Salí a respirar aire puro.
Sin contaminar.
Y me encontré la tremenda armonía
de la pura simplicidad.
Escuché el leve susurro del aire en los árboles.
Algún pájaro que trinaba.
Y el precioso silencio que me hablaba,
enseñándome sin palabras
la armonía de lo que encerraba
y de lo que yo también formaba parte.
Olí a tierra, a viento, todo junto.
Miré y vi balancearse las hojas.
Jugar a los niños.
Reír a los viejos.
Respiré.
Ya estaba allí. En total soledad.
Formado parte de lo respirado.
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Autora: María Ferrer (mariafconciencia2@gmail.com)
De su libro Presente Perfecto Contínuo:
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