27/1/22

El placer de la constancia

Solemos atribuir a la constancia un valor tan alto que cuando no logramos manifestarla en nuestra vida durante el tiempo que nos gustaría, nos convertimos en compañeros insanos de otro aspecto mal valorado: el fracaso.

Bajo la creencia arraigada de que la superación llega con el esfuerzo, hemos llegado a generalizar que todo funciona bajo ese paradigma, y, aunque en los aspectos materiales sí que se cumple esa relación, en los aspectos más sutiles como el energético y el espiritual, la evolución está ligada al placer y es precisamente el esfuerzo lo que debilita la sutilidad o lo que es peor, la endurece.

Este es el caso de una chica acostumbrada a vivir desde su infancia en un ambiente de exigencia y conforme su mundo interior fue ganando Luz, se atrevió a ir tomando decisiones en coherencia con la nueva realidad que observaba.

Dejó su trabajo en un equipo directivo que le desgastaba internamente para crear su propio proyecto relacionado con promover un estilo de vida más consciente.

En poco tiempo creó un lugar con una energía especial. Las personas que acudían a sus talleres y a sus clases de meditación eran cada vez más y pronto alcanzó un nivel de reconocimiento alto. Sin embargo, el mundo interior de la chica soportaba una tensión muy alta por la presión que el crédito bancario que tuvo que solicitar para abrir su propio centro, le generaba cada mes.

No podía permitirse todavía contratar a una persona y no contemplaba ni siquiera ponerse enferma.

Todo el mundo admiraba su constancia, pero el esfuerzo que le suponía a ella, comenzó, poco a poco, a pasarle factura a nivel sutil.

Su tiempo personal de autocuidado bajó, la calidad de su silencio interior también y poco a poco, su contracción interior se tradujo en una contracción de su consciencia.

Casi sin darse cuenta comenzó a ver a sus clientes como oportunidades de negocio. Activó inconscientemente su patrón de ventas de la época anterior en un ambiente tan sensible que le llevó, en poco tiempo, a perder credibilidad y confianza entre algunas de las personas más asiduas.

Cuando entré por primera vez a su espacio de trabajo sentí la energía bonita que emanaba en el entorno que ella había creado, pero no percibí lo mismo de la energía que emitía la chica. Su postura, la tensión en su mirada y la comunicación reactiva, mostraban una severidad que, conforme se la expuse, se diluyó en un reconocimiento por su parte de autoexigencia tan alto que estaba saboteando su propia luz interior.

Me contó que observaba desde hacía un tiempo una "fuga" de clientes y no entendía por qué ya que el espacio estaba siempre cuidado y no había realizado ningún cambio importante.

(Estos casos son delicados porque la Verdad y la Luz se han creado y se mantienen por fuera, pero la inconsciencia se ha activado por dentro y es en el interior de la persona donde es necesario activar la Luz con el apoyo de la que emite su propio entorno.)

Fueron necesarias 2 conversaciones y hacer un cambio en la recepción:

+En las conversaciones reconoció lo acostumbrada que estaba, en su anterior etapa, a hacerlo todo por ella misma y lo mucho que le costaba delegar y confiar.

+Vio que esa resistencia a la ayuda activaba su, cada vez más, autoexigencia rozando incluso el automaltrato.

+Pudo ver que abrir la consciencia es sinónimo de abrirse y confiar internamente en la vida y se comprometió, durante unas semanas, a abrirse a recibir apoyo.

+Fue entonces cuando, por sí misma, hizo más hueco en la recepción y la iluminó más.

+Tal como la redecoró, facilitaba espacio para una persona más a la hora de ayudarle en la gestión de visitas y esta ayuda no tardó en aparecer.

En poco más de un mes comenzaron a surgir una serie de cambios en su vida que facilitaron de nuevo la apertura interior de su consciencia y la captación de nuevos clientes que se acercaban a ella por su buena vibración.

Poco a poco, los cambios que de forma armoniosa y natural se produjeron, crearon en ella una nueva gestión del tiempo y un hábito de vida más saludable.

Encontró su propio ritmo, un ritmo que lejos de desgastarle, le recargaba y que curiosamente, además de aportarle más lucidez y de llegar a todo, tenía también más tiempo personal.

Cuando nuestros ritmos internos se sincronizan con los de la vida, la sensación de esfuerzo se diluye dando paso al placer de hacer, de ser y de estar.

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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)

https://andrestarazona.com/

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