8/1/18

¿Qué es el amor?


Amor… ¿Qué es el amor? Y tú me lo pregunta… Lo escribió Rumi y en la ceremonia de nuestro enlace espiritual a Rumi, conmovido, se lo exprese: “Cuando los que aman se reúnen, la forma otra. Con el vino del amor, la ebriedad es otra. Aquella ciencia adquirida en la escuela es una cosa y el amor es otra”. Y ella, estremecida, con palabras de Ibn Arabi, me contestó: “Del amor procedemos, por él fuimos creados. Así, al amor tendemos y estamos consagrados”.

La Consagración de la Primavera. Experiencias de tonalidad, métrica y ritmo en acentuación y disonancia… La Vida misma… La consagración de una vida entera, porque el amor es vida y la vida es amor. Por esto, recordando la Sabiduría perenne y sin edad que ha acompañado siempre a la Humanidad a lo largo de su devenir histórico y evolutivo y bebiendo de las fuentes teosóficas que tanto han contribuido a ponerla en valor, me atrevo a cruzar el puente que Thornton Wilder tendió ante nosotros y nuestra existencia. Toma mi mano y atraviésalo conmigo...

La totalidad de la humanidad, todas y cada una de las personas que conocemos y nos rodean y, por supuesto, nosotros mismos podemos ser clasificados en dos grandes categorías: los que han amado y los que no.

Los que no han amado suele ser porque carecen de capacidad para amar o, lo más importante, para sufrir por amor. Son seres leves que difícilmente logran dar sentido ni intensidad a sus palabras, mero parloteo; ni a su risa, hondamente hueca; ni a sus lágrimas, vacías de emoción; ni a su vida, que casi no puede afirmarse que estén vivos.

En cambio, los que hemos probado el amor sabemos que basta con saborearlo una vez para no olvidarlo nunca; conocemos que es una dolencia fiera que nos deja extenuados, pero preparados para vivir. Una experiencia brutal a partir de la cual nunca se vuelve a mirar a un ser humano, desde el más poderoso al más humilde, como una cosa inanimada o mecánica. Tal es el poder del amor.

Cuando ama, el ser humano es un Sol radiante que todo lo ve y todo lo transfigura. Pero cuando no ama, es una morada sombría en la que anodínamente se consume un pobre candil. Por eso afirma el Evangelio de Juan: “Todo aquel que ama, conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”.

¿Qué vale todo lo que las personas hacemos y pensamos durante siglos frente a un solo momento de amor? El amor es lo más logrado y lo más hermosamente divino y sagrado de la Naturaleza… Escucha La Voz del Silencio: “Ayuda a la Naturaleza y trabaja con ella; y la Naturaleza te considerará como uno de sus creadores y te obedecerá”.

Juan de Yepes, como De la Cruz alzado sin su voluntad a los altares, nos invitó por medio de la poesía a vivir la Experiencia: “Amado con Amada. Amada en el Amado transformada”… Y en prosa lo glosó: “El más perfecto grado de perfección a que en esta vida se puede llegar que es la transformación en Dios”… Tres siglos después, Blavatsky, recogiendo y recopilando la sabiduría de los Mahatmas, lo describió así en La Doctrina Secreta: “El hombre tiende a convertirse en un Dios, y después en Dios, lo mismo que todos los demás Átomos en el Universo”. De este modo, Juan y Helena subieron al Monte que antes Al-Hallaj, también con poesía y amor, había forjado: “Dios es yo; y yo soy Dios cuando cesó de ser yo”.

¿Estás dispuesto a cesar de ser tú? No lo dudes: el amor es la clave. Y fue el amor lo que llevó al gran teósofo Antonio Alonso Vital, desde su destierro en la Peña de Arias Montano, a resumir así a mi admirado Joseph Tarragó todo lo que en esta vida había aprendido: “Lo único que te puedo decir es que yo soy tú”.

Y gran verdad es que hay un mundo de los vivos y un mundo de los muertos. Y la puerta que los une es el amor, lo único trascendente, lo único que goza de sentido.

Amantes, ¡disfrutad, pues, de vuestro amor y vivirlo con plenitud! No os perdáis nunca el uno al otro. Si es necesario, recorrer los astros durante milenios, adoptar todas las formas, todos los lenguajes, todas las maneras y modalidades de vida del Cosmos para volver a encontraros una vez más. Lo que es afín no tarda en reencontrarse y vuestras almas ya lo son.

Nuestras almas, amada Rumi. Nuestras almas, querido Gopala. Nuestras almas, estimado lector. Pasea sereno y entusiasmado por estos versos y abre ante ellos tu Corazón. De par en par, sin miedos y enteramente libre, que, como Amancio Prada canta, libre te quiero: ni mía, ni de nadie, ni tuya siquiera... ¡Venga, vamos! Sumérgete plenamente en la esencia de esta Noche. Lo merece.

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Prológo de Emilio Carrillo para el libro La noche se lo merece, de José María (Gopala) Márquez Jurado:
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