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Reacciones de sus contemporáneos
En relación con todo esto resulta interesante registrar la reacción del gran filósofo Immanuel Kant cuando se enteró de los poderes visionarios de Swedenborg. Aunque Kant nunca conoció a Swedenborg personalmente, mantuvo correspondencia con él y también le envió mensajes mediante mutuos amigos. Kant, el gran racionalista, tendía a no creer en testimonios de experiencias místicas, pero los informes repetidos y autorizados con respecto a los poderes sobrenaturales de Swedenborg lo obligaron a reconsiderar su posición. A veces escribía favorablemente, a veces manifestaba una opinión total mente adversa. Sin embargo, hay abundantes testimonios de su interés sostenido en el asunto. Aun su escrito más crítico sobre Swedenborg, Los sueños de un visionario, que apareció en 1766, en el cual Kant procura denigrar a Swedenborg, revela dudas con respecto a los fundamentos de su argumentación. En resumen, Kant debe ser contado entre aquellos intelectos superiores, contemporáneos a Swedenborg, que encontraron difícil explicar de manera satisfactoria la fase teológica de la distinguida carrera del pensador sueco.
Durante los últimos años de la vida de Swedenborg, muchos conocidos de larga data o personas que sólo acababan de trabar amistad con él, escribieron descripciones de la impresión que les había causado la personalidad de Swedenborg. La mayoría pensaba que sus pretensiones eran ofensivas al sentido común y, sin embargo, habiéndolo conocido y habiendo conversado con él, muy pocos podían afirmar que encontraran en su persona algo que no fuera normal. Les dejaba perplejos todo lo que Swedenborg narraba sobre sus encuentros con los espíritus, pero en todo lo demás daban testimonio de su carácter suave y amable, de su buen humor y del aspecto benigno y tranquilo de su persona. A veces, cuando los visitantes intentaban burlarse de sus visiones, Swedenborg reaccionaba de manera cortante y aguda, pero en general era un huésped ideal.
En 1768, cuando tenía 80 años de edad, pero aún mantenía una perfecta salud física y mental, Swedenborg partió para su penúltimo gran viaje en esta tierra. Muchos viajes anteriores lo habían llevado a las diversas naciones de Europa, incluyendo Italia, Francia, Alemania, Holanda e Inglaterra. En esta ocasión visitó primero Francia y después Inglaterra, donde se alojó con una pareja joven en Wellclose Square, Londres. Durante el verano ocupó largos días en la composición de su última gran obra teológica, un estudio en dos volúmenes que titularía La verdadera religión cristiana. También disfrutaba de frecuentes paseos por los parques cercanos a su residencia, de conversaciones con conocidos y de la visita a amigos. Alguien que lo conoció íntimamente durante este último período de su vida dijo: "Algunos podrán pensar que el asesor Swedenborg es un excéntrico, pero la verdad es todo lo contrario. Era de fácil y agradable compañía, conversaba sobre cualquier tema que se presentara y solía acomodarse a las ideas de su interlocutor; nunca hablaba de sus doctrinas a menos que se le hubiera preguntado por ellas".
En 1769 regresó a Suecia, en parte para responder a las acusaciones de herejía que habían levantado contra él algunos de los prelados de
En septiembre de 1768, un pastor rural precipitó un debate decisivo, al introducir un proyecto de resolución que reclamaba medidas para detener la circulación de las obras que divergían con los puntos de vista del luteranismo. El pastor dirigía su ataque especialmente contra los escritos de Swedenborg. Aunque algunos miembros del consistorio insistieron en que no se tomara una decisión hasta que todos hubieran leído detenidamente las obras de Swedenborg, el Deán Ekebom, el prelado de más alto rango, anunció que según su examen las obras de Swedenborg eran "corruptoras, heréticas, injuriantes y en alta medida objetables". Aunque confesó que no había leído detenidamente ninguna de las obras de Swedenborg, excepto el libro titulado El Apocalipsis Revelado, concluía que las doctrinas de Swedenborg sobre la naturaleza de Dios,
Al enterarse de estas acusaciones, Swedenborg replicó por escrito vigorosamente, asumiendo su propia defensa. Le molestaba particularmente la acusación de socinianismo y escribió: "Para mí, la palabra sociniano es directamente un insulto y una diabólica burla". Una de las líneas de argumentación teológica más cuidadosas de Swedenborg es la que rechaza precisamente el socinianismo y acepta a Cristo como Dios sobre
La disputa se hizo candente en poco tiempo y alcanzó dimensiones políticas cuando el asunto fue llevado a
Mientras la disputa prosiguió durante tres años más, Swedenborg siguió protestando la decisión del Consejo y peticionó personalmente al Rey por una revisión del proceso. El Consejo Real refirió el asunto a
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Excelente informacion detallada, gracias por compartir este conocimiento en espanol.
ResponderEliminarProyecto Hispanaya, A.C.
Gracias a vosotros.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho vuestra web:
http://proyecto-hispanaya.blogspot.com/
Un abrazo.