Forjar una buena espada no
es una fácil tarea. Una espada hermosa y fuerte, una espada ligera de alzar,
inquebrantable en el momento de entrar en la batalla.
Forjar una espada
reluciente que nos lance seductores destellos desde el acristalado santuario de
su vitrina..., eso, puede llegar a conseguirse sin mucho esfuerzo. Una espada
con pomo de plata y hoja afilada, una espada elegante y enjoyada. Son muchas
las promesas que nos susurra una espada como esa... antes de la batalla.
O quizá sea un arma
adecuada, pero que no se ajuste a nuestra mano, a la fuerza de nuestro brazo,
que no oscile, airosa, al ritmo de nuestro corazón.
Puede, incluso, que todas
sus promesas sean como aire, como humo, y al primer golpe se quiebre en mil
pedacitos quejumbrosos.
No, no es una tarea fácil
para el herrero... ni para la espada ¿Puede imaginarse el dolor del metal
mientras está siendo forjada? ¿Puede imaginarse siquiera esa oscura noche de
tormento, de increíble soledad, antes de llegar a ser la espada? A fuego y
golpes durante toda la larga noche.. Y entonces el brazo sudoroso del herrero
parece apiadarse y la sumerge en el agua fría que le proporciona alivio y cree
entonces la hoja, aún imperfecta, que el dolor ha pasado, que podrá respirar,
pero apenas se ha apagado el rojo acero, vuelve el hacedor despiadado a
introducirla en el fuego, a golpear y golpear y golpear.
¿Ha pasado alguna vez tu
alma por el fuego de la forja? ¿Has sentido sobre ella el golpe del martillo?
¿Has creído hallar alivio en el agua helada y entonces todo ha vuelto a
comenzar? Y te has preguntado, ¿hasta cuándo?, ¿podré resistirlo? Y has alzado
la mirada extenuada y has contemplado ese nuevo cuerpo que va surgiendo del
dolor y el fuego. Y has cerrado los ojos y has tratado de confiar, de confiar
en ese creador que ya no sabes si es otro o tú mismo, si está arriba, abajo o
adentro, y que trabaja con determinación en tu frágil hoja, tratando de forjar
una espada fuerte y hermosa.
Cierro los ojos y, tumbada
sobre el yunque del herrero, trato de respirar y susurro: Confío, confío.
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Autora: Diana Marina (dianamarina.mayo@gmail.com)
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