28/2/21

La Verdad sin caminos (Enseñanzas Teosóficas: 211)


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Autor: Jiddu Krishnamurti

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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el

19 de febrero de 2017

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26/2/21

“Dones y talentos. Nueva Humanidad”, por Emilio Carrillo


https://www.youtube.com/watch?v=b8p-otaj1Ds&feature=youtu.be

Vídeo (duración: 01:19:50) de la entrevista compartida por Emilio Carrillo para el Instituto Andrés Espinosa, el 2 de febrero de 2021, titulada Dones y talentos: Nueva humanidad.

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25/2/21

El tabique interior

Cuando se toma consciencia de que los cambios que se desean por fuera son reflejo de los cambios que se desean por dentro, lo externo queda relegado a un segundo plano.

Esta es la historia de una persona que llegó a obsesionarse con la necesidad de reformar una vivienda y cómo logró tomar consciencia de que el tabique que deseaba tirar se encontraba en su interior.

"Recibí en el estudio una llamada por parte de una chica. Me contó que se había divorciado y se había visto obligada a irse a vivir con sus dos hijos a casa de su madre. La madre hacía poco que había enviudado. La chica me expuso la necesidad de hacer una reforma integral en la vivienda y solicitó una primera visita.

Cuando visité la vivienda, tras escuchar la idea de reforma de la chica, quise hablar un poco con su madre. La mujer, mientras la hija hablaba y exponía su idea mental, buscaba con su mirada un refugio que no encontraba y sentí la necesidad de averiguarlo.

Dos preguntas fueron suficientes para que la mujer expusiera sus reticencias a aquella reforma. Ella era feliz con su vivienda de toda la vida, había sido feliz así con su marido y aunque reconocía que la vivienda podría tener una estética o distribución diferente, ella no lo necesitaba. Se sentía bien pudiendo acoger a su hija y sus nietos tras el divorcio, pero no contaba con que su hija quisiera hacer esos cambios y, además, se alterase cada vez que la mujer exponía su punto de vista más conservador.

Desde mi posición era fácil ver el desorden familiar que aquella reforma podría generar; el reto era lograr que la chica lo entendiera.

Tomé datos para estudiar las zonas vitales de la vivienda y lograr, no sólo tener una perspectiva del estado actual, sino también una perspectiva futura en el caso de llevar a cabo los cambios deseados.

En una segunda visita puede exponer lo que había logrado percibir: La distorsión vital actual que vivían era fruto de una represión interna de la chica y que se veía previamente reflejada en las zonas que deseaba reformar.

Aquella actitud obsesiva e imponente, era un claro síntoma de represión interna y por las zonas que deseaba intervenir, tenía que ver con su inocencia y su bondad.

Ante esta exposición, la madre asintió y contó que su hija había sido siempre una chica bondadosa, paciente y dulce, pero desde hacía unos años su carácter se había transformado y era difícil tener opiniones opuestas a las suyas.

A su vez, la chica dejó entrever un poco de su mundo interior y reconoció que en su matrimonio había adquirido una posición de sumisión que le llevó a reprimir su bondad por considerarla un problema y una debilidad.

Les recomendé aparcar durante una semana la idea de la reforma y a la chica le ofrecí que, durante esa semana, habláramos personalmente sobre el bloqueo de su bondad -en muchas ocasiones, una simple conversación ha cambiado muchas cosas- y tras un primer rechazo reconociendo que no quería volver a sufrir por ello, decidió aceptar la invitación.

Durante la siguiente semana tuvimos un par de conversaciones en las que la chica se atrevió a abrirse internamente un poco más.

Quedamos de nuevo para una nueva visita y al subir de nuevo a la casa, me encontré con varias sorpresas; entre la madre y la hija había mejor clima, la hija había soltado su idea de realizar la reforma y me contó que, "casualidades de la vida" el mismo día en que se comprometió consigo misma a recuperar su bondad, se puso en contacto con ella un antiguo novio con el que fue feliz y por quien sentía un gran cariño.

Me contó que el chico se acababa de divorciar, tenía también dos niños y había encontrado de manera "casual" su contacto en un ordenador que creía estropeado.

Ambas, madre e hija, ilusionadas, me contaron que aquella casualidad parecía un regalo del Cielo. El reencuentro y volver a tener contacto con aquel chico, le llevó de bueno a ser ella misma, a soltar el miedo por amar. Desde entonces, ya no solo la reforma quedó en un segundo plano, sino que la bondad de la chica ante alguien que realmente le valoraba, volvía a reflejarse en su rostro".

Estos casos son muy comunes. Ponemos tabiques internos ante determinadas experiencias, pero, al igual que el agua busca su curso, nuestra verdad también lo hace.

En este caso, la chica buscaba espacio externo, pero la armonía nunca se crea con tensión, por ello es necesario poner el material de obra en el tabique adecuado. En este caso fue en su propia resistencia interior.

Una vez se movió el primer ladrillo de su muro interno, la lucidez personal que logró hizo el resto del trabajo.

Si en algún momento sientes un deseo tenso de realizar cambios a tu alrededor, tómate un poco de tiempo y busca primero serenar tu interior. Los cambios externos creados con tensión generan más tensión. Si en estos casos te comprometes a estudiar y a replantear tus tabiques interiores, probablemente encuentres mucha más satisfacción.

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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)

https://andrestarazona.com/

Todos los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una serie de publicaciones centradas en

el Diseño Sentidointeriorismo y diseño consciente de viviendas, comercios y empresas que mejoran la calidad de vida.

Todas están a tu disposición de manera gratuita a traves del e-book Habitar, al que puedes acceder a través de este enlace:

https://bit.ly/Habitar-PDF

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Un esclavo con muchos amos

Antonio es un esclavo que tiene muchos amos y cada uno le exige sin tener en cuenta a los otros.

La casa que tiene alquilada, su coche y los préstamos que le ha dado el banco para viajes y otros caprichos, son muy exigentes.

-Me importa un rábano que Iván te haya pedido que asistas el jueves que viene a su fiesta en el cole. Sabes que tienes que ir a trabajar y no me vengas con historias, le chillan y él obedece.

Hay veces que los amos de Antonio se ponen de acuerdo para decir lo mismo:

-¿Querías un coche con tecnología punta y dijiste que harías lo que fuera necesario para tenerlo? Pues aquí me tienes, ahora eres mi esclavo.

-¿Estabas convencido que para ser feliz necesitarías una casa con jardín y aparcamiento independiente, con más de seis habitaciones y tres baños? Aquí estoy y también eres mi esclavo.

Otros amos de la misma especie dijeron cosas parecidas y ahora resulta que a él se le ocurre, que no era necesario hacer un compromiso de esclavitud tan largo y exigente.

Esos no son sus únicos amos: tiene a las costumbres y las creencias que lo llevan a latigazos limpios por esos días de su vida. Son los más crueles y despiadados:

-Para ir a gusto por el mundo hay que juzgar todo lo que hacen los demás, le dijo hace poco una de sus amos-costumbre:  el vecino es un cretino que se cree listo, anda a todas horas de corbata, cuando en realidad es un vendedor de poca monta.

-Mi hijo mayor es un tonto que no ve a un palmo de sus narices, mis hermanos no entienden nada de política y se la pasan discutiendo como si fueran analistas y a mi pareja ya no sé qué adjetivos usar para definirla.

Otros amos-creencias lo llevan también a mal traer por el mundo, usando una plantilla de pensamientos que tiene la siguiente estructura: “si tal cosa no fuera como es, podría ser de tal manera y entonces el resultado sería diferente”

Esto es aplicable a la niñez de su bisabuelo materno y el dichoso cambio climático, lo que prometen los políticos y la estructura de un hueco negro que se cree, está en el centro de la Vía Láctea.

Antonio es un esclavo tan obediente y bien mandado que, a pesar de los castigos corporales y psicológicos que le propinan sus amos cada minuto, él se esfuerza a más no poder por cumplir con todos.

Hay muchos esclavos en las plantaciones y ciudades, en las fábricas e incluso, viviendo en mansiones… doctores y catedráticos…

Todos los días los ve uno arrastrando sus pesadas cadenas y grilletes y, detrás de ellos, una larga fila de amos restallando en sus espaldas los látigos crueles.

Más, a pesar de la aparente resignación, en el aire se percibe una creciente rebeldía. Hay quién asegura que ha visto esclavos mirando hacia dentro. 

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Autor: José Miguel Vale (josemiguelvale@gmail.com)

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24/2/21

Esta casa es una ruina...

Estamos en la Sala de los Espejos.

Cada persona (cada alma encarnada) tiene su estado de consciencia y cada uno actúa en función de su estado de consciencia y tenemos que respetar a todos.

Hay siete grandes tipologías o grupos de personas, y cada cual tiene derecho a ser como es, personas que se clasifican en una u otra tipología, en función de cómo están actuando ante todo lo que está ocurriendo

1- Primera tipología- hay personas que no ven y hay que respetarlas. Y no ven porque la visión de la vida depende de nuestro estado de consciencia.

2- Segunda tipología- hay personas que entreven, pero ante lo que ven se asustan y prefieren no ver. Son los que no ven porque no quieren ver.

3- Tercera tipología- esta tercera tipología de personas, se dan cuenta y ven, pero intentan cambiar las cosas con algunas reformas, nuevas leyes, cambios de gobiernos etc.

4- Cuarta tipología- son personas que ya se han dado cuenta de que esto no funciona, de que esta casa es una ruina desde los cimientos, que esta sociedad ya no da más de si, pero se quedan atrapados en averiguar qué le pasa a los cimientos. Estan todo el día viendo todos los tejemanejes que hacen que los cimientos se estén cayendo. Son a los adictos a las conspiraciones... Yo en particular no quiero detalles de asesinatos, ya lo sé, ya sé que están asesinando, ya sé que están matando, ya sé todo lo que están haciendo. Y ahora quiero que mi energía no quede ahí enfrascada, no quede ahí pillada, quiero utilizar mi energía para lo nuevo.

5- Quinta tipología- ya se ha dado cuenta que esta casa es una ruina y que hay que construir una nueva: ¿dónde está el promotor que me la construya? se busca promotor de la nueva humanidad! hay algunas personas que consideran que van a venir los extraterrestres convertidos en promotores inmobiliarios, para construirnos la nueva casa de la nueva humanidad. Por supuesto que hay muchas formas de vida extraterrestre muy evolucionadas, pero precisamente como están muy evolucionados no van a venir aquí a interferir nuestro proceso consciencial y evolutivo, eso nos corresponde a nosotros.... La nueva humanidad tendremos que construirla nosotros.

6- Sexta tipología- también se han dado cuenta de que la casa es una ruina, que hay que construir una nueva. Y estos incluso, se han dado cuenta que nos corresponde a nosotros construirla ¿y ellos que hacen? ponen su fuerza, ponen su energía... pero, de vez en cuando, hoy si... mañana no, pasado tampoco, al tercer día puede que si.

7- Séptima tipología- es el tipo de persona que se ha dado cuenta ya, de que la casa es una ruina desde los cimientos, que se ha dado cuenta de que hay que construir una nueva casa, que esa casa la tenemos que construir nosotros, y se ha puesto manos a la obra con su propia vida para construir la nueva casa. Sin marcha atrás y poniendo todo lo que puede dar a favor de la construcción de esa casa, ahí está ya, a pleno. Está intentando cambiar su vida, transformar su vida, para que, con esa transformación de la vida de cada uno, nos convirtamos en Semillas activas de la Nueva Humanidad.

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Autora: Teresa Lama Álvarez (teresa_lama@live.com), con base en la conferencia compartida por Emilio Carrillo en Zaragoza el pasado 23 de enero.

https://www.youtube.com/watch?v=OhL0u6EWNl8&feature=youtu.be

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23/2/21

Encuentro mensual online con Emilio Carrillo (4 y 18 de marzo de 2021): “Prácticas al alcance de todos para no vivir aferrado al pequeño y hacerlo desde nuestro verdadero ser”

  

ENCUENTRO MENSUAL ONLINE CON EMILIO CARRILLO:

MARZO 2021


PRÁCTICAS AL ALCANCE DE TODOS PARA NO VIVIR AFERRADO AL PEQUEÑO YO Y  HACERLO DESDE NUESTRO VERDADERO SER”

 

Jueves 4 de marzo: Exposición

Jueves 18 de marzo: Respuestas a preguntas

Ambos días: Inicio: 19:00 h. Cierre: 21:00 h. (hora de España)

Tras la sesión de Exposición, a todos los participantes se les enviará el texto con los contenidos principales de la misma.


Resumen de contenidos:

Son muchas las personas que se preguntan: ¿qué puedo hacer para vivir con menor aferramiento al pequeño yo –nuestra apariencia, el yo físico, emocional y mental y la personalidad a él asociada- y con mayor presencia de nuestro verdadero ser, de nuestra Esencia imperecedera?

Intuyen, con razón, que una transformación de tal naturaleza les permitiría desarrollar una vida más plena y armoniosa, con menor sufrimiento y mayor serenidad, confianza y discernimiento. Sin embargo, no saben qué hacer para llevarlo a cabo.

Este Encuentro Mensual se centrará en ello, proponiendo una serie de prácticas al respecto al alcance de todos.

Para esto, se beberá de lo enseñado por las diferentes tradiciones espirituales, con raíces milenarias, y de aportaciones conscienciales y filosóficas más recientes, de las “Tres Transfiguraciones” de Friedrich Nietzsche, el genial pensador germano, a los “Cuatro Acuerdos” de Miguel Ruiz, el gran chamán tolteca.

Un marco tan interesante como fructífero del se extraerá una rica batería de aplicaciones a nuestra vida cotidiana, cada una de las cuales se irá desgranando con detalle hasta culminar en la propuesta de un conjunto de superaciones vitales para cambiar diversas prioridades que, casi sin darnos cuenta, lastran nuestra vida y la mantienen en la confusión, la aflicción y la incertidumbre.


Para obtener el enlace de acceso al Encuentro, en sus dos sesiones, solicitarlo por email al siguiente correo electrónico:

rincondekiko@gmail.com


Aportación: 5 euros para sufragar el alquiler de la plataforma online y otros gastos de gestión y organización de las dos sesiones del Encuentro. 

Esta cantidad se podrá abonar:

+Mediante transferencia bancaria a la "Asociación El Rincón de Kiko", a esta cuenta de Caixa Bank: ES96 2100 7123 01 0200066766

+Por Paypal (acepta tarjetas): paypal.me/elrincondekiko

Ante cualquier duda o para mayor información, escribir al correo electrónico indicado.

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Te mereces lo que crees merecer (Memorias de un descarnado: 8 de 29). Por Deéelij


    “Para enseñar a los demás, primero has de hacer por ti algo muy duro: has de enderezarte a ti mismo”

Buda (Fundador del budismo. 563 AC-386 AC)

 

    “Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito”

Proverbio chino

 

     -  Entonces, cuanto antes. Me muero de ganas de comprobar su evolucionar.

 Pitt y Pal, cruzaron sus miradas en un gesto cómplice.

     -     Bueno, yo había pensado que fuerais hasta Ís para traer de vuelta el DC-3. En el trayecto, ella podría mostrar las peculiaridades de este modelo. Pero por la hora que es, observo que es difícil que pudierais estar de vuelta antes del ocaso. Creo que la mejor opción sería volar en las inmediaciones. Mañana nos ocuparemos del resto. ¿Te parece?

     Jano estuvo meditativo unos segundos con el ceño fruncido. No quería restar operatividad a las necesidades que tuvieran en Nairda con los distintos aviones. Quizá algún alumno necesitaría del DC-3. Quizá él fuese la causa del retraso en la instrucción de alguien, y era algo que no quería producir. Ya había aprendido a no ser efecto de los demás, y no quería ser el efecto desagradable para los demás por su causa.

    -      Podríamos ir en un momento con el F4. Antes del anochecer ambos aviones estarían de vuelta. No quiero ocasionar trastornos a nadie.

    -     No te pre-ocupes – señaló Pitt; ocúpate exclusivamente de lo que estás haciendo en cada instante. Pre-ocuparse te conduce, tarde o temprano, a estar impaciente, y recuerda lo que hemos hablado y aprendido de ello antes – respondió colocando su mano derecha sobre su hombro –. Sólo dime una cosa: ¿Qué te gustaría Ser y hacer, de verdad, ahora mismo?

    -      Volar el motovelero manifestó Jano sin dilación, con rotundidad.

    -     Pues a ello. Disfruta de este momento, disfruta de lo que realmente quieres Ser y hacer. Sélo, y hazlo.

     Pitt miró a Pal, quien entendió que su turno estaba a punto de continuar. Él tenía trabajo pendiente.

     -      Bien Pal, dale un paseo al muchacho y que disfrute, si es que se lo merece.

     Pitt terminó despidiéndose, entroncando de nuevo su presencia para la cena. Instructora y alumno partían para realizar la revisión pre-vuelo. A Jano le impactó la última frase mencionada: “y que disfrute, si es que se lo merece”. ¿Qué querría haber insinuado el viejo? Pitt, no decía nada sin un motivo, sin un propósito. Sabía que medía cualquier frase que saliera de su boca. Es más, estaba seguro de que no decía nada que no pensara. Y eso era algo que en ése momento le mantenía en la incertidumbre. No quería ser más que su propia causa, y no el efecto de una frase emitida por el General.

     No quiso permitir que el debate interno, analizando la frase, interpusiera obstáculos a la función en la que estaba inmerso. Quería seguir siendo la causa de su Ser y no el efecto de circunstancias externas. Pacientemente siguió a la instructora sin perder ojo en la revisión del VZ. 

     Empujaron suavemente el planeador hasta el exterior del hangar. Era ligero; muy ligero. Imaginó que tendría que estar hecho de algún material muy resistente y poco pesado para poder desplazar aquel avión con tanta facilidad, sin apenas esfuerzo. Parecía trasladar una pluma con el empuje de un soplido. Parecía volar cuando aún estaba apoyado en el cemento gris que lo hospedaba. Parecía muchas cosas, pero no sabía qué le parecía aquélla frase no olvidada de Pitt sobre si se merecía o no disfrutar. ¿Estaba disfrutando ahora siendo y haciendo? Sí, fue la respuesta interior. No obstante, algo existía en la sentencia que le resquemaba, manteniéndole la mente incesantemente ocupada. Algo, analizó con certeza, de seguro, estaba a punto de serle revelado.

     Esta vez sin dilación, y dado que con una sola mano podía seguir desplazando la pluma blanca, sacó el trajinado manual de vuelo. La página siguiente tenía una frase clarificadora, junto a un breve comentario. Decía: Te mereces lo que crees merecer.

     -     No es éste el momento para eso – reclamó Pal sonriendo al ver su sobresalto como si le hubiesen sorprendido haciendo algo prohibido –. Esta vez te has adelantado, pilotillo. Estate ocupado en lo que haces, sin más. Sé lo que Eres, en el instante, sin más. Empuja para que salgamos al aire cuanto antes. Ahí es donde tomarás la siguiente lección.

     Jano guardó, atolondradamente, el manual intentando devolver la misma sonrisa, aunque su rostro enrojecido mostraba, con claridad, el sentimiento de haber sido pillado haciendo algo a destiempo.

     Pal no dejaba de empujar, mirarle y reírse con gran fluidez. En sus miradas había cierta complicidad. Un brillo especial despertó el iris de sus ojos. Las pupilas de él comenzaron a dilatarse delatando cierta intención hacia ella. Pero desde la intuición llegó el aviso de apresar ciertos pensamientos. Ella podría leerle y no quería ser descubierto por lo que, en ese momento, su corazón pensante, parecía expresar.

     -     Bien. Ya es suficiente. Subamos a bordo.

     Sin otro dilucidar obedeció al instante; ruborizado aún. Una media sonrisa, algo malévola, llegaba desde su instructora, consciente de la estupefacción producida en su apreciado alumno.

     -   Ten cuidado al subir. Hazlo con suavidad. Ten en cuenta que las ruedas que mantienen el equilibrio están muy juntas y no podemos permitir, con un salto brusco, que las alas toquen el suelo. Es, éste, el único inconveniente del aparato, que pese a todo, está muy bien equilibrado en su peso y balance.

     Jano obedecía con suma cautela. Levantó su pierna izquierda apoyando sus kilos sobre la contraria hasta que la primera estuvo totalmente introducida y fija en el interior de la cabina. Dejó caer el resto de su cuerpo con precisión sobre el asiento ergonómico y exquisitamente cómodo del VZ. Terminada su evolución, ella le imitó.

     -      Colócate el casco y enchufa el cable de audio.

     Sin rechistar cumplimentó la orden; todavía se sentía cohibido. Pal, desde su alojamiento trasero, encendió el circuito de interfonía.  

     -     ¿Me recibes?

     -     Alto y claro.

     -   De acuerdo. El manejo de este avión es muy elemental. No tiene ninguna complicación especial. Sólo hemos de saber muy bien encender y apagar el motor cuando sea necesario o se requiera. Fíjate en la parte derecha. Verás un cebador, una llave de contacto y un botón azul. ¿Lo ves?

     -      Afirmativo.

     -   Bien. Sólo hay que cebar una vez la mezcla al motor antes de encenderlo; sólo una. Si lo haces más de una, ahogarás las bujías en su encendido con un exceso de combustible. Luego giras la llave hasta la derecha. Una luz roja se encenderá en la parte de arriba. Esa es la señal de que la batería está activada y preparada para dar la corriente necesaria en el encendido. Luego, para finalizar pulsa el botón azul. ¿Entendido?

     -     Entendido y copiado.

     -  Tan sólo una cosa más. Para apagar el motor el procedimiento se invierte. ¿Ha quedado claro?

     -  Claro y manifiesto. Perfecto Pal. ¿Hay otras cuestiones que deba conocer?

     -     Todo a su momento, pilotillo. Todo a su momento. No seas impaciente.

     -   No lo soy, Pal, simplemente quiero estar al corriente de cualquier contingencia.

     Ella no contestó inmediatamente. Ajustaba a su pierna derecha el piernógrafo desde donde visualizar el resto del procedimiento y hacer las anotaciones pertinentes. Dio tiempo y margen para comprobar si realmente Jano caía en su trampa. Suponía que le vencería la impaciencia por encender el motor y lanzar el motovelero al aire. Desde su posición accionó la cúpula de la cabina cerrándola y anclándola. Maniobra que podía realizarse desde cualquiera de los dos asientos.

     -     Bueno, Pal, ¿a qué esperamos?

     -    Sólo a que volvieses a hablar reiterando tu falta de paciencia. Veo que has olvidado lo que anteriormente dijiste sobre ello. ¿Acaso no lo recuerdas?

     En ese instante Jano cayó en la cuenta, y en el ardid en el que sucumbió. Su instructora es una mujer muy lista, se decía; alguien que sabe jugar bien sus cartas. No necesitó hacer un recordatorio. Sabía bien lo que dijo, aunque tuvo que reconocer en su interior que aún no lo tenía asumido.

     -    Sí, lo recuerdo. Dije que la impaciencia es la falta de paciencia. Y – dudó al seguir herido en su orgullo –, que, por consiguiente, es la falta de vivir en paz con uno mismo, de no estar en mí Ser.

     -    Bien, pero la última parte, que es la que considero más importante, la mencionó Pitt – manifestó Pal con algo de mofa –: de tal forma que procura no delatar tu estado de ánimo. Procura ser paciente. Si lo consigues, todo lo demás es fácil, muy fácil.

     -    De acuerdo Pal. Entendido. ¿Qué he de hacer ahora?, si con esta pregunta no denoto, según tú, impaciencia.

     Ella rio de nuevo, con soltura. Observó que seguía igual. Ya aprendería. Éste alumno, como casi todos, quería las cosas al instante. Era normal. Parecía inevitable. Y conociendo cómo es el recorrido del camino del aprendizaje, que en su momento tuvo que realizar ella misma, fue condescendiente.

     -     Piloto a copiloto. Proceda a encender el motor.

     -     Recibido, encendiendo motor.

     Aplicó el cebador una vez. Giró la llave: la luz roja se encendió. Entonces pulsó hasta el fondo el botón azul que quedó aprisionado en esa posición junto al sonido de un clip. Obediente y raudo, los cincuenta caballos de potencia comenzaron a ronronear, con suavidad, sin apenas ruido. Sorprendía el escaso rumor que producía el mismo, teniendo en cuenta que lo tenía, Pal, justo detrás de su asiento. Las vibraciones eran mínimas. Más bien parecía un sonido de acompañamiento en contraposición al estruendo que solía percibir en los reactores.

     -     De acuerdo, es todo y sólo tuyo. Llévanos al inicio de la uno seis izquierda.

    Sin perder un segundo, Jano fue manejando sosegadamente el VZ.

     Llegando a las inmediaciones de la cabecera de pista apreció que otros dos aparatos estaban en espera. Era algo ya avisado por la torre a través de la radio. Ellos serían los terceros en la cola.

     -     Bien, Jano, realicemos las últimas comprobaciones antes del despegue.

     Él, extrajo el procedimiento y siguió la rutina establecida sin dilación.

     -     Todo en perfecto orden – concluyó tras terminar la revisión solicitada.

     -     Torre de Nairda a VZ. Autorizado despegue tras Cessna 150.

     -      Recibido – contestó Pal.

     La Cessna emprendió la carrera. En segundos se había elevado girando a estribor dejando libre el campo para ellos.

     -     Jano, procede. Es nuestro turno.

     -     Procediendo.

     Introdujo el motovelero sin pararse a enfilar la pista, girando en su evolucionar, despacio, con suavidad al principio, hasta alinearse en el centro. La potencia en ese instante se incrementó al máximo. Al alcanzar los treinta nudos las largas alas empezaron a curvarse hacia arriba indicando que sustentaban el resto de la ligera estructura. No habrían usado ni cien metros cuando los tres flotaban en el gaseoso elemento, suspendidos; elevándose plácidamente, sin apenas ruido. Era como escalar una montaña sin esfuerzo ni fatiga; sin sudor, sin perder el aliento o sentir el desgaste de las fuerzas en el empeño. Parecía que el VZ sabía, mejor que ellos, cómo volar; cómo alzarse sin necesidad de decirle el modo.

     -     Elévanos a cuatro mil pies y nivela – ordenaba Pal –.  Luego, corta el motor.

     -     Entendido, cuatro mil pies. Allá vamos.

     Procedió a regular el compensador de profundidad de tal manera que, sin tener que estar sujetando la palanca de mando, el VZ mantuviera un régimen de ascenso firme de acuerdo a la velocidad y las revoluciones del motor.

     -    Muy bien Cadete. Ahora sí es el momento de aprender la siguiente regla de vuelo. ¿Por qué no lo miras en el manual?

     Aunque ya lo había hecho, obedeció. Sólo tenía que leer el comentario que seguía a la frase en cuestión.

     -    Lo tengo Pal. La cuarta regla dice: “Te mereces lo que crees merecer”. Además, existe un apéndice al igual que en la anterior lección. Pero, imagino que tú lo sabes de memoria.

     -    Así es. Pero si lo siguiente te sirve para incrementar tu ego, a mí, te informo, me costó mucho más tiempo que a ti aprenderlo.

     -   No puedo creerlo. ¿Cómo fue eso? No concibo que una instructora como tú haya aprendido con lentitud. Por cierto, estamos llegando a los mil quinientos.

     -   No es imprescindible que cantes continuamente la altitud; tengo altímetro en mi panel. El vuelo está en tus manos: Haz lo que tengas que hacer, siéndolo. Continúa con el ascenso y vigila que no descienda la velocidad.

     -     Entendido. Pero contesta a la pregunta por favor.

     -     ¿Qué pregunta?

     -    Vamos Pal, no te hagas la remilgada. ¿Cómo es que tardaste tanto, según dices, en aprender las normas de vuelo? – le incitaba Jano a responder en su impaciencia.

     -   Eso es algo muy personal. Prefiero guardarlo para mí.

     -     Pal, no lo entiendo. No te hagas de rogar. Pienso que, si has sacado el tema es por algo; pues tú, al igual que Pitt, no decís nada porque sí. Así que escupe, eres mi instructora y he de aprender. ¿No es el protocolo?

     -    Bien. Es cierto que mi misión es enseñarte, pero no desde la base de mis sucesos íntimos, sino usando la experiencia adquirida y desarrollada en mi Ser; mostrando las reglas del vuelo. Las normas están ahí. Sólo has de asimilarlas y ponerlas en práctica para poder gobernar tu vuelo y Ser feliz; para hacer lo que quieras hacer cuando quieras hacerlo desde tu Ser. No hay otro secreto.

     -    Entonces, no entiendo por qué has recurrido a ese artificio. Pero si no quieres entrar en detalles, lo respetaré – masculló Jano algo sumiso, pese a que sólo pretendía hacerse el desinteresando y así soltarle la lengua –; de cualquier manera, sigamos con la lección ¿Qué quiere decir esa frase? Dos mil y subiendo.

     -      Baja el ángulo de ascenso, la velocidad empieza a disminuir.

    Con tanta charla Jano había perdido la noción que antes le había requerido Pal. No estuvo atento a tal circunstancia.

     -   De acuerdo, así está mejor. Este motor tiene una potencia limitada; tendrás que ir corrigiendo continuamente. ¿Qué más dice el manual?

     -   Después de esa frase, que espero expliques, se lee lo siguiente: “El merecimiento no es una teoría, es un axioma. Es tan evidente que sólo es necesario comprobarlo; sólo hay que experimentarlo. Sólo por Ser Quién Eres te mereces lo mejor. ¿Y ahora qué?

     -      Vamos Jano. Eres capaz de entenderlo. No te hagas el remolón.

     -    Dos mil quinientos y subiendo. Veamos, Pal. He oído hablar muchas veces de si merezco esto o lo otro, o si no lo merezco... Pero, extraer alguna consecuencia de lo que se especifica en el contenido de esta lección, es algo que no alcanzo. Sólo sé que merezco algunas cosas, aquellas para las que esté preparado; eso si realmente las merezco; o si realmente estoy concienciado para ello. Hay otras, sin embargo, que, evidentemente, llegan a tu vida y, pese a no merecerlas, tienes que “soportarlas”, aunque es mejor decir aceptarlas. No sé qué más quieres que te diga. Además, considero que tendríamos que haberlo hablado en tierra; esto de hacerlo a través del intercomunicador, sin verte la cara, resulta algo distante e incómodo. Es como tomar clases de matemáticas por teléfono.

     -   Cuando lleguemos a tres mil corrige de nuevo el ángulo de ataque. Volverá a disminuir la velocidad.

     -     De acuerdo; lo haré si te explayas en detalles. Entiende que no es mi impaciencia al respecto; solamente, quiero saber.

     Pal provocó un breve silencio. No tenía intención de contarle, inmediatamente, lo que a ella le había pasado. Le costaba desnudar su alma. No obstante, cada vez que algunos de sus alumnos o alumnas llegaban a este punto sin conseguir avanzar mucho al respecto, sólo tenía el argumento de su propia lección. Era algo que ya había consensuado con Pitt. Éste, siempre le respondía lo mismo: decidiste enseñar, es tu decisión continuada; por tanto, hazlo hermoso. Hazlo Perfecto.

     -    Bueno Cadete, ésta regla del vuelo fue la que más tiempo me llevó asimilar, comprender y poner en práctica hasta Ser yo misma. Y si para que tú alcances la lógica de tal cuestión he de contar una vez más el porqué, lo haré. Lo haré con la condición de que todo ello quede entre nosotros. ¿Está claro?

     -    Tan claro como que estamos a tres mil pies, subiendo y corrigiendo ángulo de ataque.

     -   Sin bromas, Jano. Voy a contar una parte muy íntima de mi Ser –pronunció y respiró en profundidad; algo que percibió su alumno, quién captó con el suspiro que le siguió, la seriedad del instante –. Cuando vine a Nairda, y al igual que todos los que aquí llegamos, lo hacemos de forma voluntaria, pese a que al principio no lo recordemos. Lo hice de una forma un tanto… digamos estrafalaria… – paró y dejó espacio, no le afectaba su pasado, no le importaba relatarlo, pero consideraba oportuno mencionar otras cuestiones previas –. Bueno, antes de seguir quiero que sepas algo que quizá, en principio, no asimiles, pero más adelante lo entenderás. Has de saber que nunca vamos de un lado para otro en la existencia forzados; es una cuestión de libertad. Somos libres para ir y venir, hacer o deshacer. Sólo hemos de aplicar las normas que voluntariamente olvidamos cuando nacemos a cada vida, y que, con el tiempo, en esa vivencia, vamos adquiriendo de nuevo a base de experiencia y conocimientos – volvía a resoplar –. Como te decía, el día que aterricé aquí, y no se te ocurra reírte, lo hice sobre los contenedores de basura que hay tras el comedor…

     Se producía otro breve silencio. Ella esperaba su reacción. Él estaba atento a sus palabras y al ascenso. Le pareció cómica su entrada en Nairda, pero no se atrevió a espetar sentimiento alguno; había captado el tono de sus palabras.

     -   Estuve inconsciente algún tiempo, hasta que el camión de la basura llegó para llevarse los desechos y desperdicios amontonados. No lo sentí. Sólo el impacto de mi cuerpo contra el fondo de la caja del mismo hizo que despertara. Al verme dentro de aquella oscura podredumbre, empecé a gritar desesperada, enloquecida. Lloré sin consuelo. Entonces alguien en el exterior percibió mi clamor, ordenando parar la evacuación de desechos. Afortunadamente, el conductor no accionó la prensadora; eso me hubiera destrozado completamente, aunque hubiese dado igual en aquellas circunstancias. Me sacaron y avisaron a Pitt. Cuando llegó pudo adivinar el origen de mi visita, cuestión que me indicó posteriormente. Contempló durante días a una mujer que andaba de un lado para otro sin sentido, sumida en lamentos y argumentando desprecios sobre sí misma. Nunca me presionó. Dejó que escupiera todo el malestar que llevaba sembrado en mis entrañas. Para él no era necesario que tuviera que contarle cuál era mi gran problema. Quién ha pasado antes por los mismos sabe comprender, a la perfección, a los demás con sólo observarlos…hemos llegado a los cuatro mil, pilotillo. Nivela.

     Estaba tan inmerso en la narrativa que olvidó la orden dada con anterioridad. Inmediatamente impulsó la palanca hasta mantener recto y nivelado el planeador. Redujo la velocidad y ponderó el compensador de profundidad.

     -      Continúa, por favor.

     -    Tenemos que parar el motor antes. Sólo lo hemos usado para subir rápidamente. El depósito de combustible que llevamos es mínimo y hay que reservarlo por si fuese necesario en una emergencia. Páralo. ¿Te acuerdas de cómo hacerlo?

     -      Afirmativo.

     -      Procede.

     Jano pulsó el botón azul que retrocedió hasta el inicio de su orificio. El ruido del motor desapareció. Giró la llave de contacto hacia la izquierda, y cebó el combustible.

     -   De acuerdo. Ahora pon la hélice en bandera para que no siga girando y restando velocidad. Y cuando se paré acciona la palanca retráctil y el motor quedará oculto en el fuselaje. 

     -     ¿Cómo lo hago? Eso no lo explicaste.

     -     En la parte superior izquierda del panel hay una palanca de color negro en posición horizontal; gírala hacia la izquierda noventa grados, hasta que se quede anclada. Una vez compruebas la luz verde encendida en frontal de la palanca, tira hacia atrás de la misma y el resto es automático.

     -       Entendido.

     Ella comprobó que el procedimiento se había ejecutado según las normas. El silencio, no de la conversación, sino de la parada de motor, produjo un embargo repleto de paz y serenidad. Desde aquella posición todo parecía fluir. No percibían ruidos. Parecía que la nada los había acogido en sus brazos, y los mantenía en el cielo meciéndolos con los vaivenes de las corrientes de aire que llegaban de un lado y otro. Flotaban a merced del viento. A eso sí se le podía llamar estar en el cielo, palpar la plenitud, pensó Jano.

     -     Ahora es cuando empezamos con la clase.

     -   ¿Qué clase? – interrumpió él incómodo. No quería comenzar ninguna clase sin que antes ella concluyera su historia –. ¿Acaso no la iniciamos cuando empezamos a sacar este aparato del hangar?

     -     No te hagas el remolón. Mi intención era explicarte la lección cuarta desde ésta altura, pero como he podido comprobar que no asimilaste el sentido de la misma mientras ascendíamos, he tenido que recurrir a contarte una parte de los sucesos vivenciados. Y ahora vamos con retraso, pero no importa; tenemos todo el tiempo que necesitemos. Además, tú vas muy adelantado. Llevas dos jornadas y medias con nosotros y has avanzado considerablemente.

     -      ¿Y qué es lo habitual?

     -     Cada uno tiene su evolucionar, Jano. He tenido todo tipo de alumnos; unos tardan más, otros menos. Si bien es cierto que vas muy rápido, no creas que todo pueda ser igual. En algún momento de la instrucción, puedes tropezar con tu verdadero escollo, si es que sólo tienes uno. Por mi parte puedo añadir que no empecé con las clases de vuelo hasta pasada doce jornadas de lloriqueos, menosprecios, insultos… y lamentos sobre mí misma.

     -       ¿Mi verdadero escollo? ¿Qué quieres decir con eso?

 

Posdata:

En el artículo del día 1 de diciembre (?¿Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre? III Parte?) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en
psicoterapia que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán pues mis tiempos están contados para seguir en esa labor. No se trata de dar una formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es


Nota a la posdata: si quieres recibir esta ayuda terapéutica más vale que te comprometas contigo mismo, pues es exigente. Sólo apto para valientes y no timoratos.

Para las actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com

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22/2/21

El Derecho perfecto (Proyecto “La Física de la Espiritualidad”: 8)

El Derecho perfecto

Consultando el Derecho romano, queda claro que al derecho de alguien corresponde siempre un deber por parte de otro. Y ese deber, hasta qué punto puede ser obligatorio incluso a ser cumplido por la fuerza. A todo deber obligatorio de cumplir, bajo pena de sanción, se denomina deber perfecto para un derecho perfecto. Y está codificado en las normativas y leyes del Estado. En el otro extremo, un deber que no es exigible por el Derecho, es un deber imperfecto para un derecho imperfecto, que sólo entra en el ámbito de la moral y, no hay riesgo de sanción o de pena de pérdida de libertad.

Esta reflexión jurídica viene a colación de cómo la religión establece “prima facies” la relación del hombre con Dios mediante el cumplimiento de la Ley de Dios. Y tal y como nos lo enseña el catecismo, no se trata de una obligación moral (imperfecta) sino legal (perfecta), en tanto que el incumplimiento de esas normas jurídicas relativas a la divinidad, que se ha dado por denominar “pecado” que significa “pie que tropieza” y lleva penas asociadas. Es un concepto introducido exnovo en la cultura occidental romana que sólo entendía de falta a nivel religioso el sacrilegio (robar algo sagrado). Pero el hecho cierto es que el concepto pecado se ha elevado en el contexto judeocristiano a un delito gravísimo, solo perdonado por Yavhé o por un sacerdote representando a Dios.

De tal modo que, en el ámbito de la religión, la relación del ser humano es la de un infame pecador, delante de un severo Rey que “sí lleva cuenta de los delitos”, con un código legal tan severo, que el sólo hecho de pensar en el fuego eterno espanta al alma más piadosa.

Es un derecho perfecto, que exige un deber perfecto, bajo pena de cárcel en el purgatorio o de muerte del alma en el infierno por toda la eternidad.

Frente a este durísimo código de conducta, no obstante, el hombre tiene que amar a Dios sobre todas las cosas, manifestando ese amor en el respeto y cumplimiento de todos y cada uno de los artículos de la ley, mosaica para el pueblo judío y de la Iglesia católica para los católicos, o del Corán para los musulmanes, etc., que a todos los efectos vienen a ser lo mismo. Es decir, ante un poder bañado de “potestas”, es decir, de temor a infringir la ley, la respuesta y relación entre Señor y súbditos es con “sevéritas”.

¿Cómo de puede catalogar un amor por el miedo a fallar? ¿O qué significa el cumplimiento de la ley sino un “cumplo” la ley y “miento” en mi corazón, porque lo hago no por amor sino por temor al castigo?

Bajo mi percepción de las cosas (y puedo estar equivocado), la vida religiosa parte del supuesto del Salmo 50, “en la culpa nací, pecador me concibió mi madre”, con lo cual, todos los seres humanos por aquello del pecado original estamos por defecto condenados al infierno, por el simple hecho de nacer. Es decir, o algo sucede en nuestra vida o no hay salvación, nacemos por definición para la condena eterna, hagamos lo que hagamos, porque además Jesucristo dice que para el hombre la salvación es imposible.

Así que la vida religiosa es todo un camino de lucha titánica para no pecar, salvo pena de muerte o purgatorio en el mejor de los casos, y siempre manteniendo una actitud de respeto bañado de temor, si no de miedo, compensado con multitud de ritos y liturgias, que dan el aspecto de hacerlas para mantener aplacada la ira de Dios.

Es una vida de fe basada en el derecho perfecto, que tiene Dios de que los humanos cumplamos nuestro deber de vivir dentro de un código de comportamiento por el que nos respetemos los unos a los otros y, de esta forma demos culto a Dios.

Bueno, todo esto, al final la Teología y el catecismo lo describen en un código de 2865 artículos. Pero el caso es este, que la relación del hombre con Dios se basa en un derecho perfecto, cuyo incumplimiento lleva asociado todo un código de sanciones de consecuencias gravísimas, salvo el arrepentimiento o declaración de culpabilidad por parte del acusado, en cuyo caso, la pena, en muchos casos infernal, le será conmutada por otra de cárcel en el purgatorio; algo así como la prisión permanente revisable.

Y este es el contexto religioso del ser humano que la mente entiende perfectamente. No es necesaria una inspiración divina para comprender la gravedad de nuestra existencia. El sólo conocimiento del perfecto derecho divino que exige nuestro perfecto deber, no tiene vuelta de hoja.

Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto” dice el Salmo 129. Y bueno, al menos eso nos puede más o menos tranquilizar. Algo así como la esperanza de un indulto.

Visto así, es como si el cristianismo no hubiera evolucionado lo más mínimo respecto de la Ley de Moisés. Y, por supuesto que nuestra fe hace dos mil años que dejó atrás la Torá, pero existe un fuerte principio de inercia, muy bien aprovechado por las instituciones religiosas para afianzar su poder ante las gentes que, ha dejado el mensaje de Jesús, no digo en un segundo plano, pero sí desvanecido frente a la “sevéritas” legal.

Porque Jesús, que para eso se encarnó, vino a nosotros para enseñarnos cómo resolver el dislate de vida que el pecado nos provoca. Pero lo hizo con “amabílitas”, “venid a mí los que estáis agobiados, que soy manso y humilde de corazón”. No vino a enseñarnos los dientes ni a seguir amenazándonos con penas infernales, aunque haya algunos que no queda otra que la amenaza. No vino a enseñarnos, a no pecar, sino a amar.

Y al Amor de Dios no se llega mediante el temor de la amenaza, sino mediante la ilusión y la esperanza de una chica que añora ser despertada con un beso. A la Iglesia le gusta hacer de poli bueno o poli malo, según convenga.

Para nuestra mente o, ese elaborado de yo mismo que creemos ser, está más al alcance de la mano, de su capacidad de comprender el derecho perfecto; tantas normas que cumplir, tantas sanciones por su incumplimiento. Perfecto, todo claro. Simplemente hay que cumplir las órdenes como un soldado obedece las órdenes de su Coronel. Y hasta incluso así, la convivencia humana es posible.

La relación con Cristo está resuelta desde el punto de vista religioso, con los rezos y oraciones, con esos códigos de oraciones distribuidas a lo largo del día en la liturgia de las horas y la celebración frecuente de la misa. Y con eso, las personas que viven así son denominadas “católicos practicantes”. Y vive Dios que, si esta rutina religiosa la practicara todo el mundo, se supone esto sería el paraíso. Entre esta rutina de práctica religiosa y el respeto de los principios de la moral, no hacer mal y hacer el bien, perfecto.

Pero qué les pasa a aquellos que “sienten algo dentro de sí, que no saben lo que es” y aún cumpliendo con todo lo establecido en el catecismo, cumpliendo los deberes perfectos de un derecho perfecto, sienten como que “algo falta”.

La pregunta del joven rico. “Señor, todo esto lo he cumplido, ¿qué más me falta?

Vende todo lo que tienes y sígueme” es la respuesta de Jesús.

Es ahora cuando realmente comienza a tener sentido la encarnación de Jesús.

El sueño de la Iglesia

“Los seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que naciésemos, aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que llamaremos el sueño de la sociedad o el Sueño del Planeta. El Sueño del Planeta es el sueño colectivo hecho de miles de millones de sueños más pequeños, de sueños personales que, unidos, crean un sueño de una familia, un sueño de una comunidad, un sueño de una ciudad, un sueño de un país y, finalmente un sueño de toda la Humanidad. El Sueño del Planeta incluye todas las reglas de la sociedad, sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y maneras de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y sus celebraciones”. (Miguel Ruíz. Los cuatro acuerdos)

Esta descripción sobre la influencia de la educación que tiene la sociedad sobre nosotros es lo mejor que he podido encontrar, para comprender, por qué cada uno de nosotros NO ES lo que desea ser, sino lo que le infunden en su proceso educativo sus padres, la escuela y la sociedad en la que vive.

Así que, refinando la definición de “yo”, aportada por Buda como un elaborado de mi mente, hay que añadir que “yo soy” lo que la sociedad ha elaborado sobre mí y me ha hecho creer; lo cual, ni muchísimo menos es malo, sino todo lo contrario, porque ese elaborado cultural nos convierte en personas que nacemos y en muy pocos años adquirimos y hacemos nuestra toda la herencia cultural de siglos o milenios de evolución de la sociedad. De otra forma, de no producirse ese proceso educativo, seríamos perfectos y nobles salvajes, regidos exclusivamente por los instintos primarios.

Siendo por tanto el Sueño del Planeta, lo mejor que nos han podido transmitir nuestros mayores, existe en todo este proceso, un problema, que es el componente inercial de todo ese sueño. Quiero decir, mientras cada uno de nosotros vive según ese sueño aprendido, pero no es asumido como propio, lo vive de un modo inercial, con toda su carga credencial y vivencial, porque “mi yo real” no ha hecho aparición. Somos con ello sujetos pasivos de inmensas corrientes sociales que mantienen a sus súbditos perfectamente adoctrinados caminando hacia un objetivo o simplemente en una dirección, sin que el conjunto sepa el objetivo, el por qué ni el para qué, pero como eso es lo que le han enseñado, eso hacen y transmiten a las posteriores generaciones.

Y esto ya no es cultura, sino adoctrinamiento, ciego adoctrinamiento de un ejército de seguidores que siguen las pautas que le son marcadas, sin cuestionarse nada.

En la cultura occidental, la Iglesia católica, en nuestro caso, ha ido elaborando a lo largo de los siglos, todo un “sueño del Planeta católico” en relación con el mensaje de Jesús, que es lo que conocemos como doctrina católica. Es algo así como la hoja de ruta de la trashumancia para llegar a Compostela y toda la logística establecida a lo largo del Camino, con los albergues, corrales e indicadores de la ruta, las flechas amarillas, para evitar que la gente se pierda.

Como buenos pastores del rebaño, ha cumplido su misión perfectamente. Dicho, así las cosas, todo buen católico lo que ha de hacer es asumir como propio el adoctrinamiento y seguir las flechas amarillas. Y lo mejor es que no se cuestione nada, porque así no hay peligro de que ante alguna bifurcación del camino se pregunte qué alternativa tomar.

Haciendo, así las cosas, la parroquia está tranquila, pasta en las verdes praderas y si llega la tormenta, o se acerca el lobo, los pastores saben lo que tienen que hacer para proteger con sus perros al rebaño.

Siguiendo la tradición cristiana de bautizar a los recién nacidos y dentro de una sociedad cristiana, en principio no caben más cuestionamientos, ni hay muchas posibilidades de bifurcaciones en el camino, de modo que es fácil seguir el estilo de vida católico con una inmensa mayoría de gente que también lo sigue. Siempre habrá algún contestatario, tachado de insolente que se haga preguntas, pero al ser la megatendencia social la católica, no suele haber problema.

La cuestión es cuando la sociedad civil deja de ser mayoritariamente católica y con ello, comienzan a trazarse en el camino de flechas amarillas, multitud de desvíos, algunos bastante lógicos de tomar. Es mas, en la actualidad, ya hay tantas alternativas que las flechas amarillas se confunden con las otras indicaciones que apuntan a otras direcciones.

Y es que el “Sueño del Planeta” es, con todas sus virtudes, un camino inercial, donde cada cual jamás se ha cuestionado ni su sentido ni su significado, es decir, no está interiorizado, no se ha hecho personal, propio, íntimamente suyo, sino que es simplemente seguir la tendencia credencial de sus padres y de su comunidad.

Al ser el bautismo un sacramento que recibimos nada más nacer, aunque existan los padrinos y los padres se comprometan y etc., etc., “yo” no elegí ser cristiano católico, lo decidieron otros por mí. Luego, en el proceso de adoctrinamiento me darán las claves necesarias para que esa decisión que tomaron otros por mí, las pueda hacer mías y seguir el camino trazado. Cuando sólo hay un camino, no hay problema, pero cuando comienzan a aparecer varios o muchos, es lícito preguntarse por qué el camino católico es el correcto y no otro. Y, sobre todo, cuando la sociedad civil ya no es mayoritariamente católica sino mayoritariamente laica o, incluso, contraria a lo católico, terminando por ser los católicos una minoría sociológica, termina siendo “condición si-ne-cua-non”, respondernos a nosotros mismos a la pregunta de ¿por qué soy yo cristiano?

Y la respuesta no es fácil y, tanto menos fácil cuanto la fe vivida ha sido básicamente inercial. Porque es entonces cuando nos toca comprobar la solidez de los fundamentos del cristianismo que me infundieron mis ancestros por mí. Y cuidado, puede ser que la casa esté construida sobre arena, vinieron los vientos y los torrentes y puede que no quede nada de esa casa.

Es aquí, donde cada cual, si quiere realmente ser seguidor de Cristo, tiene que enfrentarse con la Verdad, que no es la misa de los domingos y los deberes perfectos de un derecho perfecto. No. La verdad NO ESTÁ fuera, en las liturgias ni en los dogmas aprendidos, sino en el interior de cada uno de nosotros. Descubrir la Verdad es descubrir el grado de vitalidad que tenga nuestra vida interior, donde Dios habita, lo sepamos o no.

Jesús no vino para continuar la inercia judía basada en el derecho perfecto, en el cumplimiento de la Ley, en la justicia, sino a fundar una nueva vida del hombre basada en el derecho imperfecto, que es el derecho en el que se basa el Amor y la Misericordia, que son los deberes imperfectos que nos abren la puerta de la vida eterna, una vida que reside en nuestro interior y se transmite al exterior. Y no al revés.

Tal y como veo yo todo este tema, la Iglesia se ha centrado tanto en el componente comunitario de la fe, lo ha desarrollado hasta tal extremo, que parece como si se hubiera olvidado de que, la clave de todo está en lo más profundo del corazón del ser humano, donde Dios, donde Jesús y el Espíritu Santo, habitan realmente.

Además, habita en el sagrario, sí, pero de nada sirve el copón consagrado si el alma no lo está.

El Muro

Y de nuevo “el Muro”, lo que separa, lo que aísla y confina; un muro que se levanta entre el derecho perfecto del cumplimiento de la Ley y el derecho imperfecto que sólo se centra en el Amor.

Si os acordáis, Von Newman vaticinó en los años cincuenta que en algún momento de este Siglo XXI, se producirá lo que él denominó, el “punto de singularidad”, aquel momento en el que la IA, la Inteligencia Artificial, podrá tomar decisiones con independencia del ser humano; es decir, dejará de comportarse cumpliendo las reglas de inferencia de los sistemas expertos, para tomar ella sus propias decisiones, según su propio código de conducta que se habrá ido creando sin intervención humana.

Como quiera que, según las tradiciones religiosas, los seres humanos, nada más ser creados vivimos ese punto de singularidad respecto de Dios, por el cual comenzamos a tomar nuestras propias decisiones respecto de la sabiduría con la que Dios nos había creado, ¿qué es lo que intentan hacer las religiones? Elaborar sistemas credenciales basados en leyes morales, a semejanza de los sistemas expertos, por los cuales, las posibles bifurcaciones de comportamiento humano estén perfectamente predefinidas, y con un código de sanciones abrumador, a fin de que a nadie se le ocurra saltárselo.

Es decir, han levantado un imponente muro entre nuestra capacidad de obedecer y nuestra capacidad de amar. Han elaborado (acaso sin querer) todo un derecho perfecto para neutralizar la capacidad del hombre de vivir según la llamada libre del espíritu.

Y es así como el común de las gente vivimos “una fe tan sincera como ingenua”, como calificaba el sabio Abul-Ala-al-Maari a la fe de los frany (los cruzados), gentes que guiadas por esa sincera pero ingenua fe, enarbolaron la cruz de Cristo, desde su condición de pueblos bárbaros recientemente bautizados (como los denominaba Ana Comneno, la primogénita de Alejo I, el Emperador de Bizancio), y que en aras de recuperar los santos lugares para la Cristiandad, cometieron en nombre de Dios los más atroces crímenes, como lo que eran, bárbaros, contra los pueblos que habitaban Palestina en los Siglo XI a XIII, bastante más cultos que ellos. (Ref. del libro “Las cruzadas vistas por los árabes” de Amin Maaluf).

Jesús de Nazaret vino a derribar el muro que, en su caso, la casta sacerdotal judía había levantado en la fe de sus gentes. Pero aunque al principio sí, lo consiguió a costa de su vida, por la total negativa de los poderes religiosos a que el muro fuera eliminado, finalmente ha vuelto la burra al trigo, y los sucesores de aquella casta, poco a poco, lentamente, a lo largo de 2000 años, han levantado otro muro de características similares con el mismo objetivo, que el rebaño no se espabile y se disperse, como intentaron hacer las herejías, razón por la que las persiguieron con la hoguera. Que más vale tener las ovejas en el corral a que se dispersen y se pierdan por las verdes praderas.

Es el muro del derecho perfecto, de las leyes doctrinales, del Camino de Santiago perfectamente diseñado con flechas amarillas, hojas de ruta y una perfecta logística de avituallamiento, para que los peregrinos de la vida no se pierdan, ni les de por seguir caminos alternativos.

Es el muro del Sueño del Planeta, del Sueño de la Iglesia que nos es implantado en la mente y corazón, en el adoctrinamiento doctrinal. Todo para evitar que nuestra particular IA (Inteligencia Autónoma) no haga su aparición y se cuestione el por qué del muro.

Todo está bien

Cualquiera podría pensar que estoy haciendo una despiadada crítica a la labor de las religiones, en especial de la católica. Y nada más lejos. ¿Qué pasaría si, estando en Roncesvalles, quisiéramos dirigirnos a Finisterre, al final de nuestro Camino en la vida, pero no estuviera trazado el Camino de flechas amarillas. Con sólo saber que se encuentra en el Oeste, no es suficiente para realizar el recorrido. Si es con las flechas y a veces los peregrinos nos confundimos y desviamos, imaginaos sin las flechas.

Las flechas están bien puestas, nos indican el camino recto. El problema es que no desarrollan en nosotros ninguna capacidad más allá de la de obedecer ciegamente.

Hay naves en el mar que transportan viajeros; son las sectas y religiones, los dogmas y las organizaciones religiosas. Las naves naufragan y sus restos (las tablas) se hunden; es decir, incluso las buenas obras que no llegan a la abnegación total y toda fe que no es el conocimiento unitivo de Dios. La liberación hacia la eternidad es el acto de lanzarse al mar, a riesgo, de poner en peligro la propia vida. Porque “el mar” es el Océano de Dios.

Esta reflexión es de Niffari el egipcio, un exponente del sufismo, la rama mística del Islam. Cuando uno intenta desviarse de las flechas amarillas, es como tirarse al agua desde el barco de la fe donde vamos todos juntos capitaneados por nuestro sacerdote capitán.

Pero en el agua, no sabemos nadar y tenemos el riesgo de hundirnos. Niffari lo describe muy bien. Es arriesgado, y así, nuestros pastores nos quitan de la cabeza la necia idea de tirarnos al agua, de salirnos del Camino, donde sólo hay peligros, llanto y rechinar de dientes.

Pero la vida pasa, evoluciona y también nosotros evolucionamos y podemos llegar a ser capaces de plantearnos caminos alternativos, tirarnos al agua, superar ese punto de singularidad tan temido por las autoridades eclesiásticas y explorar nuevos horizontes. O esperar a dónde conducen las flechas amarillas y ver, una vez allí, si ese es el final del camino (Compostela) o hay algo más allá, para descubrir que sí, que hay algo más allá que no nos han contado hacia donde ya no hay flechas amarillas.

Esta fue mi decisión. Alguien me contó, haciendo el Camino de Santiago, que más allá de Compostela, que marca el final del Camino para la Iglesia, hay un más allá, Finisterre. Así que tras llegar a Santiago, crucé mi punto de singularidad y me dirigí a Finisterre.

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Autor: José Alfonso Delgado

Nota: La publicación de las diferentes entregas de La Física de la Espiritualidad

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.

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