Cuando los objetos del
pensamiento se desvanecen,
el sujeto pensante se
desvanece;
y cuando la mente se
desvanece, los objetos se desvanecen.
Las cosas son objetos
debido al sujeto,
y la mente es tal debido
a las cosas.
Entiende la relatividad
de ambos,
así como la realidad
básica: la unidad del vacío.
En este Vacío ambos son
indistinguibles
y cada uno contiene en sí
mismo el mundo entero.
Si no haces ninguna
discriminación
entre burdo y sutil,
no te tentarán
el prejuicio y la
opinión.
El mundo exterior se debe a ti
El mundo exterior existe debido a ti; tú lo creas, eres su creador. Cada ser humano crea un
mundo alrededor de sí mismo, el cual depende de su mente. La mente puede que
sea una ilusión, pero es creativa; crea sueños. Y depende de ti si creas un
cielo o un infierno… Vosotros no vivís en el mismo mundo, no podéis porque
vuestras mentes no son iguales. Tú puedes estar viviendo en el infierno; y el
que está justo a tu lado, en el cielo. Así que lo primero que hay que entender
es que no se puede abandonar el mundo a no ser que la mente desaparezca. Y una
mente es siempre una mente particular. Cuando deja de serlo, cuando se
convierte en Mente con mayúscula, ya no es una mente, sino consciencia.
La mente crea al mundo y luego
el mundo le ayuda a permanecer como tal. Este es el círculo vicioso. Pero el
origen está en la mente; el mundo es sólo una consecuencia. La mente es
substancial; el mundo, su sombra. Y uno no puede deshacerse de su sombra, aunque
es lo que toda la gente trata de hacer. ¿Crees que serías más feliz si vivieras
en un palacio? ¡Te equivocas! ¿Quién es el que va a vivir en el palacio? Serás
tú. Y si no eres capaz de ser feliz en una cabaña, tampoco lo serás en un
palacio. ¿Quién va a vivir en el palacio? Los palacios no existen fuera de ti. Tú
eres el mundo. Tú creas un mundo alrededor tuyo y luego el mundo ayuda a la
mente que lo ha creado.
¿Por dónde empezar la transformación?
En este contexto, ¿por dónde empezar la transformación? La primera mirada te dirá que
cambies el mundo. Y eso es lo que has estado haciendo durante vidas: cambiando
constante esto y lo de más allá, cuerpos, casas, parejas, amigos…, pero sin
darte cuenta nunca del hecho de que sigues igual. A esto se debe que se haya
creado una falsa tradición de renunciación: ¡Huye del mundo! Escapa de lo
mundano y vete al Himalaya… Es muy fácil irse al Himalaya, pero ¿cómo vas a
huir de ti mismo? Allí volverás a crear el mismo mundo; exactamente el mismo.
Puede que esta vez en miniatura, pero volverás a hacer lo mismo. Tú eres el
mismo, ¿cómo vas a hacer algo diferente?
A la mente le encanta la
idea de cambiar porque la mente presisa cambiar. No puede vivir en lo eterno, porque
la mente siempre añora alguna sensación nueva. La mente no puede parar el
tiempo y habitar en lo atemporal. Es 'por esto que la mente no puede vivir en
el aquí y ahora, pues el aquí y ahora no forma parte del tiempo. Es
sencillamente tal como es. Allí no ocurre nada. Está vacío. Buda a esto lo
llamó shunyata; vacío absoluto.
Ya has vivido lo
suficiente con la mente. No has conseguido nada a través de ella. ¿No ha
llegado el momento de estar atento y consciente? Lo que has conseguido ha sido
mucho sufrimiento, desdicha, angustia y frustración. Siempre que te mueves con
la mente algo va mal. Observa: para la mente siempre hay algo que va mal. Para ella
todo está torcido; no porque realmente lo esté, sino porque es la manera de ver
de la mente: cualquier cosa que pasa a través de la mente, se tuerce. Igual que
cuando metes algo recto en el agua, por ejemplo una paja, y se tuerce. Aunque
esté dentro del agua la paja sigue estando recta, pero tus ojos no lo ven así. Y
tienes que darte cuenta de todo esto por experiencia propia, no como una teoría.
Cuando lo experimentas se convierte en una verdad y te desprendes de la mente.
Cuando la mente se
evapora, desaparecen todos los mundos y todos los objetos dejan de ser objetos.
Ya no sabes dónde acabas tú y dónde comienzan las cosas, ya no hay fronteras,
las divisiones se diluyen. Al principio te sentirás como si todo se hubiera
vuelto borroso, pero, poco a poco, te irás asentando en este nuevo fenómeno que
es el de la no-mente. Las estrellas siguen estando ahí, pero ahora forman parte
de ti, ya no son objetos. Las flores y los árboles siguen estando ahí, pero
ahora florecen en ti, ya no florecen afuera. Entonces vives con la totalidad. Se
ha roto la barrera; la barrera era tu mente.
Por primera vez ya no hay
mundo -el mundo significa la totalidad de los objetos-, sino un Universo -“universo”
significa “uno”-. Los límites se cruzan y se mezclan entre si. El árbol se
convierte en la roca; la roca, en el Sol; el Sol, en la estrella; la estrella,
en la persona que amas; y todo se mezcla entre sí. Y ahí no estás separado. Ahí
lates, vibras en el centro del propio corazón. Entonces es un Universo.
La mente se evapora, los
objetos desaparecen, la fuente de los sueños se desvanece. ¿Qué has estado haciendo
hasta ahora? Has tratado de conseguir un sueño mejor. Ha sido en vano, pero
todo el afán de la mente radica en conseguir un sueño mejor. No creas que la
mente puede darte un mejor sueño: un sueño es un sueño. La mente no puede darte
una satisfacción profunda; aunque sea mejor, no te satisfará. Pero de nuevo
vuelves a recoger sus pedazos y creas otros sueños. ¡Déjalo ya! Lo has hecho
muchas veces y no has conseguido nada. Una vez que entiendes que tienes que
dejar de soñar, el mundo de los objetos desaparece. El mundo estará ahí, pero
no será el mundo de los objetos. Todo cobrará vida y se volverá subjetivo.
Todo está vivo y vibrando.
Este vibrar no es un proceso fragmentado, es un todo vibrando. Tú vibras, pero
el todo vibra a través de ti. El Universo vibra y late a través de ti. Tú no
eres, el Universo es. Y el Universo no es la totalidad de los objetos, es una
subjetividad. Existe como una persona. Está vivo, consciente. No es una
organización mecánica; es una unidad orgánica.
Todo lo que
ocurre a tu alrededor está enraizado en la mente
“Cuando
los objetos del pensamiento se desvanecen, el sujeto pensante se desvanece; y
cuando la mente se desvanece, los objetos se desvanecen. Las cosas son objetos
debido al sujeto y la mente es tal debido a las cosas”. Las cosas están
ahí, a tu alrededor, debido ti. No te enfades por ello, no empieces a luchar contra ello. ¡Tú lo
has creado! Y tus deseos se han realizado: lo que necesitabas, ahora está a tu
alrededor.
Todo lo que ocurre a tu
alrededor está enraizado en la mente. La mente es siempre la causa. Es el
proyector, afuera sólo hay pantallas; tú te proyectas a ti mismo. Si te parece
desagradable, entonces cambia la mente. Y si sientes que cualquier cosa que
procede de la mente es una pesadilla, abandona la mente y no pretendas arreglar
la pantalla. Pero para ello hay un problema: piensas que tú eres la mente. Así
que, ¿cómo vas a dejarla?; ¿cómo vas a dejarte a ti mismo? Mas tú no eres la
mente, estás más allá de ella. Has llegado a identificarte con ella, es verdad,
pero no eres la mente. Y este es el propósito de la meditación: darte pequeños
destellos de que no eres la mente. Por unos momentos la mente para... y ¡tú
todavía estás ahí! Si te das cuenta, habrás alcanzado el profundo núcleo de la
verdad. Primero hay que abandonar la identificación, entonces puede abandonarse
la mente.
La próxima vez que tengas
un deseo, obsérvalo. Di para tu interior: “Voy a observar adónde va la mente”…
Y sentirás una distancia. ¿Quién es este espectador? Puede que te olvides y te
vuelvas de nuevo uno con el pensamiento, con el deseo. Céntrate de nuevo, mira
otra vez el deseo: el deseo se mueve por sí mismo y crea sueños. Es como si
hubiera aparecido una nube, ha surgido un pensamiento en el cielo de tu ser. Y
recuerda, si puedes no identificarte aunque sea por un instante (el deseo está
ahí y tú estás ahí, pero hay una distancia), de repente hay iluminación.
Ahora sabes que la mente
funciona por sí misma, que es un mecanismo. ¡Puedes dejarla a un lado! Puedes
usarla o no usarla; tú eres el que manda. Ahora el mecanismo está en su lugar;
ya no es el amo. Entonces es posible dejarlo. Meditar, atestiguar, sentarse en
silencio y mirar la mente será de gran ayuda. Sin forzar, simplemente
sentándose y observando, como se observa a los pájaros volando en el cielo, sin
hacer nada, indiferente. Sin que realmente te concierna adónde van los
pensamientos; van a su aire, van a lo suyo.
Y a veces ocurre que los
pensamientos de la gente que está a tu alrededor entran en tu cielo y tus
pensamientos entran en su cielo. Por eso en ocasiones sientes que en presencia
de alguna persona, de repente, te entristeces; en cambio con otra sientes cómo
te sube la energía, sientes alegría y felicidad. Y hasta puedes que te des
cuenta de que ese pensamiento no es tuyo, pero cuando llega te llena y te
identificas con él… Esa ira no es tuya; el que estaba enfadado era otro, pero
tú sentiste algo dentro de ti… Los pensamientos no son tuyos, no son tú. Cuando
mueres, tus pensamientos se esparcen por todos los sitios.
Relájate y, simplemente, observa
¡Estate consciente! Y mira
cómo entran los pensamientos en la mente, cómo te identificas y te haces uno
con ellos. Y se mueven muy rápidamente, su velocidad es enorme, el espacio no
existe para ellos. Y debido a esa rapidez, no puedes ver dos pensamientos por
separado… Siéntate, cierra los ojos, ralentiza los procesos corporales, la
respiración, el latir del corazón… Porque si todo va más lento, los
pensamientos tendrán que ir más lentos, pues todo está unido. Y a medida que el
proceso se vaya haciendo más lento, serás capaz de ver espacios. Entre dos
pensamientos hay un intervalo. Presta más atención a los intervalos que a las
nubes.
Imaginaros una gran
pizarra, del tamaño de toda una pared. Y en ella marco un punto blanco y os
pregunto qué veis. Pues hay un 99 por 100 de posibilidades de que no veáis la
pizarra, sino el punto blanco; porque vemos la figura, no el fondo. La pizarra
es enorme y, aun así, lo que veis es el puntito blanco. ¿Por qué? Porque este
es el modelo fijo de la mente: mirar la figura, no el fondo; mirar la nube, no
el cielo; mirar el pensamiento, no la consciencia.
Préstale más atención al
fondo y menos a la figura. Te acercarás más a la realidad. La mente, debido a
su hábito, se fijará en la figura. Tú tan sólo muta la perspectiva y fíjate en
el fondo. Puedes mirarte a ti mismo y a los demás de dos maneras: mirando el
fondo, donde hay árboles, plantas, tierra, cielo, el Universo infinito; o mirando
la figura, es decir, a ti y a los otros. Pero la mente siempre se fija en la
figura.
Tú eres sólo una nube.
Cuando personas como Buda te miran estás ahí, pero sólo como una pequeña parte del
fondo. El fondo es infinito y eres sólo un punto. Pero a ti te gusta que te miren
como si nada existiera más allá de ti y el amor de Buda te parecerá distante. Tú
necesitas un amor apasionado, unos ojos que te miren a ti y se olviden del
todo. Eso no le es posible a un buda. Ocupas tu lugar, pero aun así eres sólo
una parte de un fondo infinito y no se te puede prestar toda la atención.
No eres el centro del
mundo. En realidad el mundo existe sin ningún centro. Por eso todo el mundo
puede pensar: “Soy el centro”. Si hubiera un centro eso sería imposible. Por
eso los mahometanos, los cristianos y los judíos no permiten afirmaciones tales
como las de los hindúes, que dicen: “Yo soy Dios; aham brahmasmi”. Para ellos
eso es una herejía: “¿Qué estás diciendo? Sólo Dios es el centro. Y nadie más
lo es”. Pero los hindúes pueden afirmar desenfadadamente: “Yo soy Dios”, porque
ellos dicen que no hay ningún centro o que todo el mundo es el centro.
Cuando la mente se evapora
el mundo objetivo se desvanece. ¿Quiere esto decir que, si has alcanzado la
no-mente, desaparecerán los árboles o que esa silla se desvanecerá? No, la
silla o el árbol permanecen, pero ahora no están limitados, ya no tienen
fronteras. Ahora la silla se encuentra enlazada con el Sol y con el cielo, la
figura y el fondo se vuelven uno. No hay una figura separada del fondo, sus
identidades han desaparecido. Ya no son objetos, porque ahora tú ya no eres un
sujeto.
El observador se convierte
en lo observado. Si miras una flor, ¿te convertirás en la flor? No, pero aun
así, en cierto sentido sí. No te transformas en la flor en cuanto a que dejes
de ser una persona y alguien te pueda arrancar y llevarte consigo. Pero cuando
no hay mente, no existe ya ninguna línea divisoria que te separe de la flor y
la flor ya no tiene ningún límite que la separe de ti. Ambos os habéis
convertido en un algo subjetivo, os habéis encontrado y fundido. Tú sigues
siendo tú, la flor sigue siendo la flor, pero existe una unión.
En algunos momentos de
amor, el observador se convierte en lo observado. Si amas a alguien, siéntate
con esa persona y miraos a los ojos; sin pensar nada, sin pensar en quién es
esa persona, sin crear un proceso de pensamiento, sólo mirándoos a los ojos.
Puede que haya algunos vislumbres en los que te perderás y no sabrás quién
eres; no sabrás si tú te has convertido en el amado o el amado en ti. Los ojos
son unas puertas maravillosas para entrar el uno en el otro. Habrá momentos en
los que el fondo y la figura se disuelvan el uno en el otro. De repente verás
que no eres y, aun así, eres. Esto le ocurre a un verdadero meditador con el
propio Universo: no es que se convierta en un árbol, pero aun así se convierte
en un árbol. Cuando está con un árbol, no hay ninguna división. Y cuando se
armoniza con esta tierra sin fronteras, entonces se mueve sin fronteras.
Cuando la mente desaparece,
los objetos se desvanecen. Cuando los objetos se desvanecen, tú te desvaneces,
el ego se desvanece. Todo está relacionado.
Tú existes debido a los objetos
“Entiende
la relatividad de ambos, así como la realidad básica: la unidad del vacío”.
Tú existes
debido a los objetos de tu alrededor. Tus límites existen debido a los límites
del resto de las cosas que te rodean. Cuando ellas pierden sus límites, tú
pierdes los tuyos. Tu mente y tus objetos externos están unidos, hay un puente
entre ellos. Si desaparece una orilla, el puente se derrumba. Y con el puente
también desaparecerá la otra orilla, porque no hay ninguna posibilidad de que
exista una orilla sin la otra.
Y entonces existe una
unidad; la unidad del vacío. Tú estás vacío y la flor está vacía… Si la flor no
tiene ninguna línea divisoria, ¿cómo va a existir un centro? Cuando no hay
delimitación y la mente se ha quedado en silencio total, ¿cómo puede existir el
“yo”? Porque el “yo” es un ruido. ¿Cómo puedes decir “yo soy” cuando es el
todo? Cuando la figura y el fondo se han hecho uno, ¿cómo puedes decir “yo soy”?
Esto es anatma, el vacío de Buda: no ser. Ya no eres y aun así eres. Realmente,
por primera vez existes como el todo, pero no como el individuo, no como lo
definido, lo demarcado, lo delimitado. Ahora ya no eres una isla, eres la vasta
expansión del vacío.
Y lo mismo pasa con la
flor, con el árbol, con los pájaros y los otros animales, con las rocas, con
las estrellas y con el Sol. Cuando tu ser desaparece, desaparece el ser de
todas las cosas, porque ellas eran el reflejo de tu ser, el eco de tu ser
resonando en el Universo, el reflejo de tu locura. Ahora ya no está ahí. Cuando
hay vacío hay unidad.
Al decir que eres lo que
sea, cualquier cosa, te estás separando del todo. Al decir que tienes poder, te
estas separando del Universo. Al decir que eres algo, lo que sea, te estás
separando a ti mismo del Universo. No te separes de ninguna manera, no hagas
definiciones acerca de ti. Vive con límites flexibles que estén siempre dispuestos
a encontrarse y fundirse.
“En
este Vacío ambos son indistinguibles...” Están separados, pero su
separación es algo totalmente diferente. No es la separación del ego. Es como
una ola en el océano. Puedes distinguirla, ya que la ola es la ola, no es el
océano. Más, aun así, es el océano: el océano la origina, la hace surgir, ondea
y late en ella. Como forma está separada, pero como existencia no lo está. Tú
sigues estando separado y, aun así, no lo estás. Esta es la paradoja más
fundamental que un ser humano llega a experimentar cuando vivencia el no-ser,
anatma. Te pierdes a ti, pero ganas el todo. Y no pierdes nada más que tu
sufrimiento.
“…Y cada uno contiene en él
mismo el mundo entero”. Cuando
te pierdes a ti mismo, te conviertes en el mundo entero. Todo es tuyo y te
transformas en swami: quiere decir maestro; uno que se ha disuelto a sí mismo
tan totalmente que ya no es; uno que se ha convertido en el mundo entero.
Si no haces ninguna distinción…
“Si no haces ninguna
discriminación entre burdo y sutil no te tentarán el prejuicio y la opinión”. Si no haces ninguna distinción
entre bueno y malo, hermoso y feo, esto y aquello; si no discriminas y
simplemente aceptas el todo como es… Si no pones tu mente en ello, no te
vuelves un juez. Simplemente dices: “Así es”….
La espina está ahí y tú dices: “Así es”. La rosa está ahí y tú dices:
“Así es”. Un santo está ahí y tú dices: “Así es”. Un pecador está ahí y tú
dices: “Así es”. Y el todo sabe; nadie más puede saber por qué existe el
pecador. Debe de haber una razón, pero ese es un misterio del que se tiene que
ocupar el todo, no es para que te preocupes tú. El todo deja que nazcan santos
y pecadores, espinas y rosas; sólo el todo sabe el porqué. Simplemente entra en
el todo y no hagas ninguna distinción. Tú también sabrás por qué, pero
solamente cuando te hayas convertido en el todo.
El misterio se resuelve
cuando tú mismo te has convertido en el misterio. No lo puedes resolver
mientras sigas siendo tú mismo. Si sigues siendo tú mismo, te convertirás en un
gran filósofo. Tendrás muchas respuestas y ninguna; tendrás muchas teorías,
pero no la verdad. Pero si te conviertes en el propio misterio, sabrás. Aunque
este conocimiento es tan delicado que no puede decirse con palabras; es tan
paradójico que desafía todo lenguaje porque los opuestos pierden sus
demarcaciones, se vuelven uno.
La figura es la palabra y
el fondo es el silencio. ¿Cómo podrías expresarlo? No puede ponerse en
palabras, porque siempre que dices algo tienes que discriminar, elegir una
palabra, preferir esto a aquello y de esa forma entra la mente. Y aun así tiene
que ser expresado, porque hay muchos que están sedientos de ello. Con sólo oír
hablar acerca de ello, puede que el corazón de alguien se ponga en marcha. Se
pone en este mundo algo que no pertenece a este mundo: la experiencia del
profundo silencio.
No sólo leas estas
palabras, absórbelas. Deja que se disuelvan en tu corazón. No las memorices.
Deja que entren en tu ser y se conviertan en tu propia sangre, en tus propios
huesos. Absórbelas, aliméntate con ellas, digiérelas, y olvídalas. Estas
palabras tienen un tremendo poder de transformación.
==========================================================
Fuente: Extracto
del capítulo 5 de “El Libro de la
Nada ”, de Osho, realizado por Emilio Carrillo.
==========================================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.