El Ego es esa instancia psíquica que se reconoce como
“yo”, parcialmente consciente, que controla la motilidad (capacidad para
realizar movimientos complejos y coordinados) y media entre los instintos del
“ello”, los ideales del súperyo y la realidad del mundo exterior.
Sí, así se define al Ego. Así lo denuncia el diccionario (R.A.E.) desde el punto de vista psicológico. Pese a ello, y aunque la definición podría ser ampliada en numerosos datos para que se entendiera mucho mejor, lo que se pretende en este artículo, es identificar al Ego con rapidez para que deje de afectar.
El Ego que es una de las tres partes que se componen el ser humano (dicho muy resumidamente), siendo no sólo la que controla la motilidad, sino que además, llega a eclipsar la libertad y la voluntad del individuo, que no anularla, pero sí la imposibilita por períodos determinados de corta, media o larga duración, aunque lo peor es que sea indefinido, como sucede a una gran mayoría de los seres humanos.
Visto lo visto, lo que hay que ver realmente, es cómo localizar el Ego en una de sus múltiples manifestaciones para que deje de perjudicar en ese control de la motilidad. Así que habrá que reconocerlo.
Reconocer al Ego propio, incluso al de los demás, es muy simple.
El Ego es esa parte que siempre quiere más cuando ya tiene lo suficiente, e incluso más que suficiente y de sobra. Aunque lo suficiente es, para el Ego, una manera de llamarlo, pues es suficiente lo que cree que lo es, aunque luego no es tal cual lo creyó en primeras instancias, pero se da la paradoja de que nunca lo es, y aquí radica la trampa en la que se mete el Ego.
El caso es que, llegado este punto, al Ego se le ha inculcado algo muy particular y determinado, se le ha adoctrinado y “educado” en el más, y más, y más… sin parar.
El Ego humano “impulsa” desordenadamente, a la adquisición de más bienes, de más prestigio, de más distinciones, de más… la lista sería un sin parar, sería larguísima de exponer, pero con que se ponga más y luego lo que sea, se puede un@ imaginar hasta dónde puede llegar ese listado.
Pese a lo expuesto, ese más posee una coletilla a la que se aludirá posteriormente. Ahora pongamos un ejemplo sencillito: y sea alguien que ha sido “educado” en su Ego, a tener más y más dinero. Lo que no se le ha dicho es dónde está el límite final (si es que lo hubiera, que no lo hay), tan sólo se le suele marca que ha de tener más. El problema es cuando consigue tener ese inicial “más” que se le marcó. Justo en ese momento, el Ego salta diciendo que quiere más, puesto que ha descubierto a alguien que tiene aún más dinero. Y en este instante salta la anunciada coletilla, aparece el qué: más que. Consecuentemente, cuando ya tiene más de lo que le habían inculcado, establece la comparativa con alguien que tiene más que él y empieza de nuevo la vorágine de tener más qué ese, y no para hasta conseguirlo. Pero cuando lo ha alcanzado, vuelve a repetirse lo mismo, pues siempre hay alguien que tiene más, y de nuevo la acción sin control se impulsa en un descontrol de más y más que le precipita en un desconcierto sin voluntad propia y sin libertad alguna hasta llegar a la nueva meta que se plantea. Meta, que cuando es alcanzada ya no es suficiente, aunque de entrada lo era.
Evidenciado lo anterior, es muy fácil localizar al ego en una de sus más evidentes manifestaciones: nunca es suficiente para el Ego. Aunque el Ego tenga el suficiente dinero para vivir con dignidad, se indigna porque otros tienen más qué él y se empeña en tener más que otros porque piensa que no tiene suficiente en comparación con esos otros. Y cuando tiene más qué aquel con el que se comparaba, surge, siempre otro que tiene más, y de nuevo se enzarza en esa pelea con tal de tener más y más.
Cuando se piensa en adquirir, sea lo que sea, desde lo externo a base de lo externo, es estar metido en la insuficiencia continuada que nunca se colma por más que se consiga.
El Ego es un devorador, un glotón insaciable, un aspirador que no para de succionar todo lo que se ponga por delante.
Cada vez que se adquieren más posesiones, por ejemplo, se produce una regla que es inversamente proporcional, y es que a más que consiga el Ego, menos se siente el Ego, más deficiente se siente el Ego, y la necesidad de adquirir más de lo que sea, siempre de lo externo, se convierte en su pauta de comportamiento y conducta. Y así puede ser que llegue al final de su vida y sea el más rico del cementerio, pero no es más qué eso.
El Ego sólo quiere más y más, y es un sin parar agotador.
Por tanto, de lo que se trata, es de darse cuenta que el Ego sólo está en una búsqueda EXTERNA de títulos, halagos, piropos, posiciones, posesiones… y siempre quiere más y más de todo sin que nada le sacie.
Un Ser Humano libre, libre del Ego, no posee nada por sólo poseerlo. Y lo que posea, alcance o consiga, lo disfruta en continuidad. Por tanto, cuando se ha vencido al Ego, todo lo demás, lo externo, lo deja ir, puesto que sólo son lazos, lazadas y nudos que ahorcan la libertad personal desde el Ego en su afán de más y más.
Sí, suficiente, nunca es suficiente para el Ego.
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Autor: José Luis Marín
Fuente: http://www.psico2-sevilla.es/psico-reflexiones/suficiente-nunca-es-suficiente/
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Sí, así se define al Ego. Así lo denuncia el diccionario (R.A.E.) desde el punto de vista psicológico. Pese a ello, y aunque la definición podría ser ampliada en numerosos datos para que se entendiera mucho mejor, lo que se pretende en este artículo, es identificar al Ego con rapidez para que deje de afectar.
El Ego que es una de las tres partes que se componen el ser humano (dicho muy resumidamente), siendo no sólo la que controla la motilidad, sino que además, llega a eclipsar la libertad y la voluntad del individuo, que no anularla, pero sí la imposibilita por períodos determinados de corta, media o larga duración, aunque lo peor es que sea indefinido, como sucede a una gran mayoría de los seres humanos.
Visto lo visto, lo que hay que ver realmente, es cómo localizar el Ego en una de sus múltiples manifestaciones para que deje de perjudicar en ese control de la motilidad. Así que habrá que reconocerlo.
Reconocer al Ego propio, incluso al de los demás, es muy simple.
El Ego es esa parte que siempre quiere más cuando ya tiene lo suficiente, e incluso más que suficiente y de sobra. Aunque lo suficiente es, para el Ego, una manera de llamarlo, pues es suficiente lo que cree que lo es, aunque luego no es tal cual lo creyó en primeras instancias, pero se da la paradoja de que nunca lo es, y aquí radica la trampa en la que se mete el Ego.
El caso es que, llegado este punto, al Ego se le ha inculcado algo muy particular y determinado, se le ha adoctrinado y “educado” en el más, y más, y más… sin parar.
El Ego humano “impulsa” desordenadamente, a la adquisición de más bienes, de más prestigio, de más distinciones, de más… la lista sería un sin parar, sería larguísima de exponer, pero con que se ponga más y luego lo que sea, se puede un@ imaginar hasta dónde puede llegar ese listado.
Pese a lo expuesto, ese más posee una coletilla a la que se aludirá posteriormente. Ahora pongamos un ejemplo sencillito: y sea alguien que ha sido “educado” en su Ego, a tener más y más dinero. Lo que no se le ha dicho es dónde está el límite final (si es que lo hubiera, que no lo hay), tan sólo se le suele marca que ha de tener más. El problema es cuando consigue tener ese inicial “más” que se le marcó. Justo en ese momento, el Ego salta diciendo que quiere más, puesto que ha descubierto a alguien que tiene aún más dinero. Y en este instante salta la anunciada coletilla, aparece el qué: más que. Consecuentemente, cuando ya tiene más de lo que le habían inculcado, establece la comparativa con alguien que tiene más que él y empieza de nuevo la vorágine de tener más qué ese, y no para hasta conseguirlo. Pero cuando lo ha alcanzado, vuelve a repetirse lo mismo, pues siempre hay alguien que tiene más, y de nuevo la acción sin control se impulsa en un descontrol de más y más que le precipita en un desconcierto sin voluntad propia y sin libertad alguna hasta llegar a la nueva meta que se plantea. Meta, que cuando es alcanzada ya no es suficiente, aunque de entrada lo era.
Evidenciado lo anterior, es muy fácil localizar al ego en una de sus más evidentes manifestaciones: nunca es suficiente para el Ego. Aunque el Ego tenga el suficiente dinero para vivir con dignidad, se indigna porque otros tienen más qué él y se empeña en tener más que otros porque piensa que no tiene suficiente en comparación con esos otros. Y cuando tiene más qué aquel con el que se comparaba, surge, siempre otro que tiene más, y de nuevo se enzarza en esa pelea con tal de tener más y más.
Cuando se piensa en adquirir, sea lo que sea, desde lo externo a base de lo externo, es estar metido en la insuficiencia continuada que nunca se colma por más que se consiga.
El Ego es un devorador, un glotón insaciable, un aspirador que no para de succionar todo lo que se ponga por delante.
Cada vez que se adquieren más posesiones, por ejemplo, se produce una regla que es inversamente proporcional, y es que a más que consiga el Ego, menos se siente el Ego, más deficiente se siente el Ego, y la necesidad de adquirir más de lo que sea, siempre de lo externo, se convierte en su pauta de comportamiento y conducta. Y así puede ser que llegue al final de su vida y sea el más rico del cementerio, pero no es más qué eso.
El Ego sólo quiere más y más, y es un sin parar agotador.
Por tanto, de lo que se trata, es de darse cuenta que el Ego sólo está en una búsqueda EXTERNA de títulos, halagos, piropos, posiciones, posesiones… y siempre quiere más y más de todo sin que nada le sacie.
Un Ser Humano libre, libre del Ego, no posee nada por sólo poseerlo. Y lo que posea, alcance o consiga, lo disfruta en continuidad. Por tanto, cuando se ha vencido al Ego, todo lo demás, lo externo, lo deja ir, puesto que sólo son lazos, lazadas y nudos que ahorcan la libertad personal desde el Ego en su afán de más y más.
Sí, suficiente, nunca es suficiente para el Ego.
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Autor: José Luis Marín
Fuente: http://www.psico2-sevilla.es/psico-reflexiones/suficiente-nunca-es-suficiente/
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