El sastre y el escriba de Dios

Rosa María Vargas (para mí, Rosa del Alba), gran poetisa catalana, abrió con este poema la charla que compartí en Zaragoza el pasado 31 de enero. Muchas gracias a ella y también a José, que nos deleitó igualmente con su poesía. Adriana Arenas -a quien Rosa cita en su poema y con quien tiene una conexión muy especial- fue mi abuela paterna y, entre otras muchas cosas, costurera y lavandera.

Hilvanas, con puntos sub-estelares los verbos.

Coses, con espacios sagrados los adjetivos.

Bordas, con letras de colores, los pro-nombres.

Devuelves al nombre propio 

el humilde equi-libr-i-o.

Alguien lo tenía que gritar en voz alta

que renacemos cada día contigo, Emilio,

con cada nueva respiración,

con cada página de tu libro.

Renacemos como nacen de ti cada día

bellas palabras de amor,

que son bellas sinfonías del eco lejano

de la música celeste de Dios.

Renacemos cada día contigo, Emilio,

para mostrar alegría al mundo;

y cada nuevo lector 

es un maestro que capta

en el escrito el valor.

Y mundos santos descienden,

como descendió tu don,

para alcanzar el valor primigenio de 

"EL" primer nombre nacido: 

nacido del más puro amor

Y decirte, Emilio, que en tu árbol sacrosanto llevabas grabado 

"sin mente, sin lenguaje, sin tiempo",

porque Adriana Arenas para ti ya lo bordo.

Ella fue la artesana de la costura

de tu familia de amor.

Y San Juan de la Cruz desciende gozoso

para ser tu corrector;

y a María Magdalena le pide ayuda

y es la editora de este gran libro de valor.

Y yo Rosa del Alba,

vagabunda de las estrellas de Magdala,

encontré allí la inspiración

para ofrecerle a esta tierra de nobleza,

tierra donde Dios precipitó

el templo del Pilar y a la Virgen Madre:

la gran arquitecta y la creadora del amor.

Tú, Emilio, el sastre de este manuscrito:

el sastre y el escriba de Dios.

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Autora: Rosa María Vargas, poetisa

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