9/4/20

Desde la meseta


Estamos llegando a la ansiada meseta. La luz es aquí más clara. La hemos alcanzado no sin sacrificio y padecimiento colectivos, pero los fríos, duros y largos números ya están despertando otro sentir, acuñando otra mirada. La meseta nos invita a balance. No nos colocamos lentes de rosa, sólo subrayamos lo que va abriendo futuros.

Se afianzarán los lazos de cooperación que ya se han establecido. Cambiaremos la cesta por el carro. Las necesidades ajenas se escribirán con el mismo color en nuestras viejas libretas de bolsillo. Estamos aprendiendo a hacer colectivamente la lista de la compra. Nuestros planes, sueños y aspiraciones serán más en común a partir de ahora. El de enfrente dejará de ser un número y una letra. Tendrá rostro, nombre, historia, sobre todo condición humana. Nos acostumbraremos a las sorpresas al abrir la puerta de la escalera. Nosotros también seremos grata sorpresa, detalle y apoyo para quien desconocíamos a nuestro lado.

Conjugaremos los verbos en plural. Contaremos con el otro/a, nos organizaremos de forma diferente. La unidad y la solidaridad dejarán de ser “spots” publicitarios. Los vecinos no hablarán de la lluvia y el tiempo en los ascensores de las casas, se interesarán por las vidas y azares ajenos. Los conciertos y recitales no se encerrarán sólo en las salas privilegiadas, se instalarán también en lo público. Lo natural dejará de ser lo excepcional, la chaladura del "hierbas" de la escalera. Lo ecológico ganará muchos metros cuadrados en las grandes y pequeñas superficies. A la par nosotros ganaremos en inmunidad y fortaleza.

Desde la panorámica privilegiada que nos regala la altura de la meseta ya podemos decir que nada será como antes. Repararemos más en lo sereno, templado y auténtico. Retumbarán los “OMs” y los cantos de esperanza en las paredes de los hospitales. La muerte dejará ser nuestra más acérrima enemiga y tornará la “colega” que nos lleva de excursión por las verdes y soleadas vaguadas de la vida eterna. Nadie osará pasear luto. El sepulcro se quedará sin victoria y Omega correrá rauda de nuevo a la casilla de salida.

Desnudos de mascarillas, pisaremos las templadas arenas como quien asalta remotos paraísos. Para entonces habremos memorizado todas las tablas de ejercicios. Lo que nos hace bien habrá anclado dentro. Haremos "tai-chi" en las playas sin necesidad de "play" en ninguna pantalla. Abrazaremos con más fuerza, lloraremos con más alma, rezaremos con más presencia. Desde la meseta reparamos en que la civilización ha virado en positivo en cuestión de un mes y ya no deseamos volver al punto de partida. El virus de las mil antenas se ha llevado a abuelos entrañables que ahora se alimentan de luz y respiran sin tubos, pero nos ha regalado lecciones que felizmente se han quedado para siempre.

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Autor: Koldo Aldai (koldo@portaldorado.com)
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