10/1/22

2.- La Humanidad en el punto de inflexión

El Principio de bivalencia

El principio de bivalencia, aquel por el que algo o en cierto o es falso, ha sido, a lo largo de la Historia, la base de la dualidad, el generador de los diferentes muros que han separado a los seres humanos en “los unos y los otros”, llegando al extremo de convertirlos en mutuamente excluyentes, al punto de no quedar otra alternativa que el uso de la fuerza bruta para tratar de exterminar al “otro”, porque la coexistencia termina siendo imposible.

La convivencia humana se basa en la tolerancia y finalmente en la aceptación de que el otro pueda vivir y pensar de modo distinto a mí. Esto supone aceptar que no siempre tengo yo la razón y que el otro puede tener parte de verdad, al menos.

Nietzsche advierte que “el convencimiento absoluto es más peligroso para la verdad que la propia mentira”. O dicho de otra forma, el que cree estar en posesión de la verdad y de la razón, lo único cierto es que ni posee la verdad ni tiene la razón, con lo que si uno está convencido de que su argumento es cierto, lo único cierto es que está equivocado y, por ello, la verdad se le escapó de entre los dedos por soberbia, por creer que había logrado la certeza absoluta.

El problema es la Verdad, un atributo tan resbaladizo como el agua entre las manos, siendo nuestras manos la capacidad que tiene el hombre para agarrar la Verdad.

Los humanos, a lo sumo que podemos aspirar es a poseer o, tener la sensación de que poseemos, pequeñas verdades, aquellas que son capaces de ser captadas por nuestros sentidos e interpretadas por nuestro cerebro y nuestra mente. Por ejemplo, los colores; el rojo, el azul, el amarillo o el verde, lo son para todo el mundo y todo el mundo al ver las cosas de color vemos lo mismo; todos excepto los daltónicos que no interpretan los colores del modo que lo hace todo el mundo. Así que, incluso desde la simple percepción física de las cosas físicas, nuestra capacidad de procesado no es homogénea y no todo el mundo ve lo mismo al abrir los ojos ante un mismo escenario.

Por tanto, ni siquiera desde la simple percepción física de las cosas, podemos estar seguros de que lo que vemos con los ojos es rigurosamente cierto. Lo que vemos con los ojos es una cosa y lo que creemos ver “conscientemente” es otra bien distinta; es un “modelo de la realidad”, el resultado final de lo que la mente procesa al recibir los impulsos nerviosos del nervio óptico.

Así que, ni siquiera en el plano físico sirve el principio de bivalencia, porque nadie puede estar absolutamente convencido de que lo que capta con los ojos y cree ver con la mente, sea lo que realmente hay ahí fuera de nosotros.

Los orientales acertaron al contradecir a Aristóteles, sustituyendo el principio de bivalencia por el principio del Yin y el yang, donde en todo lo blanco o negro, siempre hay un punto, por pequeño que sea, de negro en el blanco o de blanco en el negro, es decir, en la vida, no hay nada cierto ni falso de modo absoluto, sino que ambas posturas participan, aunque sea de modo imperceptible, de la contraria. Siempre habrá un punto de error en la certeza y un punto de veracidad en lo falso.

Esta actitud relativista permite la convivencia, la capacidad de aprender del otro y de aceptar el esfuerzo comunitario para avanzar. Esta actitud relativista permite derribar muros de intransigencia y abre el lento y difícil sendero de la Sabiduría.

Gandhi decía que, en vez de afirmar que Dios es la Verdad, es más correcto decir que “la Verdad es Dios”. Es decir, si ni siquiera podemos hablar en términos absolutos de las pequeñas verdades de la vida cotidiana, es una temeridad hablar en términos absolutos de poseer la Verdad absoluta, porque decir eso es decir que tenemos pleno conocimiento de Dios y, como afirmaba el Maestro Eckhart “todo lo que afirmemos de Dios es por principio, falso”, porque la mente no está capacitada para ver a Dios ni para comprenderle. Así que tamaña pretensión es una actitud de necios, que son todos aquellos que desprecian lo que ignoran. El principio de bivalencia desprecia al otro como falso, porque ignora que en lo falso (para él), también reside la verdad.

Sin embargo, el mundo está configurado en base a fronteras, muros que separan a los unos de los otros y, si a la soberbia del convencimiento absoluto que sostiene el principio de bivalencia, añadimos la ambición de acaparar recursos, que prostituye el principio de economía, sobre el que gravita la vida (para vivir es necesario el consumo de recursos), tenemos los dos pilares sobre los que se basa la Humanidad, la prevalencia de pensamiento y la posesión de recursos. El primero supone la superioridad ideológica y el segundo la riqueza o superioridad económica.

Son estos dos ejes, sobre los que se articula la vida humana

Dibujando ambos ejes como ejes de coordenadas, en abscisas la economía y en ordenadas la bivalencia, vemos que la gente se puede posicionar en cuatro cuadrantes y un área central.

El cuadrante “1” es el de los de escasos recursos, pero con un elevado convencimiento de sí mismos.

El cuadrante “2” es el de los ricos y absolutamente convencidos de llevar la razón.

El cuadrante “3” es el de los ricos ignorantes, sin criterio sobre casi nada.

El cuadrante “4” es el de los pobres e ignorantes, sin opinión formada sobre nada.

Y luego está el círculo central, el cero “0”, aquellos con recursos suficientes para vivir y eclécticos, capaces de mantener un criterio revisionista de sus conocimientos.

Cada cuadrante define un tipo particular de ciudadano. En el cuadrante “2” están los amos del mundo, los “reyes del mambo”, con capacidad económica suficiente y autoridad política bastante como para ordenar y mandar. Son los poderosos.

En el cuadrante “1” está la tropa adoctrinada, sin recursos, pero fanatizada por los del cuadrante 1, dispuestos a morir por las ideas que les han inyectado los del cuadrante 2.

En el cuadrante “3” están los “idiotas”, los ricos (muchos de ellos famosos), que viven holgadamente, pero con una filosofía de vida tan variable como el viento, focalizada sobre sí mismos, “idio-tizados”. Suelen financiar a los del cuadrante “2”, sin saber por qué, con tal de que les reporte beneficio económico.

En el cuadrante “4” está la masa proletaria, sin criterio y sin recursos.

Con esta clasificación de seres humanos, vemos que el mundo está dirigido por seres cada vez más poderosos y cada vez más convencidos de sus argumentos, con un inmenso poder para fanatizar a sus seguidores, camelar a gente con altos recursos pero sin criterio y todos ellos, dispuestos a meter en el corral a la inmensa población que, sin recursos, son capaces de seguir las instrucciones de los primeros sin criterio ninguno.

Las técnicas de propaganda, orientadas a sofronizar a la gente de los grupos 3 y 4 hacen el resto.

La obsesión por el progresismo

Con la llegada del capitalismo y de la economía productiva y, sobre todo, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se ha asentado en la gente la idea fundamental que mueve los hilos de la realidad que vivimos, la idea del crecimiento continuo en base al consumismo (sociedad de consumo) que conducirá a la sociedad del bienestar. Poco a poco se a solidificado esta idea en la gente, que en este mundo hay recursos de sobra para hacer economía de millonarios donde el objetivo es seguir la senda del progreso en todos los niveles de la vida social, reflejada en el mantra de “Progresismo”. La idea, el objetivo es alcanzar cada vez más mayores cuotas de bienestar, reflejadas en indicadores económicos como el PIB de los países.

Lentamente se ha conseguido abrir la ventana de Overton hacia la creencia de que lo bueno es el progresismo, consumir y buscar desaforadamente nuevas cotas de bienestar; implantar en la mente de la gente la idea de gastar sin tener en cuenta que la Naturaleza no nos ha dado un cheque en blanco, una cuenta corriente de recursos ilimitados de la que sacar de modo indiscriminado.

Y de repente nos asustan con el cambio climático.

# Producto interior bruto.

Adrian Berry, en su libro “Los próximos diez mil años”, refería que el presupuesto de Estados Unidos de 1900 no llegaba para pagar el precio de un solo Boeing 747 en 1988.

El Producto Interior Bruto de Estados Unidos en 1960 era de 558 billones de dólares, el 2017 era de 19.253 billones, 34,5 veces superior. El de China, en el mismo periodo ha crecido 231 veces. A precios constantes de 2010, USA: 3,1 a 17.800 Billones, China de 0,1 a 10,800. La del mundo ha crecido de 11,4 a 82,3 billones (8 veces en casi 60 años)

En 2050, si la previsión de crecimiento del PIB no variara, se alcanzaría un valor de 116 billones de dólares, el doble que el actual.

La renta per cápita mundial es de 10.800 USD en 2018, frente a 54.500 de Estados Unidos, 7.755 de China, 730 de Haití y 33.000 de España. Siendo China la segunda potencia mundial, sus habitantes, con 7000 dólares anuales, viven al mismo nivel que en República Dominicana o en Libia.

Sin entrar en mayores consideraciones de carácter económico, que las estadísticas las carga el diablo y al final sólo sirven para, previo un adecuado cocinado, darle la razón al que las maneja, lo que es una rotunda realidad, aunque siempre habrá negacionistas acérrimos de la evidencia, es que, tal y como está el Planeta, al borde o sumido en una emergencia global, climática y social, siquiera imaginar que el ritmo de crecimiento se mantenga así hasta llegar en 2050 en la pavorosa cifra calculada (o en otra similar o parecida), sólo tiene sentido si el dinero es tan virtual como los números puros, sin atributos, con lo que se pueden calcular cifras inimaginables sin que afecte al mundo real, en especial a los consumos y la generación de residuos.

Que el crecimiento económico indefinido es una fantasía, es algo que está reconocido por todos los especialistas en todas las materias relacionadas con la actividad humana, excepto por los políticos y, sobre todo, por los que manejan desde la sombra a los políticos, en especial a los presidentes de las grandes y más poderosas naciones del mundo.

Enumerar las innumerables amenazas y debilidades que tiene la civilización humana frente a sí misma, empieza a resultar tan cansino como inútil, porque el que quiera convencerse porque no lo está, es porque no le conviene y el que está convencido de la extrema gravedad de la situación, huelga que insista en aportar más datos. Así que la cuestión ya no consiste en elaborar una lista de chequeo de las principales amenazas para el Planeta, aunque más bien lo son para la propia humanidad. No, el asunto está en ahondar en las causas que han precipitado todo este caos integral en todos los aspectos de la vida humana.

No existe ningún aspecto de la vida humana que no esté contaminado por algo que las religiones han denominado “pecado”, pero para quitarle este matiz aparentemente exclusivo de lo religioso, vamos a denominar “egoísmo”, que todo el mundo entiende como el “culto al yo”, donde “yo” es lo primero, muy por delante de cualquier otro criterio, incluido el de “mi propio bien”. Y derivado de esta egolatría, se derivan la ambición, la codicia, la soberbia, la lujuria, ira, envidia, gula, pereza y cualquier otro matiz de estos delitos contra la convivencia humana.

Con estos dos componentes, efectos (crecimiento indiscriminado) y las causas (egoísmo indiscriminado), se puede establecer un bucle de realimentación positiva entre crecimiento y egoísmo por el que a más egoísmo, más crecimiento y a más crecimiento, también más egoísmo, porque la ambición de poseer y acumular tiene el doble efecto de las drogas, tolerancia (cada vez se necesita más para sentir satisfacción) y dependencia (la disminución del poder adquisitivo genera angustia que sólo se satisface con su recuperación e incremento).

Por otro lado, en todo crecimiento, frente a recursos que siempre son escasos para satisfacer a todos los aspirantes a tener, siempre habrá, salvo reparto equitativo, ganadores gracias a perdedores, ricos frente a pobres. También este bucle es positivo, a más ricos, más pobres.

# Huella de carbono

Si por el lado del producto interior bruto, o lo que es lo mismo, por el lado del crecimiento y del consumo, las cifras, tanto globales como nacionales demuestra un crecimiento que tiende a exponencial, con independencia de las crisis (otra cosa es la renta percápita), por el lado del producto del consumo, es decir, de los residuos, la huella que el ser humano está dejando tras sí en este planeta no deja de crecer y de llegar a extremos alarmantes, como ya se están haciendo eco los medios de comunicación.

En estos gráficos se muestra la huella de carbono, percápita en toneladas métricas de CO2  nivel mundial, desde 1960 hasta la actualidad.

 

El siguiente gráfico demuestra las diferencias entre varios países, según su nivel de desarrollo y consumo.

Sorprende las emisiones de los países árabes, superiores incluso a las de Estados Unidos.

Con respecto a los residuos sólidos, con cifras del Banco Mundial, se puede decir lo siguiente:

1.- La gestión de los desechos sólidos es un problema universal que atañe a todo habitante del planeta.

2.- En 2016, el 5 % de las emisiones mundiales provenían de la gestión de los desechos sólidos, sin incluir el transporte.

3.- Sin gestión de los desechos, su vertido o quema perjudica la salud humana, daña el medio ambiente, afecta el clima, y dificulta el desarrollo económico en países tanto pobres como ricos por igual

4.- Según el informe del Banco Mundial titulado What a Waste 2.0 (Los desechos 2.0), en el mundo se generan anualmente 2010 millones de toneladas de desechos sólidos municipales, y al menos el 33 % de ellos no se gestionan sin riesgo para el medio ambiente.

5.- La rápida urbanización, el crecimiento de la población y el desarrollo económico harán que la cantidad de desechos a nivel mundial aumente 70 % en los próximos 30 años y llegue a un volumen asombroso de 3400 millones de toneladas de desechos generados anualmente.

6.- En el caso de los desechos de plástico, están llenando los océanos y constituyendo el 90 % de los detritos marinos. Tan sólo en 2016, en el mundo se generaron 242 millones de toneladas de desechos de plástico, el equivalente de unos 24 billones de botellas de plástico de 500 ml.

7.- En general, el 13,5 % de los desechos a nivel mundial se recicla y el 5,5 % se composta.


Vertidos oceánicos

Cada año, entre cinco y trece millones de toneladas de residuos de plástico terminan en los océanos de todo el mundo. Un nuevo estudio advierte que esta cantidad podría multiplicarse por diez en la próxima década si la comunidad internacional no mejora su gestión de desechos.

Veinte países acaparan el vertido plástico

Entre las fuentes de vertidos hay 20 países –entre ellos, China y EE UU– que son los que contribuyen en mayor medida a convertir los océanos en un basurero de plásticos.

“El tamaño de la población del país, junto a la calidad de los sistemas que emplean para administrar desperdicios, determina en gran medida la cantidad de residuos que dicha región genera con el potencial de llegar a los océanos”, aseguran los autores.

La primera vez que los científicos informaron sobre la contaminación por plástico en los océanos fue a principios de 1970. En los 40 años posteriores no ha habido estimaciones rigurosas sobre la cantidad y el origen de los plásticos que se han hecho un hueco en el medio marino.

En opinión de Sinc Kara Lavender Law, de la Asociación de Educación del Mar (SEA),“la necesidad más apremiante es capturar los residuos de plástico para evitar que penetren en el medio ambiente. Esto significa invertir en infraestructuras, especialmente en los países con economías en rápido desarrollo. En los países con altos ingresos, donde las tasas de generación de residuos por habitante son muy altos, también tenemos la responsabilidad de reducir la cantidad que producimos”.

“Estamos siendo inundados por nuestros residuos. Pero nuestro estudio nos permite examinar también las estrategias de mitigación, como la mejora de la gestión global de los residuos sólidos y la reducción de plástico en el flujo de desechos. Las soluciones potenciales tendrán que coordinar los esfuerzos locales y globales”, concluye.

 

La Humanidad en el punto de inflexión.

Ahora, en 2022, tras ochenta años de incrementos superlativos de los residuos humanos, parejo al incremento de la riqueza económica expresada en los indicadores económicos como el PIB, parece que tras la pandemia de Cóvid y las sucesivas llamadas de atención del IPCC sobre el cambio climático, nos hemos dado cuenta de que hemos vivido de espaldas a la Naturaleza, que la relación entre Economía y Naturaleza ha sido la de expolio sin piedad de los recursos por un lado y un incremento exponencial de los residuos, por otro.

Es como si una familia se quisiera calentar porque hace frio, con una estufa de leña, siendo la leña los muebles y la estancia estuviera cerrada sin ventilación. El consumo de los muebles termina por agotar los recursos de leña y por otra parte, ese mismo consumo, transforma la leña en ceniza inútil y contamina el ambiente de la sala con humo y CO2, que amenaza la vida de sus habitantes. Al final la familia se queda sin leña para quemar, al tiempo que la estancia se llena de ceniza y el aire se vuelve tóxico, al punto de matarles por asfixia.

Por mucho que insistan los economistas en que el fantasma de los límites al crecimiento es una falacia, porque la capacidad de reciclaje de los residuos se ha incrementado exponencialmente en los últimos años y se puede seguir creciendo (desarrollo sostenible y progresismo a ultranza), finalmente el colapso se producirá. En realidad se está produciendo ya. Acaso la pandemia de Cóvid ha venido a precipitar la catástrofe.

Ahora la Humanidad parece que quiere volver los ojos a la Naturaleza y se propaga la idea de que tenemos que salvar el Planeta.

El problema no es ese, el problema somos nosotros, los seres humanos, que nos estamos dando cuenta de que la deuda energética y material que el progresismo ha generado, muestra una luz al final del túnel, y no es la de su salida, sino la luz del tren que terminará arroyándonos, la del tren de la extinción de nuestra especie.

La Tierra, la Naturaleza, al final se tomará su venganza, que diría James Lovelook.

La cuestión es si aún nos queda margen de maniobra para evitar el desastre.

Así comenzamos la andadura de la Bioeconomía, en el punto crítico en el que la Humanidad contiene la respiración, al no saber si podremos salir de esta… o no.

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Autor: José Alfonso Delgado y Mansour Mohammadian

Nota: La publicación de las diferentes entregas de El Tercer Camino

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 3 de enero de 2022.

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