Cada vez más, muchos nos damos cuenta que al final todo
consiste en soltar: soltar para poder volar. Esto implica un trabajo personal,
con uno mismo, que trae aparejado lo que podríamos denominar como un proceso de
desconceptualización.
Van desapareciendo progresivamente los dogmas, los
imperativos, los juicios, las rotundidades, y todo aquello que tiene carácter
determinativo para ser sustituido por un acto infinito de fluidez. Una
aceptación absoluta del momento presente que te invita a experienciar lo vivido
desde la plenitud de tu Ser profundo. Así, de manera sencilla, vas accediendo a
ámbitos de ti mismo que en otras etapas de tu vida ni siquiera podías imaginar
que existían.
La percepción de la realidad, tanto la tuya como la de
otros, se intensifica desde el momento en que empiezas a llenarte de lo
auténtico. Las palabras coherencia, sinceridad, armonía, fluidez, equilibrio,
Amor... empiezan a darte señales de la verdadera dimensión que representan y
entonces el lenguaje hablado desaparece. El silencio toma el relevo para estar
siempre presente, incluso cuando crees que hablas, hablas en silencio, hablas
desde el silencio.
¿Corazonadas? ¿Intuiciones? ¿Inspiraciones? ¿Telepatías?,
llamadlo como queráis, no hay nombres que puedan dar cabida a la expresión de
lo vivido en consciencia.
A partir de aquí, todo te da señales, pero no porque no
te las diera antes, siempre han estado ahí, aunque tú no las vieras. Cualquier
acto, cualquier ocurrencia, cualquier expresión, todo, en mayor o menor medida,
te habla de ti, y lo que en lo más íntimo de ti siempre has sabido sale a la
palestra. Desaparece lo superfluo porque nada es superficial, simplemente ves
lo que nunca has visto, oyes lo que nunca has oído, vives.
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Autor: Juan
Luna
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