas para llegar a ella? ¡Imposible!
“Vivir en el Gran Camino no es ni fácil ni
difícil...” Entonces ¿qué es este Gran Camino? Es tu naturaleza; ¡tú ya
eres eso! Es por eso que no es una meta. No es algo que esté en el futuro. No
se necesita tiempo para que ocurra. Tú siempre has estado en él; ya es. Ya
estás en la meta, tú existes en la meta. No puedes existir fuera de ella, no
hay posibilidad de salirte de ahí. Donde sea que vayas tu Tao irá contigo. Es
tu naturaleza intrínseca. No es prescindible, no puedes ponerla a un lado y
olvidarla. Ya estás ahí porque ese “ahí” es aquí. No necesitas mirar al futuro:
simplemente estate aquí y lo encontrarás. Si lo buscas, no lo encuentras. No
busques, sólo sé… y ahí está. Y te reirás, porque siempre ha estado ahí; era
sólo debido a tu búsqueda que no te dabas cuenta, que al tener tanta prisa no
podías verlo dentro de ti.
Eres el
camino y la meta; no hay ninguna distancia entre tú y la meta. Eres el buscador
y lo buscado; no hay ninguna distancia entre el buscador y lo buscado. Eres el
discípulo y el maestro, el medio y el fin. Este es el Gran Camino. Ha estado
siempre a tu alcance. En este mismo instante estás en él, sólo que al estar
dormido no puedes verlo. Y entonces te pones a buscar. Está justo delante de
tus ojos. Pero en tus ojos no hay claridad: están llenos de opiniones,
distinciones, palabras y teorías. Por eso tu visión es borrosa… Lo que sea que
estés buscando está justo delante de ti.
Los hindúes
emplean el método de mirarse la punta de la nariz, sin hacer ninguna otra cosa.
Quieren mostrar con esto es que está justo delante de ti. Quédate en silencio,
mírate la punta de la nariz y no te líes con ningún pensamiento... Y de pronto,
ahí está; justo en la punta de la nariz, siempre delante de ti. Y la punta de
la nariz, vayas donde vayas, está siempre delante de ti. Si vas al lugar
adecuado, ahí está; si vas a un lugar equivocado, ahí está. Si eres un pecador,
está delante de ti; si eres un santo, ahí está, delante de ti. Cualquier cosa
que hagas y ahí está, delante de ti.
La verdad
está justo delante de ti. Adonde sea que vayas, va contigo. No puedes perderla,
así que no es cuestión de encontrarla. Pero nunca te miras la punta de la
nariz, porque siempre estás mirando otras cosas, interesado por otras cosas… Cuando
alguien empieza a ver la punta de la nariz sin hacerlo voluntariamente, cuando
haga lo que haga la ve, se hace consciente y habrán dejado de tener sentido todos
los objetos de deseo. Y morirá a este mundo. Tendrá un nuevo nacimiento, porque
este mundo y esta vida desaparecerán. En lo que concierne a su viejo ser, él ya
está muerto. Él es un nuevo ser, es un renacimiento. Ahora ya no hay un ir y
venir.
Se ha
realizado; ¿tan sólo mirándose la punta de la nariz? Sí, porque la cuestión
radica en mirar lo que hay delante y no a los lados. Porque la verdad está
delante de ti, no puede ser de otra forma. No es ni fácil ni difícil. No es
cuestión de hacer algo. Al hacer, te perderás, porque te absorberá el hacer. Y
si haces algo, será fácil o difícil. Es cuestión de no-hacer. ¿Cómo va a ser
fácil o difícil el no hacer? El no-hacer está completamente más allá del mundo
del hacer. ¡Es solamente ser! Ser es sencillamente ser. Este es el Gran Camino.
El único esfuerzo está en llegar a conocer y verse la punta de la nariz.
Cuanto
más rápido vas, más lento eres
“Pero aquellos que tienen una visión limitada
son miedosos e indecisos: cuanto más se apresuran, más lentos van...”. Le
ocurre a todo el mundo y es lo que te ha ocurrido a ti. Cuanto más rápido vas,
más lento eres. Porque vas sin mirar delante de ti, ¡y la meta está aquí!
Cuanto más rápido te mueves, más rápido te alejas. ¡No vayas a ningún sitio!
Estate aquí e inmediatamente llegas. No hay ningún espacio que recorrer, ningún
tiempo que transcender. Haz del aquí y el ahora tu único mantra, no necesitas
nada más. Estate ahora y aquí.
Algunos se
preguntan cuándo se iluminarán. Si se les contesta “ahora”, no se lo creen.
Aquí y ahora no son dos palabras, al igual que el espacio y el tiempo tampoco
lo son. Einstein acuñó el término “espacio-tiempo” porque descubrió
científicamente que el tiempo no es otra cosa que la cuarta dimensión del
espacio. Y aquí y ahora tampoco son dos palabras. Miles de años antes que
Einstein, los místicos fueron conscientes de ello. Es “aquí-ahora” porque el
ahora no es más que una dimensión del aquí. Y cuando ocurra la iluminación,
será en el “aquí-ahora”. ¡No hay necesidad de esperar!
Pero no te
decides, tienes miedo; eso crea el problema. Quieres algo y, al mismo tiempo,
no lo quieres. Esta es la situación de una mente temerosa: quiere y no quiere
porque tiene miedo. Sin embargo, los que carecen de miedo tienen fe, porque la
fe es una decisión total. Vives totalmente en ella, es una confianza, sin nada
que te retenga, es incondicional. No se puede volver atrás. Es un salto al
abismo. Lo que no te permite tener fe es el miedo, no la incredulidad. Por
supuesto que racionalizas tu miedo y lo escondes tras las palabras. Dices: “Tengo
dudas; ¿cómo voy a entrar en ello a no ser que esté totalmente convencido?”.
Pero mira profundamente en tu interior y encontrarás miedo. El miedo significa
que una mitad de ti quiere adentrarse y la otra mitad no quiere; una mitad se
siente atraída por lo desconocido, mientras la otra se aferra a lo conocido.
Porque lo conocido es lo conocido, no implica miedo. Esta mitad pertenece a la
memoria, al pasado, porque el pasado es conocido.
El miedo te
divide y, si estás dividido, hay indecisión. Y si hay indecisión, estás
estancado; y todo el mundo está indeciso. Este es el problema, esta es la
ansiedad. La vida sigue fluyendo y tú te has vuelto como una piedra, bloqueado,
un prisionero del pasado.
Gurdjieff
vivió durante al menos seis años en un monasterio oculto en Bokhara. Cuando
alguien entraba en él para hacerse discípulo, se le daba una placa. En un lado
llevaba escrito: “Estoy negativo. Por favor, no me toméis en serio”; si digo
algo ofensivo, en realidad, no te lo estoy diciendo a ti: es porque estoy
negativo, estoy lleno de odio, ira y depresión. Y si hago algo, es debido a mi
negatividad, no a que tú estés equivocado. Y en el otro lado: “Estoy positivo,
estoy amoroso, lleno de afecto. Por favor, no me toméis en serio”; si digo que
eres maravilloso, no estoy diciendo nada acerca de ti; es sólo que me siento
bien. Cuando alguien sentía que su estado de ánimo está cambiando, daba la
vuelta al letrero, pero seguía con la placa colgada.
Sólo cuando
esta división se acababa, el discípulo iba al Maestro y le decía: “No soy ni lo
uno ni lo otro. Ahora no estoy ni negativo ni positivo, todo se ha calmado y
mis dos alas se han hecho una, ahora soy uno”. Entonces se quitaba la placa. El
momento en el que se retira la placa es un momento de iluminación: ¡ya estás
completo!
Una parte de
ti se agarra a los viejos hábitos y la otra quiere adentrarse en lo
desconocido. Entonces estás estancado. Trata de darte cuenta. No es ni fácil ni
difícil. Sólo observa lo que estás haciendo contigo y con los demás. Todo lo
que hagas a medias te producirá sufrimiento. El infierno es el lugar en donde
la gente se estanca; y el cielo donde no están paralizados. El infierno es un
lugar en donde no hay libertad, el cielo es libertad. Los hindúes han llamado
al estado supremo moksha: libertad absoluta.
Al
agarrarte, te vuelves a estancar
“...Y el apego no tiene límites”. Recuerda,
no importa dónde te agarres: agarrarse es en sí mismo es el problema, no a lo
que te agarras. Y el apego no se limita a este mundo. También puedes apegarte a
la iluminación, a Dios, al amor, a la meditación... Y, al agarrarte, te vuelves
a estancar… No te agarres a nada, permanece libre. Y cuando no te estancas en
ningún lugar de tu energía, la verdad llama a tu puerta. Siempre ha estado
llamando, pero estabas estancado y no podías oírlo. Está justo delante de ti,
en la punta de tu nariz.
“...Estar apegado, aunque sea a la idea de la
iluminación, es desviarse”. La iluminación nunca se alcanza, ocurre. Y la
mente que busca conseguirla nunca la alcanza. ¡Conseguir! ¡Alcanzar! Esa es la
obsesión del ego. La mente que quiere conseguir es el ego. Pero el que vive la Iluminación es quien
no está tratando de conseguirla, aquel que simplemente que no tiene meta… El
que no va a ningún lugar o meta; el que se mueve, pero cuyo movimiento no es
para alcanzar nada. Se mueve por su energía, no por algo en concreto; su
movimiento no es a causa de ningún motivo u objetivo.
No preguntes
por el camino, pregunta cómo moverte mejor. No preguntes por la meta. La
existencia es infinitamente generosa con todo el mundo… Los árboles pequeños
florecen; los árboles grandes florecen. ¡La cuestión es florecer! La felicidad
no es cuestión de tamaño ni de cantidad. Es la cualidad de tu ser… Todos los seres humanos son como ríos, todos
alcanzan el océano. Pero no lo convirtáis en una meta; si no, cuanto más
deprisa vayáis, más lentos os moveréis. Y cuanto más quieras llegar, más
estancado estarás, porque tendrás más miedo. El miedo a no llegar te agarrotará;
el miedo a equivocarte te mutilará. Si no hay meta, no hay miedo. El temor a la
posibilidad de fracasar procede de estar orientado hacia una meta… Hasta el
esperar se convierte en un esfuerzo interno.
Tú,
sencillamente, miras... ¡Te relajas! Cuando ya no estás ahí, ocurre. Y nunca va
a ocurrirte a ti; ocurrirá sólo cuando el barco esté vacío, cuando la casa esté
vacía. Cuando bailas pero no hay un bailarín; cuando observas pero no hay un
observador; cuando amas y no hay un amante ¡ocurre!... ¡Simplemente sé! ¡Lo
Supremo llegará! Deja que la decisión y el problema sean de lo Supremo, no
tuyos! Tú no te preocupes; sencillamente goza de la vida tal como fluya,
mientras dure. Y no pretendas alcanzar nada, porque hacer eso es crear la mayor
tensión que le pueda ocurrir a la mente. Entonces no puedes mirar aquí-ahora y
miras hacia adelante, a la lejanía, al futuro, a la meta, a la utopía, a la
ciudad dorada, a Shambala. Y tienes que alcanzarla, así que corres. ¿A dónde
vas? ¿De quién huyes? ¿Por qué corres? Shambala está aquí y ahora; la utopía ya
ha ocurrido.
Dios es una
infinita sobreabundancia. Siempre crea lo mejor, sin comparaciones. Y Dios
viene a ti muchas veces, pero se marcha, porque estás ausente. Nunca estás
donde estás. Hay dos tipos de locura: la que deriva de las preocupaciones; y la
que procede de la sobreabundancia de ser. La elección es tuya. O ser un loco
preocupado en el diván de algún psiquiatra, o volverte un loco de Dios.
Entonces toda tu vida se vuelve una danza, un éxtasis infinito, una bendición
que crece y crece... y no tiene fin. Comienza, pero nunca acaba.
“Deja que las cosas sean a su manera y no
habrá ni ir ni venir”. No te interpongas en su camino, no intentes cambiar
nada. Esto es algo muy difícil de entender para la mente, porque a ella le
encanta cambiar. Y ella te atrae porque parece “!que sí, que puedes mejorar,
así que trata de cambiar”. Pero no puedes mejorar y entonces te estancas
¡porque ya eres lo mejor! La única cuestión es cómo dejar de preocuparte y cómo
empezar a vivir. Sé un vividor, deja que las cosas ocurran por sí mismas… Disfruta
mientras seas. Y si puedes disfrutar mientras eres, de repente te das cuenta:
esta es la fuente original. Has tocado vida infinita. No impongas tu propia
manera. Deja que tu Tao fluya, deja ir a tu naturaleza... ¡dondequiera que
vaya!
Cuando
estás repleto
“Obedece a la naturaleza de las cosas (tu
propia naturaleza) y andarás libre y tranquilo. Cuando el pensamiento está
cautivo, la verdad se oculta, pues todo es oscuro y confuso, y la gravosa
práctica de juzgar trae consigo irritación y hastío. ¿Qué beneficio se puede
sacar de las distinciones y las separaciones?”… Ahí están los pensamientos.
Déjalos estar, ¡tú no te impliques! Déjalos que se muevan… Necesitan tu energía
para moverse. Y si no te involucras, poco a poco la energía se retira por sí
sola, se va haciendo menor y menor. Y llega un momento en el que los
pensamientos vienen solamente cuando se les necesita. Los pensamientos en sí no
son una carga; lo que es una carga son los pensamientos innecesarios, ellos son
los que nublan tu visión.
Cuando te quieres
mover, usas las piernas; cuando quieres pensar, usas los pensamientos; cuando
te quieres comunicar, usas la mente. Pero cuando estás sentado bajo un árbol,
¿para qué continuar moviendo las piernas? Pero aun así tu mente continúa
moviéndose… La mente es una función y la función es útil en el momento oportuno,
cuando se la necesita… Cuando tienes hambre, comes; cuando te quieres comunicar,
usas pensamientos; mas cuando no tienes hambre, no sigues comiendo.
Cuando la
mente sea necesaria, úsala; cuando no lo sea, ponla a un lado. Tú eres el maestro…
Pero la mente ha asumido el mando. Sea lo que sea que estés haciendo, ella
sigue y sigue, como si fuera una radio que no puedes apagar porque se le ha
estropeado el botón y está siempre encendida. Duermes y la radio continúa;
comes o haces el amor y la radio sigue. Tienes que aguantarla constantemente y,
poco a poco, te vas volviendo insensible al hecho de que la radio siempre esté
encendida.
Eso es lo que
le ha ocurrido a tu mente; no sabes dónde está el botón para apagarla. Y lo has
dado por hecho, como si tuviera que ser así. Pero no lo es: el botón se puede
sustituir. Esto es lo único que hace la meditación. No te conducen a la
iluminación, lo único que hace es poner el botón que faltaba. Así que ninguna meditación
te conduce directamente al ser, simplemente arregla tus funciones… Cuando el
zapato es el que corresponde al pie, te olvidas del pie. Cuando cada función
encaja, el cuerpo se olvida. Cuando cada función encaja, este mundo de
apariencias desaparece. ¡Estás iluminado! De repente todas las cosas están
iluminadas tal como son.
Escucha
al cuerpo y disfruta de este momento
“Si deseas ir por el Camino Único, no
desprecies ni siquiera el mundo de los sentidos y las ideas”. Hay personas
que luchan contra los sentidos. Se convierten en ascetas. Son básicamente
masoquistas, disfrutan torturándose a sí mismos. Pero la sociedad les respeta
-y eso se convierte en un aliciente- porque los sentidos no les atañen.
Sin embargo, los
sentidos son las puertas para encontrar el infinito que nos rodea; por ellas el
infinito entra en ti y tú entras en él. Y estas personas van cerrando sus
puertas. Entonces sus casas, sus cuerpos, se convierten en prisiones y sufren.
Y cuanto más sufren, más se les venera; porque la gente cree que han hecho algo
milagroso, que han transcendido el cuerpo.
No hay
ninguna necesidad de transcender el cuerpo. Lo único que tiene que ocurrir es
que el cuerpo funcione correctamente, perfectamente. No hay que luchar contra
él, sólo tienes que entenderle. Y el cuerpo es enormemente sabio; más sabio que
tu mente porque el cuerpo ha existido durante mucho más tiempo que la mente.
El cuerpo es
muy antiguo. Una vez tuviste forma de roca: el cuerpo estaba ahí, pero la mente
se encontraba profundamente dormida. Luego, te convertiste en un árbol: el
cuerpo estaba ahí. La mente aún permanecía profundamente dormida, no tanto como
en la roca, pero aun así, estaba dormida. Luego te convertiste en un animal: el
cuerpo estaba vibrante de energía, pero la mente no estaba funcionando. Luego
te convertiste en un pájaro; luego en un ser humano...
El cuerpo ha
estado funcionando durante millones de años y ha acumulado mucha sabiduría, es
muy sabio. Así que, si comes demasiado, el cuerpo te dice: “¡Para!”. La mente
no es tan sabia. La mente dice: “Tiene un sabor exquisito; come un poco más”.
Si escuchas a la mente, se vuelve destructiva para el cuerpo de una u otra
forma porque la mente es una recién llegada, todavía no es sabia, es inexperta.
Si escuchas a
la mente al principio estarás demasiado en los sentidos y, después, te hartarás
y te producirá conflicto y dolor. Comer demasiado te causará dolor y vomitarás.
Entonces la mente dirá: “Comer es malo, así que ayuna”. El ayuno también es
peligroso. Si escuchas al cuerpo, nunca comerás en exceso ni nunca de menos;
sencillamente seguirás el Tao. El cuerpo tiene su propia sabiduría. Si permites
que el cuerpo se exprese, vas por el camino correcto, el Gran Camino. Y esto no
sólo ocurre con la alimentación, sino que también ocurre con todas las cosas de
la vida.
No interfieras
y te volverás muy sano, te invadirá el bienestar. Sentirás que todo va bien, el
zapato encaja. Pero el problema es la mente. La mente tiene su propia función:
cómo relacionarte con otros, cómo moverte en este mundo, cómo conducir un
coche, cómo mirar hacia adelante y hacer planes, etcétera. Pero la base sigue
siendo el cuerpo.
Las personas
que están en contra del cuerpo y destruyen sus sentidos tardarán más tiempo en
descubrir su iluminación que aquellas que escuchen a sus sentidos y sigan sus
consejos. Si escuchas a tus sentidos, te vuelves sencillo. ¡Escucha al cuerpo!,
porque estás aquí para disfrutar de este momento que te ha sido dado, esta
maravilla que te ha ocurrido. ¡Estás vivo, consciente, y el mundo es enorme! Y
estás sufriendo, preocupándote y sin darte cuenta de nada.
Disfruta este
momento, siente el éxtasis y estate agradecido. No le pidas más a la
existencia. Simplemente goza de lo que te ha dado. Y cuanto más lo goces, más
te será dado… Jesús dice algo paradójico: “Cuanto más tengas, más te será dado;
y si no tienes nada, hasta lo que tienes te será quitado”. Esto no tiene
ninguna relación con la economía. Significa que sólo aquellos que tienen
obtendrán más, porque cuanto más disfrutan más crecen. La vida crece en el
gozo. El que no esté agradecido perderá lo que tiene. Al que lo está, la
existencia entera le ayuda a crecer más, porque se da cuenta de lo recibido.
Sé más amoroso
y recibirás más amor. Da más y tendrás más para dar. Comparte y tu ser
aumentará. Pero tú nunca das, nunca amas, nunca compartes. De hecho, ni
siquiera te das cuenta de que tienes algo. Estás simplemente esperando que algo
ocurra en algún lugar. ¡Ya ha ocurrido! Simplemente míralo; tú llevas el tesoro…
Esta vida, tal como es, ya es demasiado. Se dichoso en ella, en sus pequeñas
cosas. Hasta el alimento debería convertirse en un sacramento; darse la mano,
en una ofrenda; estar con la gente, en
una profunda alegría… Porque lo que a ti te ha ocurrido no ha ocurrido en
ningún otro lugar.
No
deprecies…
“No desprecies ni siquiera el mundo de los
sentidos y las ideas”. Los sentidos y las ideas también forman parte de la
existencia y su perfección. Al igual que la mente, siempre que estén en su
lugar. Sin embargo, el ser humano contemporáneo tiene todos sus centros mezclados:
todo interfiere con todo…
Cuando haces
el amor no necesitas la mente, pero ella sigue funcionando. En realidad haces
el amor con la mente, no con el centro sexual. El sexo es un florecimiento, un compartir,
un profundo encuentro entre dos personas. Pero la mente siempre está
interfiriendo. Y entonces el centro sexual se tomará su propia revancha.
Mientras estudias el Gita, el Corán o la Biblia , el sexo te vendrá a la mente, y te
pondrás a pensar en él. Tiene que ser así, porque has perturbado el centro
sexual.
Todo es
perfecto, basta con que esté en su lugar adecuado. Y lo que pasa contigo es que
todo se encuentra en el lugar inadecuado. Cuando haces el amor, entra la mente;
cuando meditas, entra el sexo. Cuando comes, entra la mente; cuando te duermes,
entra la comida. Todos los centros están mezclados en un caos.
Deja que cada
centro sea puro, deja que cada centro funcione por su propio derecho, su propio
tiempo, su propio carácter y su propio periodo. No le dejes que se vaya a los
otros centros. Y empieza con la mente, pues ella es la que se mete en el
terreno de todos los demás centros. Entonces cuando goces de la mente, ningún
centro interferirá porque todos los demás centros son inocentes… El sexo es
simple y la mente lo complica y lo condena… Disfruta de cada sentido en sí
mismo; y cuando lo estés disfrutando, fúndete en él para que no quede ninguna
energía que se pueda mover a ningún otro sitio, que toda la energía esté en él.
En ese momento no hay mente, en ese momento no hay nadie; te conviertes en
energía sexual. Cuando tengas hambre vuélvete hambre; come como si cada célula
de tu cuerpo tuviera hambre y absorbiera el alimento. Y déjalo gozar.
Y cuando
quieras pensar, siéntate debajo de un árbol, cierra los ojos ¡y disfruta de tus
pensamientos! No hay nada malo en los pensamientos. Gózalos como el
florecimiento que son, una gran poesía en sí mismos. Entonces llega una
claridad, tus aguas no están turbias, el lodo se asienta y puedes ver a través
de las cosas.
“… En realidad, aceptarlo plenamente es
idéntico a la verdadera Iluminación”. Si puedes aceptar plenamente lo que
quiera que seas, eso es la iluminación.
No pienses
que cuando te ilumines verás luces y tendrás visiones. Eso ocurre en el camino,
pero es sólo parte de la mente, no tiene nada que vez con lo supremo. Todas tus
luces y experiencias proceden de la mente. Y la energía se mueve en el cuerpo,
donde hay sentidos sutiles ocultos. Cuando estos sentidos se activan, puedes
sentir muchas cosas. No hay problema, disfrútalo, pero no creas que eso es la
iluminación.
La
iluminación ocurre sólo cuando no hay ninguna queja en ti, cuando no vas a
ningún sitio, cuando no hay ni deseo ni condena ni juicio. Simplemente existes,
con una aceptación total. La iluminación es algo muy ordinario. No es nada extraordinario,
no es nada especial, porque lo especial es la búsqueda del ego. Simplemente
eres… y eres feliz: feliz sin causa alguna. No hay demanda, no hay nada que
añorar ni nada a lo que agarrarse.
El éxtasis es
la felicidad sin causa. Una persona iluminada es simplemente feliz, de la misma
forma que tú eres simplemente desgraciado. Aunque a veces el zapato le apriete,
él sencillamente lo pone en su sitio. No es sufrimiento, es simplemente dolor
físico; es una incomodidad, pero no sufrimiento. Simplemente, se cambia de
zapato o camina sin él.
Un iluminado
puede sentir la incomodidad, pero nunca el sufrimiento. Al no haber ninguna
causa para su éxtasis, el sufrimiento es imposible. Sin causa, no tiene
opuesto. Esto es ananda: éxtasis bendito, alegría sin causa, sin razón alguna.
Por eso, siempre que alguien está en éxtasis, el mundo entero piensa que está
loco. Le preguntarán: “¿Por qué estás en éxtasis?, ¿de qué te ríes?”. Y si
dice: “¡Sencillamente me río!”, no lo pueden entender. Porque ellos para reírse
necesitan que haya tensión. Y en esto se basan todos los chistes.
¿Por qué te
ríes cuando alguien cuenta un chiste? Crea una tensión. La historia continúa y
te va intrigando más y más, te vas poniendo cada vez más tenso, porque no
puedes imaginarte qué rumbo va a tomar. Entonces, de repente, hay un giro, y el
giro es tal que nunca te hubieras imaginado que fuera así. Y la tensión se
libera y te ríes. Esta risa es una liberación de tensión, tiene una causa. Si
ya te lo esperas, dirás que el chiste es malo, porque no se ha creado esa
tensión.
¿Por qué te
causa placer el sexo? Porque es una tensión… La vida siempre te da más de lo
que necesitas, es abundante. Esta energía extra se acumula en el cuerpo: esto
es la energía sexual. Al acumularse se crea una tensión y tienes que liberarla.
Cuando esa tensión se descarga te sientes feliz y relajado. Pero el truco está
en la tensión. Así que si haces el amor con excesiva frecuencia y no se acumula
esa tensión, se vuelve soso, te hartarás, porque tu práctica sexual no depende
del amor, sino de la tensión generada. Por esto en Occidente el sexo se ha
vuelto insípido; ya nadie disfruta del sexo, tienen demasiado. Te desprendes de
la energía antes de generarla.
Así es como
ocurre la felicidad durante toda tu vida: creas tensión y luego la relajas. Pero
el éxtasis es otra cosa. No tiene causa. No es una tensión y una liberación. Es
la felicidad que llega cuando te sientes alineado y en armonía con la
existencia, cuando sientes que aceptas… Cuando sientes que aceptas, de repente
sientes que toda la existencia te acepta. Puedes bendecir al todo; y el todo te
bendice a ti.
El éxtasis no
tiene causa. Y no se te puede quitar. Tú no puedes hacerme desdichado. Como
mucho, me puedes hacer sentir incómodo, eso es todo. No existe opuesto al
éxtasis, ananda. No tiene ninguna causa en absoluto. Por eso puede ser eterno.
Sin embargo, lo que necesita de una causa no puede ser eterno: cuando
desaparezca la causa, el efecto desaparecerá.
Libérate
de las metas y serás libre
“El hombre sabio no persigue ninguna meta,
pero el tonto se encadena a sí mismo”. Todas tus metas se convierten en
grilletes, en prisiones; estás enjaulado en ellas. Y por eso sufres y te
preguntas: “¿Cómo ser libre?”. ¡Libérate de las metas y serás libre! ¡No hay
que hacer nada más!
“Hay un Dharma, una verdad, una ley, no
varías; las distinciones surgen por las tenaces necesidades del ignorante.
Buscar la Mente
con la mente (discriminatoria) es el mayor de los errores”. La mente crea
la meta y luego busca una forma de alcanzarla. Entonces inventa técnicas,
métodos, maneras. Y tú sigues esas técnicas y esos métodos. ¿Qué es lo que
estás haciendo? Estás siguiendo a la mente; la mente te dirige, no tú a ella.
Y la mente
está tensa, porque no se puede relajar. Depende de los opuestos. Está condenada
a permanecer moviéndose de extremo a extremo. Puede condenar, puede apreciar,
pero no puede aceptar totalmente. Y la totalidad es la meta; y sólo se puede llegar
a través de la aceptación… La mente no puede aceptar, sólo puede negar. Y cuando
niega se siente muy bien debido al ego. En cambio, cuando el ego acepta se
siente muy mal, porque cuando no hay negación, ni lucha, ni conflicto, ni
adónde ir, ¿qué va a hacer? Es como si para ti, simplemente estar aquí y ahora
no tuviera sentido.
Así es como
funciona la mente: imaginación, sueño… En cuanto piensas en algo,
inmediatamente te emocionas. Hasta con una foto de una mujer desnuda te
excitas. Es solamente una foto; líneas y colores sobre un papel, nada más. Ahí
no hay nadie y tú lo sabes perfectamente, pero te excitas.
La mente es
sólo imaginación, pero tú te emocionas. Y cada vez que te emocionas, la mente
te ha vendido algo. Pero nunca puede proveerte la mercancía, realmente no tiene
material que surtir. Y cuando llegues y pidas que se te entregue, te ofrecerá cualquier
otra cosa porque un vendedor tiene que seguir vendiendo. Si esto no ha valido,
entonces alguna otra cosa valdrá… La mente te ha vendido ideas del futuro, pero
no puede proporcionártelas porque el futuro nunca llega. La entrega es en el
presente, y el vendedor habla del futuro. La entrega es aquí, y la mente piensa
en términos de esperanza, de sueño, de imaginación.
Acepta la
realidad tal como tú eres y tal como es el mundo. No intentes cambiar nada… y
surge la iluminación. Y entonces todo cambia porque ya no eres el mismo. Si tú
cambias algo, nada cambiará. Si aceptas, todo se transforma e ilumina con una
luz que nunca antes habías visto. Pero eso ocurre solamente cuando estás a
gusto contigo mismo. Es algo que ocurre, no es el resultado de tus esfuerzos. Siéntete
feliz porque no dependa de tu esfuerzo. Puedes lograrlo en este mismo instante.
No hay necesidad de posponerlo.
El
entendimiento es aceptación. La aceptación es iluminación… Tathata: sin queja,
sin condena, sin deseo. Las cosas simplemente son como son. Así es el camino:
esencialidad. Y uno vive en la esencialidad. Ocurra lo que ocurra, uno está
dispuesto a dejar que ocurra. Donde vaya la vida, uno va con ella No creas un
conflicto. No nadas, flotas; y nunca nadas contracorriente. Simplemente flotas
con la corriente, y poco a poco no sabes quién es quién, ni qué es qué, quién
es el río y quién es el que se ha vuelto parte del río. ¡Tú te conviertes en el
río! Esto es la iluminación.
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Fuente: Extracto
del capítulo 6 de “El Libro de la
Nada ”, de Osho, realizado por Emilio Carrillo.
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