1/4/10

Sobre la naturaleza del Amor Incondicional

El pasado 19 de marzo, en el marco del Primer Encuentro de la Red Galaica de Luz, celebrado en Santa María de Oia, Pontevedra (Galicia, España), nuestro querido y admirado amigo Domingo Díaz pronunció una conferencia con el título Sobre la naturaleza del Amor Incondicional. Se recoge a continuación su contenido íntegro en el convencimiento de que constituye una magnífica lectura en estas fechas de Pasión.

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La pregunta lleva varios años resonando en mi cabeza. Es ya tan familiar como complicada y tan escurridiza como inaccesible: ¿Qué es el Amor Incondicional? Las conclusiones de tanta reflexión e investigación me llevan hasta el momento a las siguientes conclusiones provisionales:

El Amor Incondicional es indefinible

El Amor Incondicional es indefinible e indefinido. Querer definir el amor, el amor incondicional, que es el verdadero y único amor, es como querer definir a Dios, un ejercicio mental incuestionablemente inútil, un vano empeño, una pérdida de tiempo. Porque el Amor Incondicional pertenece a una dimensión muy difícilmente accesible para el ser humano. Mientras más queremos aproximarnos a él, a su comprensión humana, más se escurre, más se transforma, más se aleja, no sin antes mostrarnos en cambio un breve reflejo de su grandeza.

A falta de poder continuar deshilvanado esta pregunta de forma directa, vamos a ver cómo podemos aproximarnos a esta energía impulsados por la intensa aspiración de nuestra alma a vivirla. La pregunta sustituta de la primera es, pues: ¿Cómo se accede al Amor Incondicional?

Amor Incondicional y experiencia mística

Al Amor Incondicional solo se accede, de algún modo y manera, a través de la experiencia mística. Pero la experiencia mística siempre es personal, única, propia, distinta, impredecible e imposible de describir con los idiomas que actualmente conocemos, porque nos faltan palabras, porque los idiomas están necesariamente limitados a las experiencias comunes, y aún no han creado las palabras necesarias para la descripción de la experiencia mística, precisamente porque la experiencia mística no es general, ni mucho menos, aún.

Vamos a detenernos un poco más en este terreno de la mística, tan desconocido: La palabra mística tiene dos significados que nos hablan del camino místico hacia el Amor Incondicional:

+La mística es la mixtura, la fusión del alma, la unidad con Dios, la mezcla (to mix), la vivencia plena interna de Dios y de su construcción de Amor.

+La mística es el misterio, lo desconocido, lo privado, lo incomprensible, lo inexpresable, lo irrepetible, lo imprevisible, lo indescriptible.

La única forma de lenguaje que puede aproximarse en cierto grado a la descripción del Amor Incondicional es la poesía. La Poesía Espiritual nos conecta con la energía de la fusión del alma con Dios. Es un lenguaje destinado no a nuestra mente sino a nuestro Ser superior. Es el lenguaje de más alta vibración cuando es verdaderamente inspirado al alma por Dios. La inspiración poética espiritual viene de la más alta dimensión a la que el ser humano puede llegar por sí mismo, la sexta dimensión, y llega cuando el alma humana pone suficiente pasión por fundirse con Dios y Dios le concede esta fusión, que constituye la experiencia mística propiamente dicha. Tal vez sea por ello que los grandes místicos de todos los tiempos han producido las grandes obras espirituales expresadas a través del lenguaje poético. Ejemplos: Los Salmos, El Corán, El Baghavad Ghita, El Tao Te King, El Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, la poesía de Santa Teresa de Jesús, etc, etc.

Como forma de aproximarnos a una vivencia del Amor Incondicional a través de la experiencia mística, leamos la Poesía “Llama de Amor Viva” de San Juan de la Cruz:

¡Oh, llama de amor viva!

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro.

Pues ya no eres esquiva,

acaba ya si quieres,

rompe la tela de este dulce encuentro.


¡Oh, cauterio suave!

¡Oh, regalada llaga!

¡Oh mano blanda, o toque delicado!

que a vida eterna sabes

y toda deuda pagas,

matando, muerte en vida la has trocado.


¡Oh, lámparas de fuego

en cuyos resplandores

las oscuras cavernas del sentido

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores

amor y luz dan junto a su querido.


Cuan manso y amoroso

recuerdas en mi seno

donde secretamente solo moras,

y en tu aspirar sabroso

de bien y gloria lleno,

cuan delicadamente me enamoras.

Como no somos místicos reconocidos, aunque sí disponemos de su maravillosa enseñanza poética, vamos a tratar de proseguir con la aventura de aproximarnos al Amor Incondicional intentando definir lo que el Amor Incondicional no es, porque en este tema muchísimas personas del mundo espiritual está muy confundida. En lo que es y en lo que no es el Amor Incondicional.

Lo que el Amor Incondicional no es

El Amor Incondicional no es muchas cosas, muchas cosas y conceptos a los que erróneamente se les da a veces el nombre de amor. Meras confusiones de la mente.

Hemos encarnado en un mundo dominado por las emociones de todo tipo. Si en un ambiente intergaláctico tuviésemos que definir la actual humanidad del planeta Tierra, la principal palabra para definirla sería “emoción”. Somos seres emocionales principalmente. Aparentemente maquillados por una ligera pero visible capa mental, racional, educada, respetuosa, amante de los valores, una vez que se rasca un poco esta capa externa, aparece una fuerte y completa esencia emocional que nuestra principal realidad energética.

Las emociones humanas abarcan un amplio rango de frecuencias vibratorias. Digamos que se alinean a lo largo de un eje de coordenadas vertical, con un punto central que es el cero u origen de coordenadas. Este eje se alinea en la persona desde se chakra sacro hasta su chakra del corazón. Las emociones que llamaremos negativas se sitúan por debajo del origen de este eje, en su parte negativa, y las emociones que denominaremos positivas, se sitúan por encima del origen de este eje, en su parte positiva.

Emociones tales como la ira, el rencor, el odio, la frustración, la venganza, la avaricia, el miedo, la cobardía, la tristeza, la envidia, la soberbia, la limitación, estarían situadas en la parte negativa del eje, más abajo, mas negativas cuanto más intensas son y cuanto más control tienen sobre nuestra persona. Por el otro lado, la alegría, la compasión, la generosidad, la solidaridad, el cariño, el amor, la ternura, la comprensión, el valor, el perdón, son emociones que están situadas en la parte positiva de este eje, más arriba, más positivas cuanto más intensas y cuanto más dirigen con fuerza nuestro comportamiento.

Todo ser humano tiene una banda de energía emocional que incluye todo el rango de sus emociones, desde las más negativas hasta las más positivas. Esa banda se sitúa más arriba o más abajo del eje si su rango emocional es más positivo o más negativo.

El deber permanente de todo ser humano que quiere evolucionar es elevar a la vez que reducir su banda vibratoria emocional, eliminando o transmutando sus emociones negativas y convirtiendo su mundo emocional en un campo de emociones positivas cada vez más concentradas en torno a su parte más alta, cerca del corazón, donde se genera la emoción del amor. A estas emociones positivas son a las que generalmente llamamos “sentimientos”.

Estas dos palabras generan a veces confusiones, se definen como emociones las que generalmente son las negativas y como sentimientos a lo que son las emociones positivas. Pero aunque las llamemos sentimientos, no dejan de ser emociones, todo son emociones, positivas o negativas, son energías, las emociones y los sentimientos, que pertenecen al mundo emocional y se mueven en su propio rango de frecuencias emocional.

El amor, tal y como lo entendemos habitualmente, y al que denominamos como sentimiento, es la más elevada de las emociones, la más positiva, la parte superior de este eje emocional. Donde termina la evolución personal de cada ser humano, convertido en un ser amoroso, que se rige, piensa y se conduce por este sentimiento o emoción positiva del amor.

Por ejemplo, en el día de San Valentín, o en el día de algún aniversario, seguramente prestaremos algo más de atención a la persona amada, repararemos con mas fuerza en su presencia a nuestro lado, y afluirán a nuestros labios palabras como: Te amo (nombre de la persona amada), y otras similares, que seguramente serán correspondidas con una expresión similar por parte de la pareja, esposa, marido, amante, etc…..

Estas expresiones, pronunciadas con amor en el momento adecuado, nos abrirán el corazón y nos harán sentir una emoción de gozo interno que asociaremos con el sentimiento de amor por el ser querido que nos invade en ese momento. Entonces estaremos viviendo el amor, nuestro corazón estará abierto, y, por un breve periodo de tiempo, pensaremos que estamos en la cumbre del amor. Y eso está bien, está bien sentir ese gozo que produce la emoción positiva del amor por una persona, esa apertura del corazón y esa corriente energética amorosa que sentimos y dirigimos hacia el ser querido.

Pero ese sentimiento de amor no es Amor Incondicional al que intentamos aproximarnos, el Amor Mayor original, creador, que emana la Fuente y que crea, conserva y protege el Universo.

El anterior es un sentimiento de amor, es el sentimiento que ocupa el rango superior y más positivo del mundo de las emociones, el cual constituye el “medio ambiente energético de la vida humana”. Cuando ese sentimiento de amor aflora en nuestro interior, estamos en una posición de “máximos emocionales”, muy positivos, beneficiosos y loables, pero debemos ser conscientes de que aún queda un largo trecho hasta alcanzar, siquiera por un instante, el estado de Amor Incondicional. En esta distinción entre el amor y el Amor Incondicional reside una gran parte de la confusión del mundo espiritual.

Cuando un ser humano ha evolucionado hasta el punto superior de su eje de las emociones, el sentimiento de amor, y quiere seguir avanzando hasta el Amor Incondicional, se encuentra sin camino para continuar, se encuentra un gran espacio en blanco, un gran “gap” de frecuencias, un enorme salto vibracional, un gran salto al vacío, desde las frecuencias de lo humano hasta las frecuencias del espíritu.

Es como si alguien, después de un largo camino de ascensión, llega a la cima de una montaña y descubre que si quiere seguir adelante tiene enfrente un gran precipicio y al fondo un mar de niebla cuyo final no se ve ni conoce. Y debe dar un gran salto al vacío, debe abrir los brazos y saltar a lo desconocido, debe confiar y entregarse a Dios, perderlo todo para ganarlo todo, dejar el camino humano y emprender el vuelo divino. Tal vez entre ese mar de niebla se encuentre el Amor Incondicional. Tal vez. Nunca lo sabremos hasta que saltemos. Es una apuesta mayor, a todo o nada. Solo para grandes seres.

En nuestro esfuerzo por definir lo que el Amor Incondicional no es, vamos a conocer a lo que definimos como los hijos menores del Amor. Este Amor Incondicional es tan inabarcable para la pequeñez de la mente concreta, que necesita a veces de apellidos que mejor lo identifiquen. Esos apellidos son las virtudes y los valores, los hijos menores del Amor Mayor, los pseudónimos con que este Amor Mayor opera a veces en esta dimensión física de lo humano.

Podemos encontrar muchos apellidos del Amor Mayor: la humildad, la compasión, el respeto, la sinceridad, la generosidad, la solidaridad, la ternura, la caridad, el cariño etc. etc. Solos, estos valores no tienen la suficiente altura o entidad del Amor Mayor. Solo ganan su pleno alcance y sentido cuando le acompañan como fiel apellido. Estas virtudes forman parte del camino de evolución de la dimensión humana hacia el Amor Incondicional. Porque este Amor Mayor no necesita apellidos. Tiene vida en sí y existencia propia más allá de lo humano.

Después de tratar de definir lo que el Amor Incondicional no es, vamos a intentar aproximarnos a este Amor intentando definir esos breves reflejos de su grandeza que a veces nos ofrece a través de la experiencia mística, vamos a intentar definir algunos de sus aspectos, que son como las caras planas de un sólido volumétrico. La visión de la cara no es la del volumen, pero forma parte de él. Como ya hemos dicho, estos aspectos o caras solo pueden ser expresados a través del lenguaje de la poesía o de lo que se denomina prosa poética.

Aproximación al Amor Incondicional a través de algunos de sus aspectos

Si bien no existe la posibilidad de definir el Amor Incondicional, tal vez existan meras posibilidades de acercarnos a algunos de los aspectos con que este Amor se manifiesta en los límites del alma, en la circunferencia del ser, en el medioambiente humano, con el elevado riesgo de no acertar y con la seguridad de que una multi-imagen definida de este modo es necesariamente incompleta y distorsionada.

El Amor Divino que conocemos en este plano humano, con todo lo que supone, no es sino la sombra arrojada en la pared de la caverna de Platón por una Luz de infinita intensidad que nos cegaría si tuviésemos la mínima posibilidad de mirarla de frente. Esta Luz es la Luz de Dios, la energía infinitamente luminosa que todo la alimenta y mantiene cohesionado en su lugar en la creación.

En la caverna que es este mundo físico solo vemos reflejada la sombra, la sombra de un Amor Mayor, que interpenetra toda la materia desde el momento mismo de la creación. Quién conoce esta sombra, este tímido reflejo de un Amor Mayor, ya es afortunado y dichoso. Quien conoce esta sombra está listo para volver la cabeza y aspirar la Amor Mayor que emana, sin atenuaciones ni interferencias, desde la misma Fuente, está listo para emprender el viaje místico del Alma.

Éste Amor Mayor no es un sentimiento, sino que, podríamos decir de una forma meramente aproximada, es un estado permanente de muy alta vibración, tan indefinido como indefinible, de naturaleza impersonal y de altura divina, que radia en todos los ejes del espacio-tiempo, sin objeto ni destinatario.

La clave para diferenciar un sentimiento de amor con un estado de Amor Mayor es que en este último el verbo Amar no viene seguido de complemento directo. Cuando amamos a algo o a alguien, cuando nuestro amor tiene un objeto, un destinatario, un complemento directo, se trata de un sentimiento; cuando amamos, simplemente amamos, sin poder explicitar a quién, porque a todos y a todo abarca esa radiación divina, cuando amamos en todas direcciones, en todo instante, en todo objeto, entonces nos estamos aproximando al estado de Amor Incondicional. Amando, simplemente amando, estamos en el buen camino.

Por eso, en el Día de San Valentín, o en el día del Amor, o en el día de la Amistad, cuando experimentemos plenamente ese sentimiento de amor hacia la esposa, marido, pareja, amante, etc, deberíamos dar un paso adelante hacia el Amor Incondicional en nuestra verbalización del sentimiento de amor, diciendo: ¡ Amo….por ti, gracias a ti, contigo !

Poéticamente hablando: El Amor Incondicional es el nombre de la creación. Este Amor es un perfume, una fragancia como a rosas, es el rastro que Dios dejó a tu lado cuando pasó creándote y creando la vida. Ahora es también tu perfume y podrás olerlo en ti y en los demás cuando abras tu corazón. Pero, no hace falta que tengas prisa, porque es un perfume eterno.

El Amor Mayor es el océano invisible que te envuelve, que envuelve la Tierra, que te mantiene vivo, que tú respiras cada minuto. Este Amor lo es todo porque es la manifestación única del todo. No hay nada fuera ni más allá del Amor.

El Amor Incondicional es la más pura esencia de lo sutil, es lo que queda cuando ya no queda nada, es lo que subyace detrás de todo y le da fuerza y consistencia, es el cemento que mantiene unido el total de la existencia.

El Amor Mayor es un territorio libre de donde han sido expulsados los señores de la mente. Sin títulos de propiedad, sin jerarquías de poder, sin imposiciones del miedo. Listo para ser colonizado por el alma colectiva apasionada e incendiada de Dios.

El Amor siempre queda a flote cuando el ego naufraga en el océano de la vida. Porque el Amor es espuma. El agua no tiene espuma, pero el océano sí la tiene. Ese es el Amor, el que sobrevivió a todos los naufragios.

Omhall nos ha regalado esta poesía, titulada En Amor, que nos describe con sutileza y belleza los instantes de manifestación del Amor Incondicional en esta dimensión física. Son breves reflejos de este Amor Mayor:

En amor,

crecen los árboles mirando al cielo,

con la obsesión del fruto.


En amor,

los flujos del destino tuercen su rumbo,

camino de la luz.


En amor,

bailan las partículas subatómicas

la danza de la vida.


En amor,

se extinguen las palabras y sus ecos,

se agrandan los silencios.


En amor,

el viento se detiene, embelesado

del vuelo de las hojas.


En amor,

las simientes piden paz y refugio

al alma de la tierra.


En amor,

las palabras se buscan y encadenan

al paso de la pluma.


En amor,

enemigos que firmaran la paz

intercambian lágrimas.


En amor,

vierte la madre un corazón de fuego

sin tiempo ni palabras.


En amor,

una oración lleva al cielo una urgencia,

mensajera de un sueño.

Con todo lo dicho anteriormente parece que el Amor Incondicional es una meta inalcanzable. Algo que pertenece a otro universo. Pero no es así. Para el acceso al Amor Mayor el ser humano lleva en su interior la semilla divina, el genoma de los dioses y, más concretamente, un punto/puerta de conexión con todos los universos y todas las dimensiones cuya activación y trabajo posibilitan el acceso y la fusión con la Fuente Divina, con la Luz más prístina del universo, la Luz Diamantina, y con su producto más universal, el Amor incondicional.

A este punto, a esta puerta, yo le llamo el punto donde se cruzan todos los caminos, y está ahí, justamente en el centro del pecho, en el chakra del corazón, donde se cruzaría una recta que siga el eje vertical del cuerpo humano y otra recta eje que formarían los dos brazos desplegados horizontalmente. Es el punto donde se unen la componente divina del Ser Humano (eje vertical) con la propia componente humana (eje horizontal). Hasta tal punto esto es así que la altura del ser humano medio es igual a la longitud entre las puntas de sus dedos con sus brazos extendidos en cruz.

Otra vez la Geometría y sus códigos encierran las claves de mayor nivel en el Universo.

En esta Puerta del Ser se reúnen, funden y equilibran los cuatro elementos de la creación, haciendo de él el punto clave de florecimiento de nuestra divinidad, al que yo denomino La Cruz Cósmica.

En la parte superior del eje vertical se sitúa el Aire que nos lleva la energía del Padre a cada instante. El chi, el ki, el prana, la energía espiritual, el aliento divino que respiramos continuamente y que nos mantiene vivos. En la parte inferior del eje vertical la Tierra, la energía amorosa de la Madre Tierra, necesaria para nuestra supervivencia y que se “respira” a través de nuestro chakra raíz. En el eje energético vertical del ser humano, la energía cósmica se funde con la energía terrestre en la puerta del corazón. Padre y Madre se encuentran y funden en el alma de cada uno de sus hijos.

La parte izquierda del eje horizontal, la del corazón físico, nos pone en contacto con el elemento fuego, el poder de combustión que transporta el aire y que el corazón bombea para todo el cuerpo. Este fuego del corazón es fruto de la pasión del Amor a Dios, el fuego místico al que todos los místicos hacen alusión en su poesía (recuerda la poesía de Llama de Amor Viva y observa cuantas veces se hace referencia al fuego y sus derivados). Es el fuego que corona al Sagrado Corazón de Jesús en las imágenes. Por el lado izquierdo del eje horizontal recibimos al Hijo, a Dios hecho hombre, al Cristo y la pasión ardiente del amor a Dios. El combustible de ese fuego es el deseo de nuestra alma de fundirse con Dios y vivir plenamente el Amor Incondicional.

La parte derecha del eje horizontal nos pone en contacto con el elemento agua, con el elemento femenino por naturaleza, que nos viene de la mano de la Hija, de María Magdalena, y con el agua griálica. Esta aguaviva convierte a ese mismo corazón en una “Fuente que mana y corre”, en palabras de un poema de San Juan de la Cruz, una fuente de agua de vida, de elixir de eterna juventud del alma, que viene representada en muchas tradiciones por la Rosa de la misericordia. Así, en el eje horizontal del ser humano se produce el otro matrimonio místico que tiene lugar en el ser, el del Hijo y la Hija, el de Jesucristo y María Magdalena, el fuego y la rosa, el brazo de la Cruz Mística de la materia.

El encuentro del Fuego-Agua en el corazón humano es uno de los misterios más grandes del Ser Humano. El Fuego Místico del amor a Dios del Hijo en contacto con el Agua Griálica de la Hija, hacen florecer en el corazón el loto de la pureza del alma, condición previa e indispensable para que se produzca la mutación energética más poderosa de esta dimensión, la conversión del corazón en un diamante, la aparición, activación y manifestación del diamante que atrae y canaliza la luz diamantina del universo en el ser humano espiritual evolucionado. Hemos dado el salto.

A este fuego místico, a este incendio del corazón en amor a Dios, a esta Llama de Amor Viva han hecho referencia los poetas místicos de todos los tiempos. Como ejemplo, os acompaño un poema místico mío que lleva este sello del fuego. Se titula Aún queda vida, y dice así:

En las cenizas de mi corazón

aún queda vida,

atómicas brasas inextinguibles

del fuego que lo arrasó todo.

Listo ya de nuevo para la hoguera

….al más tenue soplo de viento….

….a la más exigua llama de amor….

Para resumir esta información sagrada, solo queda aquí recordar e insistir que este fuego místico del Hijo, que esta aguaviva griálica de la Hija, se alimentan del deseo de nuestra alma de fundirse con Dios y vivir plenamente el Amor Incondicional.

Esta conferencia concluye con un texto de Omhall, una forma muy original de describir el “salto”, el abrazo a Dios, la entrega total, el vaciado necesario del mundo en nosotros, para que se llene de Amor Incondicional. El texto dice así:

Dicen:

Solo la Verdad nos hará libres.

Y añado:

Pero solo para rendir libremente nuestra libertad y nuestro Ser al Padre.

La libertad no es un valor, es una condición de contorno del experimento terrestre.

La libertad es una regla más del juego en el que se desarrolla esta existencia.

La libertad es un periodo de la evolución individual que empieza y acaba libremente.

Libremente empieza cuando libremente decidimos liberarnos de nuestros instintos y hábitos, de nuestras emociones, de nuestras cargas kármicas, de nuestra mente concreta y temporal, de los condicionamientos familiares, sociales, culturales e ideológicos de esta dimensión, etc. etc. Libremente empieza cuando libremente decidimos liberarnos de nuestra personalidad, de ese “Nosotros Mismos”, lo cual no es más que una larga y difícil etapa, pero una etapa al fin y al cabo de nuestra evolución espiritual.

Y esa larga etapa de recuperación de la verdadera libertad termina libremente cuando libremente rendimos esa libertad al Padre, a la Misión, al Cristo, a la Ley Divina, a llámese como se quiera. Cuando abrimos los brazos y nos arrojamos al abismo desconocido de Dios, sin saber lo que hay allí, solo por Amor.

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